TURISMO NATURAL
La conquista del bisonte europeo
El bisonte europeo se ha convertido en la estrella de la Montaña Palentina. Seis mil visitantes acuden cada año a la llamada de esta especie en peligro de extinción que ha regresado junto a caballos Przewalsky y ponis losinos
Hace ocho años que el bisonte europeo regresó a la Montaña Palentina y volvió a encontrarse con esta tierra que abandonó hace mil años. En este tiempo la localidad palentina de San Cebrián de Mudá ha ofrecido a turistas, familias, escolares y amantes de la naturaleza en general un viaje a la Prehistoria que es, a su vez, toda una lección de conservación y respeto al medio ambiente, entorno a esta especie en peligro de extinción que se ha convertido en un habitante más de la Montaña Palentina.
En una enorme reserva de 150 hectáreas de robledal y praderas, dividida en dos parcelas valladas y localizadas en San Cebrián de Mudá y San Martín de Perapertú, campan a sus anchas doce bisontes europeos, dos caballos salvajes de Przewalski y siete caballos losinos, la única raza autóctona de Castilla y León. No es un zoológico, ni una exposición de animales vivos. La Reserva del Bisonte Europeo de San Cebrián de Mudá es otra cosa muy distinta. Es una oportunidad única para reencontrarse con el pasado, con la mirada viejuna del bisonte europeo que volvió a pisar la Montaña Palentina en 2010; con la fuerza de los caballos salvajes descubiertos por el explorador ruso Przewalski en 1870; con la autenticidad de los ponis losinos, más conocidos como jacas burgalesas; y con una naturaleza generosa de robles, quejigos y praderas habitadas por osos, ciervos, urogallos y lobos.
Hoy podemos acercarnos a estas especies desconocidas y todavía en peligro de extinción gracias a la visión del Ayuntamiento de San Cebrián de Mudá que decidió luchar contra la despoblación con una apuesta poco habitual por la conservación, tras una reconversión minera que dejó en poco más de 160 habitantes este municipio situado a 120 kilómetros de la capital palentina.
La primera parada está en el Centro de Interpretación del Bisonte Europeo, Bison Bonasus, donde se explica la filosofía del proyecto de recuperación del bisonte y todo lo que hay que saber sobre esta especie, su evolución y los lugares donde viven los 4.000 individuos que actualmente pacen tranquilos por el mundo. Paneles informativos, contenidos audiovisuales, exposiciones y talleres descubren los misterios de este animal al que siguen en secreto dos cámaras colocadas en lugares estratégicos de la reserva.
Solo hay que recorrer dos kilómetros para llegar a la reserva del Bisonte Europeo, que limita con el Parque Natural Fuentes Carrionas-Fuente Cobre. El recorrido, -siempre acompañado por un guía-, a gusto de cada uno: andando (la opción más barata), en bicicleta, en todoterreno, con raquetas de nieve (si se da el caso), o en calesa tirada por dos equinos, Jilguero y Ruiseñor, hispanobretones para más señas. Una vez en la reserva hay tres puntos desde los que poder observar los movimientos de los bisontes. El más importante se encuentra a la entrada de la reserva, donde están las pesebreras a las que se acercan los bisontes en busca de alimento porque «son muy tragones», afirma Jesús González, conocido por todos como Chuchi, el alcalde de San Cebrián e impulsor de este proyecto. Con el corazón en un puño y los dedos cruzados para llamar a la suerte, hay que esperar apostado y paciente en el mirador, en silencio, esperando a que aparezca el primer bisonte, con la respiración contenida ante la incertidumbre añadida por si uno logrará verlos o no.
De que nadie se quede con las ganas se encargan los guías de la reserva, Gema, Toño y Amparo, que atraen a los bisontes con silbidos, palabras cariñosas y sus «chuches» preferidas, unos tacos hechos de alfalfa, paja y sales a los que son incapaces de resistirse, afirma Chuchi. Entonces la manada, acostumbrada a su voz, acude a la llamada de los guías, mansa y tranquila, para no defraudar a ningún visitante. En ese momento se para el tiempo, suenan fotos y susurros de asombro mientras los bisontes, con movimientos lentos se acercan a la valla para posar y saludar con sus negros ojos rasgados a los curiosos antes de llevarse a la boca la recompensa por tanta instantánea. Es entonces cuando los guías aprovechan para contar algunas curiosidades, como que los machos son más grandes que las hembras, que pueden llegar a medir dos metros y tienen los cuernos más abiertos. Que llegaron desde Polonia cinco hembras y dos machos. Que solo un par de meses después habían nacido Ciprés y Cipra y que hoy ya son cuatro los bisontes nacidos en tierras palentinas, lo que demuestra que la apuesta ha sido todo un acierto desde el punto de vista de la conservación de la especie. Que tienen los ojos rasgados como los ciervos, que en verano son casi negros y en invierno marrones porque echan unas lanas que les protegen del frío, que los adultos se comen entre 30 y 32 kilos de hierba y matorral al día, así que hay que tener llenos los comederos que están frente al mirador porque el monte se les queda corto, sobre todo en invierno. Hablan los guías de la importancia que tiene conservar esta especie que se cazaba en estas tierras hace más de 10.000 años, que pintaron nuestros antepasados en la cueva de Altamira, y que hoy ha vuelto a echar raíces en la Montaña Palentina. También habla esta reserva de biodiversidad, porque los bisontes son «auténticas desbrozadoras», dice Chuchi, y se comen todas las hierbas y leñosas que hay en el monte, manteniéndolo limpio y a salvo de incendios. Además con su actividad impiden que el bosque se cierre y favorecen la actividad biológica de otras especies como el urogallo, los tejones y los zorros. Pero sobre todo se han convertido en un reclamo turístico que en 2017 atrajo la curiosidad de más de 6.000 visitantes y en toda una oportunidad para los habitantes de San Cebrián que han visto en este animal prehistórico todo un antídoto contra la despoblación.
Por eso, el Ayuntamiento de San Cebrián tiene la vista puesta en la creación de todo un Parque Cuaternario, en el que, además de los bisontes ha ido introduciendo otras especies en peligro de extinción como los caballos de Przewalski, caballos salvajes que llevan el nombre del explorador ruso que descubrió esta especie en la década de 1870. De los mil ejemplares que hay en el mundo, - la mayoría de ellos en Mongolia-, dos pueden contemplarse en la reserva de San Cebrián de Mudá conviviendo con siete ponis losinos, una raza oriunda del Valle de la Losa (Burgos) que le da nombre y que en su día cabalgaron íberos y celtas. Además el Ayuntamiento está trabajando para incorporar a esta original familia otra especie en peligro de extinción, esta vez característica de Ártico, el buey almizclero, un mamífero de gran tamaño que se puede encontrar en el norte de Canadá, Groenlandia, Noruega, Suecia, Siberia y Alaska y quien sabe si, en breve, en la Montaña Palentina.