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Publicado por
JAVIER PÉREZ
Valladolid

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recientemente las Cortes de Castilla y León -la casa de todos- ha abierto sus puertas durante un fin de semana a una representación de los complejos monacales o conventuales que tienen obrador y elaboran dulces y pastas. Alrededor de una treintena han participado y han vuelto a cosechar buena venta, aplausos y la aceptación general de un consumidor consciente de que compraba a las monjitas los dulces de su convento. Hay quien dice que vendieron todo y que la caja obtenida podría rondar en torno a 40.000 euros. Sin duda, un fructífero fin de semana. Hasta aquí una anécdota del inicio de la Navidad que pone de manifiesto, en primer lugar, la existencia de estas comunidades religiosas y de estas pequeñas empresas cuyos beneficios permiten a las moradoras del convento vivir y arreglar las goteras de forma muy plástica -como ellas ilustran cuando se las pregunta-. Lo cierto es que estas pequeñas comunidades de religiosas, excepcionalmente también de varones, pudieran representar a más de 70 ejemplos repartidos en toda la región. Se trata de edificios religiosos donde obradores y religiosas venden sus productos al público. Teniendo en cuenta que es una realidad, como cada año demuestra Mar Frontela, coordinando esta iniciativa, deberían ir pensándose nuevos recipientes y mayor itinerancia por la región. Me pregunto si al señor obispo le interesa que sus monjitas sigan viviendo en el convento elaborando sus dulces y, lo más importante, que ellas mismas además de gestionar los complejos afronten los gastos de su mantenimiento… Pues habrá que hacerlas un hueco en los grandes edificios episcopales. Al menos, me alegro por el dulce final de algunos conventos.