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Vinum Vitae

Un tinto gomellano entre los gigantes de la Ribera

Víctor, en el interior de su pequeña bodega ribereña, donde realiza todo el proceso de elaboración del vino, desde la fermentación al embotellado.-ARGICOMUNICACIÓN

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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La pequeña historia del tinto Avañate comienza en Ciruelos de Cervera, en tierras burgalesas del Arlanza. Poco imaginó Víctor Martínez, nacido en el 64 en el seno de una familia de agricultores cerealistas, que aquella añada mítica sería premonitoria. Tampoco que en otra añada, la de 2010, su pequeña producción de uvas entraría a formar parte de un sueño colectivo llamado Ribera del Duero. Sin saberlo, el vino estaba en su hoja de ruta y en su amor al campo. Y todo gracias a las viñas de Sofía García, la abuela de Ana, su mujer. Como buena gomellana, ella le animó a vendimiar y a vivir en Gumiel de Izán, en el corazón de la Ribera del Duero burgalesa.

De este modo, este viñador de vocación alternó su trabajo de profesor de Universidad con la elaboración de vinos. Desde hace ocho ciclos vegetativos -con sus vendimias, sus mostos y sus fermentaciones- su microbodega ha ido escalando posiciones, ganándose un hueco en el mercado de los vinos de calidad. Apenas tiene diez barricas, pero sí los medios técnicos necesarios para la elaboración de unas 3.500 botellas de tinto en cada campaña. Solo cuenta con la producción de sus uvas, que obtiene de los pagos diseminados por el término municipal de Gumiel de Izán. Son viñas en vaso, situadas a 850 metros de altitud, con bajos rendimientos que nunca pasan de los 4.000 kilos por hectárea. Los majuelos están en la Cuesta del Peral y en la Huerta Garcés, mientras que la viña más vieja se encuentra en Valdelazarza, además de otros viñedos en el paraje llamado Narejo. Viñas que suman 2,5 hectáreas. Hasta aquí la radiografía de una de las bodegas más pequeñas de la poderosa Denominación de Origen Ribera del Duero.

Estas son las razones del éxito de los vinos de Vinum Vitae, que así se llama la razón social de esta empresa elaboradora y embotelladora con sede en Gumiel de Izán. También es el nombre de la bodega, ubicada en el garaje y en el sótano de la casa familiar, dentro del casco urbano gomellano. El ‘garaje’ parece ser toda una metáfora, pues así se denominan los vinos de alta gama, que se elaboran en espacios reducidos con partidas muy pequeñas de uva. Avañate ya ha saboreado las mieles del éxito con premios en concursos internacionales y numerosas menciones en catas de prescriptores del vino. A pesar de su corta producción, que nunca sobrepasa las 3.500 botellas cada año, la bodega ya hace sus pinitos en exportación. De este modo, el vino que elabora un paisano de Ciruelos de Cervera –aunque en terruño gomellano- ha llegado hasta Centroeuropa y América, con partidas distribuidas en Brasil y Suiza.

Este es un buen ejemplo de lo que, en los últimos años, viene a denominarse ‘fenómeno del vigneron’, que trabaja con uvas obtenidas del cuidado de una viña de corta producción, cuyas prácticas culturales y procesos de elaboración y crianza son realizados por las manos del mismo viticultor y bodeguero. Esto demuestra que sí es posible apostar por un vino de calidad y formar parte de una denominación de origen fomentando, al mismo tiempo, la cultura del vino del territorio y la herencia vitícola heredada. El asesoramiento enológico de la consultora burgalesa Enodivinos garantiza la regularidad y el equilibrio de los tintos de Ana y Víctor, todos ellos en contacto con el roble, salvo una pequeña partida de rosado, un guiño a los claretes gomellanos del pasado. Avañate es, por lo tanto, el fruto de una microbodega bien engarzada al rosario de las grandes firmas ribereñas. Sale al mercado en la franja de los 15 euros por botella -siempre vinos de añada-, en tiendas de vinos y restaurantes en distintas ciudades españolas. Sin duda, un ejemplo para iniciativas que puedan surgir con ese marchamo familiar y con fuertes vínculos al terruño local.