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Dos enólogos y un astronauta

Bodegas de Crianza de Pozaldez

Miguel Ángel e Ignacio ya se han subido a la moto del vino, y lo hacen de forma simbólica sobre la escultura del artista local Juan Antonio Martín Carrión, en Pozaldez.-ARGICOMUNICACIÓN

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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Miguel Ángel Fernández e Ignacio Hernández están al frente un proyecto de vinos denominado Bodegas de Crianza de Pozaldez, inscrito en la DO Rueda. Ambos acaban de sacar al mercado su primer vino, Liberso, un blanco joven de uva verdejo que procede de sus propias viñas, y que luce en la etiqueta la figura de un astronauta. Todo un guiño del diseñador, que les ha puesto en la órbita del mercado. Miguel Ángel e Ignacio se conocieron durante la carrera. Ambos son alumnos de INEA, la Escuela Universitaria de Ingeniería Agrícola, situada en Valladolid. Este centro se ha convertido en una de las canteras más prolijas en materia de formación agraria, de la que proceden muchos profesionales que hoy están gestionando empresas agrarias y alimentarias en Castilla y León. Desde su época de estudiantes, estos dos amigos siempre soñaron con elaborar un vino y crear una bodega, así que decidieron empezar a materializarlo. Por un lado, Miguel Ángel era de Pozaldez, descendiente de una familia de agricultores y, además, tenía las uvas. Por eso, al terminar su formación se dedicó a la labranza y al cuidado de las plantaciones de viñedo. Por otro lado, Ignacio completó su formación en la Palencia, graduándose en la Escuela de Enología, que es otro solido yacimiento de enólogos en Castilla y León.

Aunque Ignacio sigue vinculado a otras bodegas del Duero, está muy entregado a su proyecto enológico. Elabora los vinos con la materia prima que generan las 30 hectáreas en espaldera de la variedad verdejo, que ya alcanzan una edad media de quince años. Lo bueno es que el camino estaba ya trazado. Con este nuevo proyecto, su bodega se ha convertido en la cuarta de este término municipal que pertenece al ámbito geográfico de la DO Rueda. No obstante, en principio elaboran con sus propios depósitos y en las 25 barricas bordelesas de una bodega de La Seca, una particularidad que no ocultan pues, aseguran, esta es la única manera de abrirse camino, mientras esperan la construcción de nuevas instalaciones en la próxima campaña. Para la familia de Miguel Ángel -en especial para su padre, Miguel- el proyecto es todo un reto, pues supone dar continuidad a la labor de una familia con varias generaciones ligadas a la agricultura y el vino en el pueblo. Por ahora, las visitas pueden degustar los vinos en la bodega subterránea, tras conocer las viñas, situadas en un aparte, a la entrada del pueblo, en el pago de Pocillavino.

La producción que obtienen en cada cosecha sale de las 32 hectáreas de viña, 16 de ellas con 17 años de edad y otras diez con cuatro años. El total de producción de uva no sobrepasa los 250.000 kilos y solo una parte se destina a los nuevos vinos. La primera partida es de 15.000 botellas. Pero, para afrontar el primer salto enológico, han elaborado con distintos criterios y para vinos diferentes, en depósito de acero inoxidable y a temperatura controlada, criando en sus lías durante, al menos, siete meses.

También han apostado por el contacto con el roble, por eso elaboran diferentes vinos fermentados en barrica de roble francés, americano y húngaro. Ignacio asegura que proceden de los mejores toneleros del mundo. La vocación de crianza se manifiesta a la hora de elegir distintos envases de roble, con capacidades que van desde los 225 litros, a 300 y 500 litros.

Nace así una nueva iniciativa liderada por dos jóvenes, que se han subido simbólicamente a la moto del vino de calidad y lo festejan a bordo de la escultura creada por un tío de Miguel, el artista local Juan Antonio Martín Carrión, justo a la entrada de Pozaldez. ¡Buen viaje!