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FUERO DE BRAÑOSERA

El consistorio más antiguo de España

En pleno corazon de la Montaña Palentina, Brañosera despliega todo un abanico de historia, naturaleza y gastronomía para conquistar al visitante

Un grupo de vecinos ante la fachada del Ayuntamiento durante la celebración del Acto de Exaltación del Fuero que lo reconoce como el primer pueblo de España.-BRÁGIMO

Publicado por
Almudena Álvarez

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Hace casi 1.200 años, cinco familias cruzaron la Cordillera Cantábrica y se asentaron en un lugar de osos y caza, cuando los ejércitos musulmanes dominaban la península y se iniciaba la reconquista. «Yo Munio Núñez y mi esposa Argilo, que buscamos el Cielo y recibiendo la merced entre osos y cacerías solemos fomentar poblados, hemos llevado para poblar, a vosotros, Valero, Félix, Zonio, Cristóbal y Cervelo y a todos vuestros descendientes y os regalamos para poblarle, aquel lugar que se llama Braña Osaria». Corría el año 824 de nuestra era, y ésta era la Carta Puebla que reconocía el derecho de un grupo de personas sobre unas tierras, ponía el germen del municipalismo y proclamaba a Brañosera como el primer municipio de España, tal y como ha reconocido el Congreso de los Diputados.

Hoy Brañosera conserva intacto el orgullo de esos orígenes y se encarga de reivindicarlos cada 13 de octubre, desde hace 25 años, con la celebración del Acto de Exaltación del Fuero de Brañosera, que recuerda que para ellos fue la primera carta puebla concedida en España.

Pero no solo presume Brañosera de ser el ayuntamiento más antiguo de España, también de una situación geográfica privilegiada en el corazón de la Montaña Palentina, casi en el límite con Cantabria, a los pies de las Sierras de la Braña y la Cebollera, entre bosques de hayas y robles, acebos y tejos, donde la huella del oso pardo presente desde el nombre que se dio a estos parajes de brañas de osos (Brania Osaria).

A este municipio del norte de Palencia pertenecen también las localidades de Salcedillo, Vallberzoso, Orbó y Vallejo de Orbó, que en su conjunto ofrecen una belleza singular por su historia, su arquitectura y los valles y bosques que cobijan especies tan singulares y emblemáticas como el oso pardo, el lobo, el venado, el corzo o el águila real.

A Brañosera se accede por la P-220 desde Aguilar de Campoo, una carretera que atraviesa Barruelo de Santullán e incluye un carril bici a lo largo de sus 20 kilómetros. La carretera se va introduciendo poco a poco en el típico paisaje de montaña que la localidad exhibe en cada una de sus calles, un entramado de recovecos y rincones desde donde se deja oír el murmullo del río Rubagón, y uno se deja llevar, sin quererlo, por la valentía de aquellos primeros pobladores y la sensación de libertad que dan estos parajes.

Destacan sus casonas de madera de roble –extraída de los bosques que la rodean– y de la piedra rojiza –que se saca de las canteras del pueblo y se conoce como piedra de Brañosera–. Es esa piedra rojiza la que da forma al Ayuntamiento, un edificio que se encuentra nada más entrar en el pueblo, en la Avenida del Conde Nunio Núñez, y que aquí adquiere una especial relevancia por su significado municipalista. En él puede visitarse una exposición con los escudos de todos los municipios que han participado en el Acto de Exaltación del Fuero. Y justo enfrente, en la plaza del Ayuntamiento, el Monumento al Municipalismo saluda orgulloso a visitantes de todas partes, porque espera contar en el año 2024, dos siglos después de la otorgación del Fuero, con los escudos de todos los pueblos de España.

En el patrimonio arquitectónico de este primer ayuntamiento de España destaca la iglesia de Santa Eulalia, un templo de factura románica construido en piedra de arenisca roja que tuvo que ser reconstruido tras las revueltas mineras de 1934, pero que aún conserva algunos restos de sus tiempos románicos, en capiteles y canecillos, en una de sus portadas o en la espadaña que se eleva como elemento singular del románico palentino, y en la pila bautismal y las tres marcas de cantero que pueden verse en tres piedras del edificio.

En el cementerio se encuentran los restos de lo que fue la ermita de San Miguel, la primera iglesia que tuvo el pueblo según la lápida de consagración que constata su primitiva construcción románica en el año 1.118. Y también en las afueras del pueblo está la ermita de San Roque, a la que cada 16 de agosto acuden en procesión todos los vecinos de Brañosera para celebrar las Fiestas grandes de la localidad.

Justo en el sitio donde arranca la Senda de la Pedrosa que llega hasta Barruelo de Santullán y transcurre junto al Río Rubagón, a lo largo de tres Kilómetros y medio de un camino que se pierde entre colores espectaculares en primavera y en un mágico manto blanco en invierno.

Pero además, Brañosera es la cabecera del Ayuntamiento al que también pertenecen Salcedillo, Valberzoso, Orbó y Vallejo de Orbó, en otro tiempo ricas cuencas mineras que hoy apenas suman 270 habitantes en su conjunto, y que tienen en el turismo su principal fuente de riqueza.

En Salcedillo, cuyo nombre proviene del latín y podría traducirse como «pequeño bosque de sauces», nos encontramos con uno de los pueblos más antiguos y altos de la zona. Situado en la falda de la Sierra de la Braña y dividido por el río Camesa, conserva la iglesia románica de San Martín del Obispo, que también fue víctima de las revueltas mineras que acabaron con el templo dinamitado y reformado posteriormente. Además en Salcedillo se inicia una de las etapas del sendero histórico GR1 que transcurre entre Ampurias y Finisterre.

A solo 10 kilómetros de Brañosera, en Valberzoso, una localidad que apenas suma 30 habitantes, emerge entre bosques y praderas la iglesia de Santa María la Real, un templo románico que conserva unas sorprendentes pinturas murales del siglo XV (concretamente de 1484, según la inscripción que figura bajo la última cena pintada en uno de los muros de la nave). Las pinturas, atribuidas al Maestro de San Felices, cubren la bóveda de cañón, el presbiterio y el ábside con escenas del Nuevo Testamento que tienen por protagonista a la Virgen. Y a solo dos kilómetros, sobre el río Camesa, se levanta el puente romano de Rojadillo, que mira con un solo ojo de nueve metros de diámetro entre la frondosidad de un bosque centenario de robles y hayas.

Y para los que gustan de subirse a las alturas y disfrutan de un senderismo más duro, merece la pena el ascenso al pico Valdecebollas (2.143 metros de altitud) en cuya cima se encuentra el monumento del Torreón de Valdecebollas, un hito de piedra con una placa y un vértice geodésico. Desde ahí pueden divisarse las cumbres de la Montaña Palentina, los Picos de Europa, la sierra de Peña Labra, el pico Tres Mares y la estación de esquí de Alto Campoo. Puede verse incluso el mar, si el día es lo suficientemente claro. Un lugar mágico al que se asciende cada primer domingo de agosto desde la década de los años Sesenta y que es incluso escenario de la celebración de fin de Año desde que un grupo de personas de la zona decidiera, en el año 2000, subir todos los 31 de Diciembre por la mañana hasta esta cumbre para despedir el año con una botella de champán junto al Torreón. Una despedida de altura para una comarca minera que vivió muchas décadas bajo tierra y hoy mira hacia el futuro con aires renovados, pero sin perder de vista sus raíces.