Bodega Nietos de Señora María
El cuarteto de la garnacha o los nietos de la vid
Producen cerca de 40.000 botellas. Exportan casi el 80% y elaboran sus vinos Avaviento con las uvas de 24 parcelas repartidas por diez términos municipales del Alto Alberche abulense. Una aventura romántica que se ha convertido en un proyecto sólido y con futuro en Navandrinal, bajo el amparo de la DO Cebreros.
Esta vendimia los cuatro nietos de la Señora María van a estrenar por fin su moderna bodega en su pueblo. En los últimos años han elaborado sus vinos en el más puro y real concepto de ‘garaje’, formato que en el mundo del vino ha sido el envoltorio inicial de muchos éxitos. Pues en el garaje de la casa familiar comenzó una historia llena de compromiso y de recuerdos.
Entre Jesús Jiménez y su hermano Javier y María Hernández y su hermano Juan Antonio forman el cuarteto de la garnacha y son los responsables de devolver a Navandrinal la tradición vitivinícola. Hace unos años tomaron la decisión de sumarse al grupo que reivindicaba la puesta en marcha del Consejo Regulador de la DO Cebreros. A partir de ahí comenzaron a garantizarse la materia prima y al mismo tiempo a salvar pequeñas parcelas y majuelos diseminados por los pueblos de entorno.
Empezaron la operación rescate de las cepas de uva garnacha con un edad media de 60 y 80 años. 24 parcelas que no llegan a las 11 hectáreas y que garantizan una producción anual de cerca de 40.000 kilos de uva. Ellos mismos, contando con Francisco Javier Martín que es también el bodeguero, se encargan de las prácticas culturales, la recolección y el cuidado de las viñas, que han comprado y alquilado en su pueblo, Navaldrinal, y en Burgohondo, San Juan de Molinillo, Navatalgordo, Villanueva de Ávila, Navaluenga, San Juan de la Nava o Navalmoral.
Toda la orografía del entorno es de montaña, de ahí que las garnachas se hayan convertido en tesoros enológicos por su adaptación a los suelos de granito y al clima. La primera viña surgió en Navaldrinal, en el entorno de Gredos, a 42 km de Ávila, dentro de la mancomunidad del Alto Alberche y del ámbito geográfico de la DO Cebreros. Así nació su primer vino, Avaviento, con el que ya han logrado reconocimientos internacionales y que toma el nombre del paraje de viñas que cultivó su familia en el pasado, situado en entorno de la Fuente Seca.
Javier Jiménez, biólogo, es consciente del enorme valor medioambiental de lo que están haciendo y recuerda los primeros pasos de Fuenteseca, «en cuanto la vimos nos enamoramos y decidimos darle todo lo mejor para que nos lo devolviera multiplicado. Cogimos unas 3.000 cepas de entre 50 y 70 años y nos pusimos a revitalizarlas una a una, les quitamos los bravíos, madera sobrante y abonamos con abono orgánico natural de oveja». Juan Antonio Hernández, su primo, define el espacio donde se construyó la nueva bodega, conocido como Las Lanchas, como un escenario mágico de Navaldrinal, «grandes granitos a la entrada del pueblo que guardan numerosas historias de amor y donde, generación tras generación, se han ido compartiendo secretos, sueños y sobre todo buenas intenciones».
Los cuatro de Navaldrinal, como se les conoce en toda la comarca y en el mundo del vino en Ávila, tienen una motivación sentimental en todo el proyecto pues quieren seguir la estela de su abuela, la Señora María, que por su personalidad y generosidad es recordada en la zona y que les trasmitió esa idea de familia, de unión, consecuencia por tanto de esta sólida aventura enológica y vitícola que no ha hecho más que empezar. Y por otro lado está el compromiso con ese territorio, con la recuperación de viñas abandonadas y con la reactivación de muchas impidiendo su arranque o su abandono.
A la visita a las viñas y bodega se suma un bello entorno natural ya que el pueblo se encuentra en un enclave montañoso a más de 750 metros de altitud y es el final de una carretera de montaña, muy frecuentada por montañeros y senderistas que cada año emprenden la subida al Pico del Zapatero con 2.146 metros de altura.