Diario de Valladolid

Bodega Traslanzas

Los vinos de María Pinacho

La enóloga María Pinacho se sienta sobre sarmientos mientras sujeta una copa de su vino en el paraje de los mimbreros, con el municipio de Mucientes al fondo.-ARGICOMUNICACIÓN

La enóloga María Pinacho se sienta sobre sarmientos mientras sujeta una copa de su vino en el paraje de los mimbreros, con el municipio de Mucientes al fondo.-ARGICOMUNICACIÓN

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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La localidad vallisoletana de Mucientes se ha ganado a pulso, con los años, el ser una referencia dentro del ámbito geográfico de la Denominación de Origen Cigales. El carácter familiar de sus bodegas inscritas en el Consejo Regulador y la vocación vitícola de los bodegueros, garantizan una cierta personalidad a sus vinos en los mercados. Pero, junto a este perfil, destaca también la aportación de nuevas generaciones que han sido capaces de gestionar, innovar y aplicar nuevas prácticas culturales y criterios enológicos a los vinos y en las bodegas. En este campo, la enóloga María Pinacho es un magnífico ejemplo. A pesar de su veteranía, con esta añada, inicia una nueva etapa, sin desvincularse de los vinos de la familia. Pero todo empezó a finales de los 90, cuando irrumpió en el mercado de los vinos de calidad un tinto con DO Cigales: Traslanzas. Se abrió así la puerta de los polifenoles a una cara rosada. Mucho antes, Aurelio Pinacho, su padre, había formado parte como viticultor del nacimiento del Consejo Regulador. Así vieron la luz los vinos de los Pinacho. Durante todo este tiempo, Traslanzas y Pinachos se han mantenido en el mercado y María siempre ha estado detrás, sin abandonar su trabajo técnico en una bodega de la Ribera del Duero. María es hija y nieta de viticultores. Estaba claro que, como buena mucenteña, terminaría por estudiar enología. Lo hizo en la Escuela de la Vid de Madrid. Es de la añada del 75 y, aunque lleva elaborando vinos dos décadas, se puede asegurar que casi aprendió a andar entre podas y vendimias en los majuelos de Piedrahieta, Carrapalencia, La Guindanera o Traslanzas que, casualmente, es la razón social de la bodega familiar que hoy dirige junto a su marido, el viticultor mucenteño Carlos González. Una nueva etapa en la que María interviene con mayor rotundidad en el campo de la viticultura y en el diseño enológico de los vinos. Con esta añada lanza la cara rosada de Traslanzas, el tinto de tempranillo criado en roble que, desde su origen, contó con la aportación de los enólogos Ana Martín y Pepe Hidalgo. Hoy, María Pinacho convive con las dos lecturas de la bodega de Mucientes. Por un lado, los vinos Pinacho de la familia y, por otro, los selectivos Traslanzas, que deben su nombre a un pago de la localidad y que fueron de los primeros vinos tintos de Cigales marcados por un terruño. En este caso, un majuelo con cepas de 75 años, según la propia María, que todos los años producen en torno a siete mil botellas de tinto, que salen al mercado tras cuatro años, o más, de crianza en barrica y en botella. La bodega cuenta, en la actualidad, con cerca de treinta hectáreas de viñedo. Un 10% responden a viejos majuelos en vaso con medias de edad de cincuenta años y, en algunos casos, centenarios. La producción de la bodega no sobrepasa las sesenta mil botellas, pues todavía no embotella la totalidad de su producción de uva. Este año, diez mil de un nuevo rosado irrumpen en el mercado, al lado de los tintos que se comercializan con la añada de 2011. María sigue apostando por mantener, en el conjunto de la viña, las variedades blancas albillo y verdejo. En los últimos años se han plantado hectáreas de uvas blancas, ya que son el complemento para sus vinos rosados, junto con la tempranillo.

La serie de vinos con Denominación de Origen bajo la marca Traslanzas, tintos y rosados, apenas traspasa las dieciséis mil botellas anuales, de las que la mitad se exportan desde hace varios años. María Pinacho no quiere perder la fuerza de un terruño tan marcado como el del término municipal de Mucientes, ni abandonar las variedades blancas albillo, verdejo y lo que quede de viura, pues es una herencia recibida y aporta matices a sus vinos, sin olvidar que la variedad tempranillo es la columna vertebral de los tintos.

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