Liberalia Enológica
Taninos, violines y pajaritas
Pronto llegará el 20 aniversario de la bodega que se inspiró en el dios Liber. Y Juan Antonio seguirá colocándose la pajarita alrededor del cuello. Una para cada día del año. «¡Y de las que se lazan a mano, no de las que vienen pegadas y se acoplan con un clip!», asegura. La pajarita ha vestido siempre a Juan Antonio Fernández Martín, ingeniero agrónomo zamorano de la añada 43, natural de Benavente y con raíces en El Pego. Como complemento de su indumentaria, la pajarita es la imagen que ha trasladado el bodeguero de Liberaria al mundo del vino. La prenda no viaja sola: desde hace décadas lo hace al lado del violín, recostado sobre su hombro en los conciertos, frente a los lienzos o junto al caballete, donde el bodeguero-músico pinta la vida como la ve y, en ocasiones, las uvas, las ‘castas’, su ciclo vegetativo y el mismo vino.
Esta bodega toresana se funda en el año 2000, coincidiendo con el definitivo despegue de la DO Toro, la llegada de inversiones, la creación de muchas bodegas y el nacimiento de nuevos vinos. Es entonces cuando aparece Juan Antonio, a quien se le ocurre poner la Quinta Sinfonía de Beethoven a sus tintos de las añadas del nuevo milenio que dormían en barricas bordelesas. La sintonía sigue sonando y, aún hoy, los crianzas y reservas envejecen con un fondo de música clásica permanente en la nave de 500 barricas bordelesas de 225 litros y una media de edad de tres años.
Beatriz Fernández, su hija, es la encargada de gestionar la empresa. Bea hereda ese punto diferente, glamuroso, original y creativo de su padre, trasladándolo a la imagen de los vinos y a la decoración de la bodega, que este año estrena instalaciones, capaces de recibir a los muchos visitantes que se acercan por aquí cada semana. Porque Bea, además de canalizar las exportaciones –que alcanzan un 70% de la producción- y abastecer los circuitos comerciales y la distribución de los vinos en los mercados nacionales, ha diseñado una buena oferta enoturística. Casi, desde la primera fermentación, la bodega es visitada por aficionados, sumilleres, artistas, poetas, cantantes, hosteleros, músicos y deportistas.
A Juan Antonio le gusta decir que su bodega la visitan «hombres, mujeres, niños, mayores, burros y canes». Y es cierto, porque todo entra en la viña del señor de la pajarita. Aquí se organizan eventos tan originales como conciertos para perros-guía, para canes, para burros zamorano-leoneses, para asnos… Sin más. Así, como suena. Animales, músicos y el público aplaudiendo. Sorprendente simbiosis con la viña y el vino. Sin duda, se trata de una modalidad de enoturismo increíblemente sensible. Este es un rasgo más de la originalidad de la bodega Liberalia. La ingente actividad artística de Juan Antonio moviliza, cada cierto tiempo, encuentros, visitas, exposiciones y conciertos en la bodega, ante la sorpresa del visitante, que puede integrarse en ellos. Muy pronto se completará el observatorio astral en lo alto de la torre-mirador.
Toda la producción de uva ronda los 225.000 de kilos. Procede de viñas propias y de viticultores del entorno, con una media de edad de entre 30 y 50 años, las vides más jóvenes conducidas en espaldera. La variedad principal es la tinta de Toro, además otras ‘castas’, con las que se elaboran blancos y espumosos, como moscatel de grano menudo, malvasía y albillo. La bodega comercializa 200.000 botellas al año, el 90% tintos. Sus tintos Liberalia Cero, y ‘pie de cuba’ han logrado buenas respuestas entre los prescriptores. Lo mejor de Liberaria es que mantiene una oferta variada, desde los blancos secos a los dulces, pasando por el veterano espumoso Ariadna. Su tinto Duradero -elaborado sobre la base de tinta de Toro y las ‘castas’ lusitanas touriga y tinta roriz- enriquece la gama con este toque a Raya portuguesa.
De forma habitual, Liberaria dedica partidas de vinos y etiquetas a artistas, compositores y personajes literarios. Los últimos han sido Martin Luther King y Félix Rodríguez de la Fuente. En la familia Liberalia sigue reciente el recuerdo de Jesús López Cobos, que visitó varias veces la bodega y a quien recuerda Juan Antonio de forma entrañable, el pintor, el violinista, el bodeguero… el señor de la pajarita que hace vino en Toro.