Un milagro del 63
La historia de la DO Ribera del Duero se fraguó con relatos como este. En la década de los 60, los agricultores que mantenían el cultivo de la vid entraron en un periodo de escasa rentabilidad, lo que les obligó a tomar medidas tan rotundas como unirse para defenderse de los precios del vino que imponían los vinateros de la época. Dijeron adiós a las corredurías y al monopolio de los almacenistas de vino. En la añada del 63, un grupo de viticultores unieron sus majuelos, silenciaron sus lagares tradicionales y construyeron, todos juntos, una bodega moderna, capaz de elaborar vinos más homogéneos con los que poder competir en el mercado y, sobre todo, rentabilizar el sudor de su trabajo en las viñas. De aquellos vinos de la cooperativa vienen hoy los éxitos alcanzados en los concursos internacionales. Con unos vinos etiquetados con las marcas Milcampos y Escondido, que llegan a los mercados de Brasil, EEUU, Japón, Canadá, Alemania… Atrás quedó la estampa del carral y del camión llevándose las pesetas de su viña. Hoy son euros los que rentabilizan esas partidas destinadas a la exportación que, aunque no sean grandes, pues representan un 10% de la producción total, demuestran que la cooperativa tenía razón de ser y que conocería, como ahora lo hace, tiempos mejores con garantía de futuro. La Bodega Milagrosa hace honor a su nombre, pues es sin duda un milagro el haberse mantenido sin perder la propiedad de una empresa vitivinícola de la que son dueños 150 cooperativistas. Su presidente, Honorio Arroyo, admite que los cambios y las inversiones no han sido fáciles, pero que hoy han demostrado que ese era el camino. Álvaro Sotillos, gerente de la bodega, asegura que todavía queda un camino a recorrer, pues solo la mitad de la producción se embotella. Por supuesto, bajo el amparo de la DO Ribera del Duero. Para las jóvenes enólogas Rebeca Palomo y Esther Gómez, esta bodega tiene garantizada una materia prima, pues sus 210 hectáreas, propiedad de los socios, se encuentran en más de una decena de términos municipales, aunque el 30% se circunscriba a la localidad burgalesa de Milagros. Por otro lado, la ubicación de la bodega, al pie de la autovía A-1, la sitúa en un lugar privilegiado que pronto se reforzará con las nuevas instalaciones, que darán mayor visibilidad y abrirán las puertas al enoturismo, con una nueva tienda y sala de visitas.
La edad media de las viñas se sitúa cerca de los 40 años y se embotellan unas 200.000 botellas al año. Sus marcas más conocidas son Milcampos y Escondido. Cuentan con un parque de barricas de 150 bordelesas.
Las cepas se reparten, entre otros, por los términos municipales de Milagros, Montejo de la Vega de la Serrezuela, Pardilla, Torregalindo, Fuentenebro, Aldehorno, Moradillo de Roa y Honrubia. Abarcando territorio burgalés y segoviano dentro de la circunscripción de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Algo que la enóloga Esther Gómez, con cinco años de experiencia elaborando en la Cooperativa de Milagros, asegura que le permite seleccionar la materia prima y dotar a sus vinos de una personalidad que suma diferentes terruños en los que, mayoritariamente, se recoge la variedad tinta Tempranillo, aunque cuentan también con pequeñas partidas diseminadas de la variedad blanca albillo.
Lo cierto es que la cooperativa de Milagros ha logrado hacerse un hueco con sus vinos en el mercado, manteniendo una buena relación calidad-precio en sus tintos jóvenes, robles, crianzas y reservas. La bodega elabora, además, rosados y no tiene ningún complejo en admitir que una parte de la producción se vende en las mismas instalaciones en envases de mayor volumen, que, sin duda, contribuyen a rentabilizar la producción de las viñas de los socios.