DE VINOS
El gallego que encendió la luz del Duero
En cualquier lugar del mundo, al descorchar una botella de Vinos de la Luz, en el corcho se puede leer un texto cargado de melancolía: «El abuelo un día cuando era muy joven allá en su Galicia, miró al horizonte y pensó que otra senda tal vez existía. Y al viento del norte que era un viejo amigo, le habló de su prisa… y el viento le dijo: construye tu vida detrás de los mares allende Galicia». Nos lo cantó Alberto Cortez, a quien hace unas semanas se lo llevó el viento del norte, vistiéndonos de luto a sus seguidores y a millones de gallegos que le seguirán llorando al escuchar la canción triste de un pueblo errante, honrado y trabajador.
Ricardo Fernández se emociona porque los suyos, y él mismo, vienen en los versos de la canción. Ve a sus abuelos Serafín y María, que nunca volvieron a España «en las aldeas, en las montañas y en cada leyenda, por todas las sendas que anduvo de España». Y, también, en la viñas del valle del Duero.
Con esta carga sentimental, llegó a la Ribera del Duero vallisoletana en 2014 este gallego de raíz, argentino universal y empresario cabal, como ha demostrado en los últimos años, definiendo con acierto un grupo de bodegas que, lejos entrar en la euforia del mercado masificador, optó por definir sus vinos sobre tres pilares llenos de singularidad, vínculo territorial y personalidad sensorial. Ricardo Fernández Núñez, abogado y empresario argentino criado en Villa María y nieto de españoles, prendió su ‘luz’ en el terruño de la cepa tempranillo para unirla a los destellos de su malbec argentina de Mendoza y la uva sangiovese de la Toscana italiana. Las tres primeras patas de una luz que ya enfoca hacia otras zonas de la geografía del vino europeo como Georgia, en proyecto. Una vocación que le viene dada por su permanente vínculo con la exportación, la empresa y su conocimiento del sector vitivinícola, pues es una voz respetada en la OIV (máximo organismo internacional del sector del vino).
Basa el éxito en «el esfuerzo conjunto y en repartir el bienestar» y traslada su filosofía a los tres enólogos del grupo: el italiano Roberto Cipresso, el argentino Pablo Navarrete y la enóloga Noelia Mena, natural de Tudela de Duero. La dirección comercial está en manos del vallisoletano Guillermo Pérez.
Ricardo demuestra su compromiso territorial con iniciativas como la del tinto Peñafiel, que limita el número de botellas al censo real de la villa. El último fue de 5.419, la cantidad de habitantes que había en la localidad en la añada de 2015. Y para demostrarlo, lo firma su alcalde.
El origen del grupo está en la tradición vitícola de la familia Fernández Núñez, que se remonta a principios del siglo XX y que, con el tiempo, se instaló en el argentino Valle de Uco. A partir de los 90 esas fincas pasaron a llamarse Finca La Luz, hoy La Luz de Vista Flores, que se une a Luz del Duero con sus marcas Valpincia, Pagos de Valcerracín y la nueva incorporación: Cinema. Todos 100% Tempranillo DO Ribera del Duero. Otra bodega es La Luz del Vino, en Argentina, que elabora fundamentalmente la variedad malbec bajo el nombre de Callejón del Crimen, proveniente de sus cuatro fincas de La Luz: Gualtallary, Altamira, Vista Flores, y El Cepillo. Y Luce de La Luz, en Montalcino, en la Toscana italiana, que produce el varietal Sangiovese con el nombre de Poggio della Luce.
Ricardo habla con admiración de sus «viejos», Lina e Isidro, que trabajaron tanto como los abuelos y también de donde creció, un barrio de una ciudad del Departamento del General San Martín. Paradoja. Casualmente, a solo dos horas de distancia de su bodega vallisoletana en Mélida, está la casa natal de Juan de San Martín, padre del General San Martín, libertador de América y héroe nacional en Argentina, en una aldea de la Tierra de Campos palentina llamada Cervatos de la Cueza.