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EL CASTILLO (SEPÚLVEDA, SEGOVIA)

Pastelería centenaria con solera

El obrador, fundado en 1910 por Gabriel García, lleva abierto desde hace cuatro generaciones. Es uno de los más antiguos de la provincia de Segovia

Exterior del establecimiento situado en la plaza de España, junto al castillo.-HENAR MARTÍN

Publicado por
Henar Martín Puentes

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Pocas villas como Sepúlveda conservan la tradición que a lo largo de los siglos ha ido asentando su historia. Emplazada sobre una enorme peña que mira al río Duratón, fue durante siglos un enclave fundamental para el reino de Castilla.

Su plaza de España conserva la sobriedad y nobleza de una villa en la que personajes como el conde Fernán González o Alfonso VI dejaron su impronta. En ese mismo lugar se levanta desde el año 1910 la Pastelería ‘El Castillo’ que fue fundada por el bisabuelo de los actuales propietarios, don Gabriel García Pulido, más conocido como el tío Rosquillero de Navares. «Su padre era pastor, él decidió buscarse la vida y se marchó a Madrid donde acabó trabajando en una pastelería que se llamaba ‘La Pelota’ - ya desaparecida- que estaba situada en la calle Cardenal Cisneros. Allí conoció a la que iba a ser su futura mujer (Valeriana) y decidieron venirse al pueblo y empezaron a elaborar rosquillas de Santa Clara», relata con entusiasmo su bisnieto, también llamado Gabriel, quien recuerda cómo en un principio transportaba las elaboraciones en alforjas de burro para repartirlas por los castros y las fiestas de los pueblos hasta que más tarde se asentó en Sepúlveda.

El obrador ha mantenido el ambiente y la esencia intacta desde entonces a lo largo de cuatro generaciones: a Gabriel le sucedió su hijo Manolo que llevó las riendas del negocio junto con su mujer Petra; luego fue Manolo -la siguiente generación- quien se ocupó del oficio con su esposa Adelina, hasta llegar en la actualidad a Gabriel García, bisnieto de los fundadores, quien lo regenta junto a su mujer Mónica, a la que podemos ver cómo atiende con desparpajo desde el mostrador.

De esta manera ha ido pasando de padres a hijos con la misma sabiduría y cariño con el que empezó su negocio. «Detrás del éxito hay mucho trabajo, muchísimo esfuerzo y apoyo familiar», resume el último representante de una saga familiar que ha hecho famoso a este horno entre los turistas que visitan la localidad. El 80-90 por ciento de los clientes que llegan proceden de Madrid aunque últimamente es cada vez más frecuente encontrar a foráneos de Alemania, Bélgica e incluso a algún japonés. «Es una pasada cuando los turistas llegan hasta la plaza desde las callejuelas hipnotizados por el olor del obrador del horno; es una alegría inmensa cuando nos lo comentan».

Gabriel García se ha convertido un siglo después en una especie de ‘biblioteca familiar’ de recuerdos que a lo largo de este siglo de vida se han ido sucediendo. Entre ellas, narra cómo su abuelo Manolo durante la posguerra, en plena época del estraperlo, se vio obligado a cargar con sacos de azúcar en bicicleta que cambiaba por pastillas de jabón que elaboraba en casa su madre para poder trabajar. «Era increíble. Llevaba un saco a la espalda de 60 kilos y otro en el manillar de la bicicleta del mismo peso y consiguió escapar de una pareja de guardias civiles que vigilaban en la carretera».

RECETAS DE SIEMPRE

Las anécdotas y añoranzas que durante estos años se han ido ‘cocinando’ entre los bastidores de la pastelería se han mantenido intactas al igual que sus recetas, las mismas desde los orígenes. Lo más típico podemos encontrar en esta casa son los petit choux, unos pasteles famosos por la crema pastelera, «no he comido una mejor en mi vida», comenta con gracia Gabriel. «La gente viene a por ella. Tiene muy buena materia prima y mucho cariño utilizamos una materia prima que es de primera calidad», relata.

Junto a ello, realizan las rosquillas de Castrillo, típicas de Sepúlveda, con yema de huevo frita, o también las palmeras rellenas de mermelada y cubiertas de chocolate y cómo no, otras delicias como el ponche segoviano o el tormo sepulvedano, un bizcocho borracho con chocolate y yema.

TRADICIÓN E INNOVACIÓN

«Hemos conservado todo el encanto y todas las recetas tal y como se elaboraban pero hemos ido innovando». De esta manera han ido introduciendo nuevos postres como el amplio abanico de turrones que realizan durante el invierno y que abarca casi una veintena de clases distintas. También preparan galletas de mantequilla y pastas de té. Otro de los productos de temporada ‘estrella’ entre la clientela son los buñuelos de viento. Aunque según confiesa su dueño «la mayor locura viene en los reyes con los roscones».

El obrador cierra durante el mes de enero (desde el día 7) y una semana de julio.

Los retos de futuro de Gabriel pasan por mantenerse como hasta ahora. No busca ampliar el negocio ni abarcar otros mercados. Y es que el verdadero encanto de esta casa es que la lealtad y respeto que han sabido mantener desde el principio. Un dulce legado que sigue atrayendo un siglo después.