Pagos de Vallejo (DO Ribera del Duero).
La huella de Exiquio en Tórtoles de Esgueva
Hace más de un siglo, Exiquio Villamor -el vinatero más célebre de una parte del Esgueva- nunca habría imaginado que sus bisnietos Javier y Jorge iban a conseguir premios internacionales con sus vinos, como los recientemente obtenidos en el Mundial de Bruselas gracias a su tinto Buen Camino, elaborado en la bodega familiar Pagos de Vallejo. Claro, que en todo esto mucho ha tenido que ver su nieto, Javier Vallejo Villamor. Junto a su mujer, Lucinda Abella, ambos han sabido trasladar a sus dos hijos la pasión por su pueblo y por el cultivo de la vid, además de apoyarles en la creación de la nueva bodega. La huella del vinatero se ha salvado.
Hasta aquí, una historia que suele repetirse con frecuencia. En este caso, se traslada al escenario rural de un pueblo con profundas raíces vitivinícolas, pues las entrañas agujereadas del casco urbano de Tórtoles de Esgueva dan fe de siglos de fermentaciones y cuberos. Incluso las laderas del entorno mantienen el paisaje de majuelos y espalderas. Lo curioso es que esta población burgalesa de la comarca del Esgueva es la que abre el paso a la Denominación de Origen Ribera del Duero en todo el histórico valle que, curso abajo del río, se quedó fuera del ‘sueño del Duero’. Tórtoles entró casi de milagro, pues en la linde se encuentra el término palentino y cerrateño de Castrillo de Don Juan, con las mismas características de suelo, clima, cepajes y vínculos históricos… pero nunca llegó a entrar. Después de dos décadas de lucha por entrar en el ‘paraíso’, Castrillo ya ha sucumbido, paralizando su actividad elaboradora, incluyendo el arranque de sus viñas.
Esta historia la conocen bien Javier Vallejo, nacido en la añada del 85, y Jorge Vallejo, del 90. Por eso ambos valoran el privilegio de que su vino sea el primero etiquetado con DO Ribera del Duero y la primera bodega con Denominación de Origen situada en la misma puerta burgalesa del Esgueva. Desde niños han estado vinculados a la viña. Su infancia, como la de tantos niños en estos pueblos del Esgueva, transcurrió conviviendo con bodegas subterráneas y los vinos cosecheros, que nunca se dejaron de hacer. Pero ambos hermanos inician ahora un nuevo reto, que culminará con una nueva bodega en su pueblo. Javier tuvo clara también su formación pues, como tantos jóvenes de la Ribera del Duero, estudió el Ciclo Superior de Vitivinicultura en el centro de los Gabrielistas, de donde sale una buena cantera de profesionales de enología y viticultura en la Ribera. Por su parte, el enólogo ribereño Juan Ayuso es quien asesora a la familia, desde que esta decidió entrar en la Denominación.
Desde la añada de 2013, la familia se ha ido abriendo camino con sus vinos, lentamente, comenzando por pequeñas partidas. Hoy cultiva alrededor de ocho hectáreas de viña, el 90% en espadera, con una media de edad de entre 15 y 20 años. Todas las viñas están en el término municipal de Tórtoles de Esgueva. Algunas, en parajes históricos de viñas, como Camino Quintana, Entrambascarreras y Guademella, este último, en la linde con Castrillo, dando nombre a unos de sus vinos. Sin embargo, la etiqueta más conocida es la del tinto crianza Buen Camino, un saludo jacobeo lejos del trazado santiaguista, todo un estímulo para la única bodega con DO en el pueblo. Precisamente, la nueva bodega, que ya está proyectada, se construirá en breve fuera de la casa familiar, donde se ubica ahora. De esta forma, los Vallejo cerrarán, definitivamente, el círculo en su propio pueblo pues, hasta ahora, han necesitado el apoyo de instalaciones en bodegas del Duero. Su producción gira en torno a las 20.000 botellas de tintos crianza.
Soplan nuevos vientos en Tórtoles de Esgueva, y aquí saben mucho de ello, pues su gentilicio es ‘pelaires’, que viene de esa brisa del Duero que llega al Esgueva. También se les conoce por ‘tortolitos’ o ‘tortolicos’, términos amables que regalan sonrisas a la cultura del vino desde Tórtoles de Esgueva o ‘de la Esgueva’, como también se dice por la comarca.