Diario de Valladolid

LA LOBA (MATANZA, SORIA)

Viñas viejas y caras nuevas para repoblar

Ana Carazo desanduvo los pasos de sus padres para regresar al pueblo con una bodega que aprecian de Estrellas Michelin a japoneses

Ana Carazo sostiene una copa ante la puerta que aparece en la etiqueta de La Loba.-L. Á. TEJEDOR

Ana Carazo sostiene una copa ante la puerta que aparece en la etiqueta de La Loba.-L. Á. TEJEDOR

Publicado por
ANTONIO CARRILLO
Valladolid

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El vino es a veces un fin, pero para Ana Carazo se convirtió en un medio. Esta joven dejó atrás la gran ciudad para regresar al pueblo de sus padres, Matanza de Soria, y dar vida a los minifundios de cepas prefiloxéricas como modo de repoblación. Más allá de lo bucólico de su historia, hoy La Loba y La Lobita se beben en restaurantes con Estrellas Michelin (dígase Berasategui o Subijana), en Japón o en Miami.

«Nací en Alicante. Mis padres se fueron allí cuando toda la gente marchó, en los años 60. Montaron una empresa que acabó relacionada con el mundo del vino». En casa había ambiente vinícola y «me venía aquí a pasar los veranos. Pasé gran parte del tiempo con el abuelo. Te ibas a las viñas y la vendimia era sagrada». Mariano García, propietario de Mauro y nariz de Vega Sicilia, le dio el empujón definitivo.

Han pasado ocho años y hoy bodegas La Loba se divide en dos, una en cada extremo del pueblo. De una salen caldos de Ribera del Duero. De otro, Vinos de Castilla y León. Matanza está en el límite de la Denominación de Origen pero, a escasa distancia, hay vid de mucha calidad.

«De ahí nace lo de Vino de Castilla y León, de dar valor a lo que queda». Y es que «coges los planos de hace 60 años de todo el viñedo que había y se te saltan las lágrimas. Es bárbaro».

Ana señala que este año «en Recuerda, por ejemplo, hemos cogido dos o tres parcelas y hay cuatro líneas que sí estaban con un poco de vida pero la hemos dejado como las demás», en reposo. Al año que viene comenzará la recuperación pero «hasta después de cinco años no llega a equilibrarse». Con esta labor «trabajamos ciento y pico parcelas. Hay parcelas de dos líneas donde tienes 30, 40, 60 cepas».

Este mimo llega incluso a sus dos bodegas, que confía en ampliar en breve aunque manteniendo la separación reglamentaria al ser de distintos orígenes. La cuba grande se llama Obélix; la pequeña Astérix; las dos medianas, gemelas, Zipi y Zape; y sobre los toneles descansan pizarras con nombres propios junto con las mezclas y los orígenes de la uva.

En Matanza la cobertura móvil es escasa e internet es una entelequia. Apenas quedan 37 almas y no siempre reman en la misma dirección. Pero las vides de 200 años que no se llevó la despoblación, el cereal o las concentraciones vuelven a la vida. Un vino ancestral, aplaudido y personal para una apuesta de vida.

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