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José Luis Sanz, en uno de los comedores de su restaurante, decorado con motivos monacales. ArgiComunicación.-ARGICOMUNICACIÓN

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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El restaurante Alboroque, situado en el casco histórico de Portillo, es un buen ejemplo de comanda que refleja, en buena medida, el marco donde está anclado un establecimiento. Desde hace tres décadas, José Luis Sanz ha sabido marcar una acertada conducta empresarial y gastronómica, poniendo en la decoración la sensibilidad suficiente para crear distintos ambientes, desde la barra a la zona de copas, los comedores y la terraza. Todo ello, sujeto a la estructura de un edificio que fue religioso –la iglesia de San Juan Bautista-, cuyos vestigios permanecen en techos y paredes.

Lo mejor del restaurante Alboroque, situado a quince kilómetros de la ciudad de Valladolid, es que abre a diario, dotando de una infraestructura gastronómica a una localidad de gran actividad empresarial, agraria y turística. José Luis ha acertado en el enfoque de su comanda. Nunca falta el lechazo asado. Tampoco los espárragos, los puerros, las carnes rojas y el bacalao, entre otros platos de la carta. Haciendo un guiño a la tradición portillana, uno de los más singulares es el mondejo. De carácter local, tiene su origen en las matanzas del cerdo. El mondejo, o estómago de cerdo -también cuajo o cieguillo- se sirve emplatado, después de lavarlo y de una sencilla cocción, que aporta terneza y permite un ligero paso por plancha. Se riega con aceite y se salpimenta. Este sabor y textura singular encuentra en Portillo casi su único reducto dentro de la oferta gastronómica provincial.

A esta sorpresa se añaden platos de pescado, revuelto de morcilla, chipirones con cebolla caramelizada, pata de pulpo a la brasa, carnes rojas y parro, un guiño al pato de la cocina tradicional de la Tierra de Pinares. Aquí se puede comer por una media de 30 euros a la carta, aunque también hay menú del día. No faltan guiños al ajo ni al mantecado de Portillo -dulce que José Luis ofrece siempre a los postres- ni a los recipientes de las alfarerías portillanas. Buena carta de vinos. Un restaurante que merece una vista y que, además, cuenta con un hotel rural, La Enhorcadora, anejo al edificio.