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GASEOSAS OLMOS (FUENTEPELAYO, SEGOVIA)

El sifón de cristal como antaño

La empresa familiar lleva desde 1947 elaborando bebidas carbonatadas. Exporta sus sifones a las regiones italianas de Parma y Bolonia

Camión de reparto en 1958, en los inicios de la empresa. En la imagen Jesús, cuñado del fundador, Simón Olmos y Pedro, hijo de éste.-L.P.

Publicado por
Henar Martín Puentes

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Es de las pocas empresas que quedan en España que siguen embotellando sus botellas como antes. En cristal y con tapón mecánico (con alambre). Entrar en la empresa Gaseosas Olmos es hacerlo en una fábrica de recuerdos, de nostalgias, de pasados. Porque en sus instalaciones mantienen viva esa España de posguerra, años en los que la gaseosa se convirtió en una bebida popular. Desde hace 70 años esta pequeña empresa segoviana de Fuentepelayo produce gaseosa y refrescos como se hacía antaño. La industria, creada en 1947 por Simón Olmos, embotellaba en sus inicios las primeras gaseosas utilizando para ello botellas de champán con un tapón de corcho que ataban con una cuerda. «Tenían que llevar las botellas inclinadas porque te saltaban los corchos a la cara», recuerda el nieto del fundador, Enrique Olmos. Su padre Pedro, ya de pequeño ponía los capuchones en la fábrica.

En medio de una España de carencias, una gaseosa representaba una bebida asequible para casi cualquier bolsillo. En cualquier tasca o bar de por aquel entonces era frecuente ver el clásico sifón para mezclar en los chatos de vino. Entonces el refresco se empleaba para disolverlo con tinto. Un clásico de siempre que ha pervivido hasta nuestros días. «Fue el refresco que se podía permitir una familia en esa época en España», rememora Enrique, tercera generación de esta pequeña industria que se resiste a dejarse sucumbir por la imposición del tetra brik.

A sus 45 años, Enrique recuerda cómo ha ido evolucionando el panorama para los productores. Si hace años había más de 5.000 fábricas de gaseosas en España, ahora la cifra no llega a alcanzar el centenar. Algunos recordarán en su memoria aquellos anuncios de época que se hicieron famosos como las gaseosas La Pitiusa o la célebre marca La Casera. «Había casi una fábrica en cada pueblo, era lo que se podía beber, se consumía muchísimo», dice. Enrique sabe casi de memoria los nombres de las últimas que han ido desapareciendo. «Gaseosas Santa Elvira, de Arévalo (Ávila), cerró hace diez años; El Alcotán, de Pedrajas de San Esteban, en Valladolid, ha sido una de las últimas», dice con pesar. «Quedamos muy pocos. Es una pena porque antes nos apoyábamos y ahora estoy solo ante el peligro».

EXPORTAR, LA CLAVE

Una lucha al más puro estilo David contra Goliat en la que pequeñísimas, casi minúsculas industrias, luchan a contracorriente en un mercado dominado por grandes multinacionales. Y en este panorama Enrique se vio obligado a innovar y exportar como claves para sobrevivir. «Hay que adaptarse a lo que el mercado demanda; especializarse es la clave», señala. Para ello comenzó a exportar en enero de 2014 a Italia. El camino no fue fácil pues en las regiones de Parma y Bolonia, a donde envían su bebida de seltz (un sifón con sabor a tónica que se utiliza para hacer cócteles), tuvo que realizar numerosas pruebas hasta que dieron con la fórmula que querían. Ahora, cuatro años después de aquel hito, se muestra satisfecho, pues exportan al país transalpino 100.000 botellas de 1,5 litros al año. «Más que ayudas hemos tenido consejeros para saber exportar y llamar a otras puertas», sostiene.

La empresa, que está adscrita a Tierra de Sabor y Alimentos de Segovia, ha sabido posicionarse como una de las industrias punteras del sector en bebidas carbonatadas de Segovia. De sus instalaciones salen, además de gaseosa y agua de seltz, refrescos de limón. Producen al año 300.000 litros con un total de ocho referencias, tanto en cristal como en PET.

A veces perseverar y mantenerse firmes a nuestra esencia y personalidad es la clave del éxito. Eso parece que le está sucediendo a Enrique, al que le llaman de locales gourmet del Mercado de San Miguel en Madrid porque según él, está de moda el vermut y piden sifón. Aunque, según confiesa, «hay bares que ni saben lo que es».Y es que, ya casi desparecido de muchos establecimientos de hostelería, el envase lucha por sobrevivir: «no es fácil. Hay que saberlo manejar».

Se ha convertido en un firme defensor de este recipiente, el de los cascos de cristal. «En Alemania las cajas de cerveza siguen teniendo el cristal retornable. Y no contaminas nada», argumenta. «Algunos clientes me piden el envase de cristal. Es más limpio y aséptico que el plástico, que contiene componentes químicos», sostiene.

Y a pesar de que el cristal es pesado y mucho más caro (en el año 95 costaba 1.000 pesetas cada sifón), el envase se ha convertido en un artículo de culto entre los nostálgicos. Enrique puede presumir de ser uno de ellos. En su almacén atesora como oro en paño una colección de 1.000 botellas de gaseosa y otros 600 sifones de distintas marcas. También conserva maquinaria antigua. «Algún día, quién sabe, abriré un museo».

Pero además, la empresa colabora en actividades para mantener vivas algunas tradiciones como la denominada ‘Sinfonada de Cabezuela’, una divertida fiesta en la que los vecinos de este pequeño pueblo se mojan durante las fiestas patronales en el mes de septiembre con el sifón en la plaza mayor al más puro estilo ‘batalla campal’.

Siete décadas después de que abriera sus puertas, Gaseosas Olmos sigue teniendo la fuerza y empuje que ha caracterizado siempre a esta bebida.