PRADA A TOPE
A Prada lo que es de Prada
Picantal, Prada Selección y en breve un godello de San Martín irrumpen hoy en la mesa de cata con el inconfundible sello de Prada. Son vinos que expresan terruño y cepaje con un rotundo ADN berciano. Se ha pasado la vida defendiendo una filosofía propia basada en la defensa y la puesta de lo berciano. Ha derrochado y, aún lo hace, mucha energía en defender la naturaleza, la arquitectura popular, el turismo rural, las producciones agroalimentarias y en insistir en que las cosas se hagan bien, con seriedad, con honradez y desde el respeto a una cultura propia. Pero también en el mundo del vino puso las primeras bases de la enología berciana moderna. Tras catar sus vinos los últimos 25 años de mi vida, consciente de no descubrir nada nuevo, creo que en el campo de vitivinicultura berciana hay que «darle al César lo que es del César».
José Luis Prada Méndez, Prada, empezó en los setenta con aquellos claretes. En los 80 entró de lleno en la revolución del vino berciano. En los 90 ya tenía viñas y elaboró los primeros vinos con DO. Presidió el consejo regulador. Hasta aquí rasgos por todos conocidos.
En la añada del 88, lluviosa y castigada por el mildiu, a una altitud de 650 metros y con una buena orientación sobre un suelo franco arcilloso, puso en marcha las plantaciones de godello. Ya entonces Prada manejaba la parcela, el terroir, el terruño, el paraje o como lo queramos llamar, porque San Martín, Campelo y Regueiral fueron los primer suelos exclusivos de las godellos bercianas. Más tarde vendrían las mencías, plantadas a una altitud similar y sobre suelos que, desde entonces, tienen nombre, viña y terruño propio: Valetin, Eiro D’Avello o El Picantal. La zonificación y la búsqueda de matices en una extensión de 30 hectáreas de viñedo con parcelas bien delimitadas estaba en la cabeza de Prada hace 30 vendimias.
La bodega Prada A Tope está inscrita en la DO, con viñas que siguen escrupulosamente las disciplinas de la agricultura ecológica que hoy está en su momento más álgido, en el que se adelantó con criterio y decisión. Apostó por dos tipologías con la suficiente constancia como para convertirse hoy en dos referencias en el escaso tablero de vinos espumosos y maceraciones carbónicas. El Xamprada y el Maceración, que han resistido todos los envites de las modas. La composición varietal del vino espumoso y la frescura primaria de sus maceraciones carbónicas han obtenido cada añada mejor definición en copa.
Todos concedemos a Prada el haber sido un visionario, revolucionario y un verdadero motor en los campos del desarrollo rural y la agroalimentación española. Hay que reconocerle también que fue el primero que se atrevió a diseñar bodega y viña con aire de chateau, aprovechando las ruinas rehabilitadas del palacio que da nombre a sus vinos y su complejo hostelero.
Hace más de veinte años, mucho antes de que el enoturismo irrumpiera como una rama del ocio y como una salida rentable para las bodegas y, por supuesto, antes de nacer las rutas del vino que apadrina ACEVIN, Prada planteó su proyecto vitivinícola con la misma orientación que hoy es obligada para entrar en las rutas del vino españolas. Accesos, viñedo, instalaciones preparadas para ser visitadas, catas, alojamiento, restaurante… El Palacio de Canedo es hoy ejemplo y referencia de las conductas que en este campo se desarrollan en buena parte de la nueva España del vino.
Prada siempre tuvo a su lado a quien aportaba la técnica en la que basar sus sueños enológicos. El joven enólogo José Manuel Ferreira conduce desde hace más de doce vendimias, con acierto, la nueva cara de los vinos de Prada. Gracias a los planteamientos vitícolas del inicio se pueden acometer hoy prácticas culturales más selectivas y seleccionar partidas de cada parcela.
De ahí que Ferreira, el enólogo ponferradino, diseñe hoy godellos modernas que expresan terruño y cepaje en la copa y mencías maduras y con el roble justo que pueden medirse en la cata con los registros sensoriales que hoy puntúan: terruño, en series minerales, la fruta, flor y hierba especiados, equilibrio y taninos finos que construyen tintos como el Picantal o la selección de uvas para el Prada o el godello del pago de San Martín todavía en roble. Los vinos de Prada tienen raíces profundas y un largo recorrido.