Sigue la historia del vino en Mayorga

Meoriga hace honor al origen de Mayorga. Pocos saben que esta localidad vallisoletana fue el epicentro del vino de la Ribera del Cea, comarca vitivinícola histórica en toda la Tierra de Campos, enmarcada hoy en la DO Tierra de León. El origen de la bodega se remonta a la añada 1964 cuando un grupo de viticultores mayorganos –alrededor de 250–, y algunos de los pueblos del entorno, se unieron para fundar una cooperativa y así rentabilizar las producciones de sus viñas y de sus vinos. Entonces contaron con más de 2.000 hectáreas y más de cinco millones de litros. Un paisaje social y agrario que ya es historia pero que no ha desaparecido gracias a Meoriga, todo un pulso al futuro del vino de calidad de Mayorga en el siglo XXI. La gestión cambió de modelo con la nueva propiedad de las instalaciones en el 2007, aunque el corazón sigue siendo cooperativo. Casualmente fueron los hijos y nietos de los fundadores los que hace 20 años se pusieron en marcha para reflotar y recuperar la viña y el vino. Toda una revolución que acaudilló el joven David Urquizu, ingeniero técnico agrícola, descendiente de fundadores y que hoy dirige con acierto la bodega propiedad de 70 socios y con una producción media de 500.000 botellas. El embrión del proyecto fue la plantación de 50 hectáreas en espaldera hace 20 años. El salto definitivo fue en 2007 con readaptación de la bodega invirtiendo medio millón de euros en su adquisición accionarial y en mejoras; la misma cantidad que se invierte este año en otra fase de modernización que permitirá contar con nave de crianza, tienda y sala de catas, uniéndose así al fenómeno enoturístico.

La bodega y sus vinos disfrutan hoy de un merecido reconocimiento tanto por el mercado como por los prescriptores y medios especializados. En esto influye la pertenencia a la Denominación de Origen Tierra de León sumándose así potencial de la prieto picudo, hoy con un notable reconocimiento enológico. Sus vinos tintos Meoriga y SM (Santo Toribio de Mogrovejo) son el santo y seña del vino mayorgano. La variedad prieto picudo les define en las distintas categorías de joven roble, crianzas y reservas. Si hay algo que caracteriza a esta bodega terracampina es la capacidad para amoldarse a los gustos del mercado. Además de elaborar rosado joven de uva prieto picudo, ha abierto una línea de rosados semidulces. Los blancos de la variedad albarín, Esencia 33, incrementan cada año las partidas en el mercado, lo mismo que el blanco semidulce Esencia 27. Un rasgo más de la capacidad de adaptación ha sido su última elaboración, un vermut de prieto picudo denominado Esencia Tabira.

Meoriga nació con un buen cimiento: las 50 hectáreas de viñedo propio, de la que son dueños los 70 socios de la bodega. Se trata de una plantación en espaldera en la que más del 75% se ha destinado a la variedad autóctona de la zona: la casta tinta prieto picudo, base de sus tintos y rosados. Al mismo tiempo, la variedad verdejo y albarín cuyo cultivo se incrementa cada año son la base de los vinos blancos. Una pequeña partida del cepaje gewürztraminer permitirá la salida al mercado de los blancos de marcado carácter aromático.

El asesoramiento enológico del enólogo David Cabezón ha marcado en buena medida el éxito de la bodega y asegurado el diseño de vinos modernos y competitivos. En la bodega, Óscar de la Viuda (socio, mayorgano e ingeniero técnico agrícola) se encarga del control de las viñas y las tareas de bodega. Pero el peso de la dirección del proyecto de bodega y la gestión comercial está en las manos de David Urquizu que ha logrado con esfuerzo entrar en los mercados, dar reconocimiento a su vinos, ofrecer una imagen joven y muy creativa a sus etiquetados y poner en valor el patrimonio cultural industrial de viejo edificio, historia pura del vino en Mayorga.