MIEL MONTES TOROZOS (VALLADOLID)
La esencia de la Santa Espina en un tarro
La segunda generación de la familia San José elabora tres tipos de miel procedente de sus 800 colmenas
Dicen que la miel es uno de los alimentos más nutritivos que existen. Tanto es así que hasta algunos expertos señalan que el ser humano podría alimentarse tan solo de leche y el néctar de las abejas para poder sobrevivir.
El caso es que se trata de un producto ancestral que, desde la Antigüedad, ha sobrevivido en nuestras casas. Una de esas mieles que se cultivan en la comunidad tiene el corazón y alma puesto en los Montes Torozos, uno de los enclaves de la provincia vallisoletana rodeado de encinas y carrascos y de donde toma el nombre de sus mieles. «Es un entorno privilegiado para las abejas, rodeados de monte, campos de lavanda o cantueso como lo denominamos aquí, brezo, tomillos... y floraciones diversas desde marzo hasta septiembre, lo que nos asegura unas cosechas únicas dentro de las variedades que ofrecemos», comentan.
Telesforo San José, un enamorado de este paraje, emprendió en la década de los ochenta un proyecto de apicultura junto a su mujer, Raquel González. «Mi padre era trabajador de la FASA-Renault y le gustaba el mundo de las colmenas. Yo tenía 3 o 4 años. Empezó probando y poco a poco se fue sumergiendo en este mundo», recuerda ahora su hija Virginia que ha tomado las riendas del negocio familiar junto con su hermana Raquel.
Como muchas historias de empresas familiares todo comenzó en un primer momento como un hobby que con el tiempo fue tomando forma hasta convertirse en una de las industrias con más peso en la provincia de Valladolid, a donde llegan sus productos a tiendas gourmet especializadas y a grandes cadenas de distribución como El Corte Inglés.
Sus aproximadamente 800 colmenas se encuentran repartidas en diversos pueblos de los Montes Torozos. En esas localidades sus insectos toman la esencia de las flores de la zona en colmenas dispersas; en ningún momento recibe tratamiento químico o farmaceútico. De ellas obtienen una producción que ronda entre los 10.000 y 15.000 kilos al año, según sea la campaña.
«Del mundo de las abejas he descubierto que nunca lo acabas de conocer, es muy sensible y muy fuerte a la vez, aunque cada vez tiene más enemigos y cada vez es más difícil preservarla ante agentes externos amenazantes como el cambio climático o la avispa asiática que están reduciendo el número significativamente», cuenta. «Otro problema son las fuertes importaciones de miel china de dudosa calidad que existe en el mercado, por eso luchamos por un etiquetado claro en el que ponga la procedencia y porcentaje exacto de esa miel y así el consumidor sepa qué es exactamente lo que está consumiendo», sostiene.
Ya sea de un tipo u otro, siempre es una miel mono varietal producida en el año para que conserve todas sus propiedades organolépticas, aunque según asegura Virginia, pueden conservarse perfectamente durante un periodo de cinco años. «Es un conservante natural como el azúcar. Pero a diferencia de éste, no es un simple edulcorante, te está refuerzando las defensas frente a los ataques del exterior», defiende la representante de la segunda generación de la empresa apicultora.
Durante el proceso de elaboración no se aplican tratamientos térmicos que puedan reducir o atenuar sus características.
Acaban de arrancar la campaña de producción que se alargará hasta octubre. Elaboran tres tipos de mieles: tomillo, encina y espliego. «Nosotros hacemos todo el proceso desde el cuidado de nuestras colmenas, el envasado y la comercialización. Es una garantía del producto, es una miel segura», apostilla.
Su miel de espliego (planta también conocida como lavanda) es la más afamada de ellas pues ha cosechado varios premios como mejor Miel Artesana. Es una miel de color dorado, aroma intenso y un sabor delicado.
La de tomillo es de color rojizo canela con un intenso aroma. Y por último, la de encina ofrece una miel oscura muy rica en sales minerales y en hierro con un sabor dulce y muy intenso a fruta seca.