DE VINOS
Sobrenatural y él
Bodegas Menade
El de las orejas puntiagudas y la mascarilla azul cielo se llama Sobrenatural y es un burro zamorano-leonés. Vive y comparte establo con otros cuatro de su misma raza en una verde granja donde habitan ocas, pavos y gallos, entre otros simpáticos animales en la pequeña arca de Menade. Todos juntos respiran el verdor de la pradera rodeados de viñas de uva verdejo. El de la camisa azul, con la mascarilla del mismo color, es Richard, enólogo y bodeguero. Su apellido, Sanz, le traslada a través del túnel de añadas hasta la del 1820, en la que sus ascendientes ya eran viticultores en las tierras de Medina y Rueda. Richard y Sobrenatural viven el momento de la pandemia sin perder la sonrisa.
Es la versión verdeja juanramoniana de Platero en la viña de Rueda , muy lejos de Moguer y del marco de Jerez. Pero el burrito debe su nombre a uno de los vinos de Menade , al verdejo Sobrenatural , que lleva estampada la cara del asno en la etiqueta y con el que Richard rinde un homenaje a la naturaleza. Toda la viña y la producción de vinos de la bodega Menade, pasa por el sello de la agricultura ecológica . Un blanco que sobrevive a las añadas, que se adapta a los cambios y que es la más firme alianza de la bodega entre el origen más terrenal y el futuro. Richard dice que cuando Sobrenatural se quita la mascarilla, sale “ese blanco sin maquillajes, sin adición de sulfuroso, con la experiencia que la edad regala y que es símbolo de madurez, de sabiduría”.
Una foto transgresora que despierta ternura y simpatía. Así es este caudal de ideas que comparte con sus hermanos Alejandra y Marco. Todos ellos tienen ADN heredado de su padre, Antonio Sanz , todo un icono del vino regional. Además de un sólido equipo con protagonismo en los soportes digitales –algo que se agradece- y el trabajo para cerca de treinta familias.
Los tres hermanos son la sexta generación de una familia ligada al mundo del vino . Menade es el nombre de la bodega, que casualmente debe su nombre a una paraje de la zona, al que siempre se le llamó “Menade” lo mismo que la uva verdejo, que –según Richard- fue toda la vida “la verdeja” . Este año la celebración del primer bicentenario de los Sanz tendrá que esperar, pero continúan las visitas a la cantinilla para disfrutar de las viejas cavas familiares donde reposan y se crían el grueso de los grandes vinos de Menade, con vocación de envejecimiento. Entre otros, Menade lanza al mercado vinos con mucha personalidad, desde los blancos sauvignon y verdejo a La Misión, Clandestino, Adorado, Nosso y, por supuesto, el Sobrenatural.
Bodega subterránea, vinos generosos y blancos de uva verdejo han sido los pilares de la DO Rueda y es la máxima de los Sanz. Aunque parte de sus vinos ecológicos no se comercialicen con el sello de la DO. Pero Richard ha demostrado su buen criterio enológico al obtener brillantes resultados en todo el abanico de registros sensoriales en sus vinos blancos, jóvenes, más serios, más aromáticos, más sutiles… Desde los rabiosamente amarillo limón, a los ambarinos y rotundos. Desde esas bocas ligeras y frescas, a la suprema untuosidad de una verdejo que nació bajo el velo en flor. Es esta la fuerza del verdejo, el cepaje más versátil del mapa ampelográfico nacional. Y Richard lo sabe. Y así lo proyecta en Menade.
Hoy Menade comercializa entorno a 1.200.000 botellas al año, con fuerte presencia en exportación. Mantiene una gran agenda enoturística con conciertos, jornadas, catas y actividades culturales. Elabora sus vinos con la producción propia de sus 200 hectáreas de viña , todo ella sometida a la disciplina del consejo regulador de agricultura ecológica.
Menade es una de esas bodegas de Rueda que no pasan desapercibidas por sus vinos y por su filosofía y solo oculta su cara sensorial con mascarilla en tiempos de pandemia.