Diario de Valladolid

CASA TINO (VALLADOLID)

Los famososo huevos fritos con puntillas

María Eugenia Martínez e Ismael Vaquero dirigen este local con solera cuyo secreto se basa en mantener el encanto de siempre

María Eugenia Martínez, Maru, cocinera del restaurante y dueña del mítico establecimiento, junto a Ismael Vaquero, jefe de sala.-PABLO REQUEJO

María Eugenia Martínez, Maru, cocinera del restaurante y dueña del mítico establecimiento, junto a Ismael Vaquero, jefe de sala.-PABLO REQUEJO

Publicado por
Henar Martín Puentes

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Las primeras páginas de este rincón con encanto que ha sido testigo de la historia de Valladolid se escribieron en blanco y negro. Fue en 1929 cuando abrió sus puertas junto a la plaza Mayor, bajo el nombre de Suazo, una casa de comidas que se hizo famosa por sus huevos fritos con puntillas y patatas artesanas que acompañaban con chorizo, lomo de la olla y torreznos y que atrajeron a gente de la farándula, toreros, artistas y políticos. Hasta el mismo rey emérito Don Juan Carlos sucumbió a este delicioso manjar, herencia de la cocina sencilla y rústica que se ha mantenido fiel a la esencia castiza.

Años más tarde, en 1993, el restaurante pasó a manos de Faustino Martínez y su mujer Gloria, una familia de hosteleros procedente de la localidad de Medina de Rioseco, que ha mantenido viva esa llama. «Tenía 16 años cuando lo abrieron; trabajábamos mi hermano y yo» comenta ahora su hija María Eugenia, que ha tomado el rumbo del restaurante 25 años después de aquellos inicios junto a Ismael Vaquero, un vallisoletano con amplia trayectoria en el mundo de la hostelería.

Tras cerrar el pasado 13 de enero el mítico establecimiento del número 4 de la calle Manzana, se han trasladado a la calle Alarcón esquina con la plaza del Corrillo, a escasos metros del originario. Un cambio que ha obedecido a las obras de reforma del antiguo edificio donde se emplazaba. Pero para ello han elegido en el nuevo espacio la misma estética de la de siempre. Tanto es así que han mantenido los míticos azulejos traídos desde Sevilla y que llevan adornando las paredes del originario Suazo desde los años 50 del pasado siglo; después de más de 80 años acompañando largas tertulias siguen siendo testigos de tantas anécdotas.

Por el momento el balance que hacen de las casi dos semanas que lleva abierto es más que positivo, habiendo recibido numerosas visitantes tanto locales como de fuera durante los días de Semana Santa. «Ha sido una semana muy fuerte, a la gente le ha gustado mucho, hemos tenido mucha aceptación», comenta Isma que reconoce haber sentido «un poco de miedo» ante el cambio. Para ello han intentado mantener el mismo ambiente de «calidez» de antes.

Se trata de un local que ha ganado más espacio con respecto al anterior donde se distribuyen once mesas (tres más que en la calle Manzana). Además, ahora cuentan con barra donde se puede degustar un surtido de raciones y tapas.

En breve comenzarán a ofrecer desayunos: dulce, salado, americano, y por último, uno bio-saludable a un precio asequible que rondará entre los 2,50 y los 3,50 euros.

«Antes abríamos solo comidas y cenas y ahora también lo hacemos para servir los desayunos», cuenta Isma que atiende a las mesas que se distribuyen en un coqueto comedor donde se respira los aires de nostalgia de antes.

«Hemos mantenido la misma decoración, hemos traído muchas cosas del anterior local para que la gente sintiese que está en el anterior sitio».

«No es fácil hacer los huevos fritos, aunque la gente piense lo contrario», dice María Eugenia. Ella aprendió la receta de la mano de su padre, ahora jubilado. Un legado que le ha servido de mucho para estar al frente de la cocina y mantener el nombre a la altura que merece. «Lo acompañamos con ensalada de tomate con escabeches», apostilla. «Es uno de los pocos, si no el único que ha sobrevivido como en sus inicios», comenta.

«Son huevos de granja, tienen que estar reposados, no vale de un día para otro, el aceite tiene que estar muy caliente y hacemos uno a uno», explica Isma. Una comida que, al igual que sucedió con el mítico Casa Lucio, ha atraído a numerosos curiosos de otras comunidades autónomas como Madrid, Valencia o La Rioja, para probar los sabores de siempre con sus huevos fritos con puntilla como bandera de los que alguno ha llegado incluso a afirmar que «son todo un espectáculo».

Y aunque éste es el plato estrella, en su local se pueden disfrutar de las comidas caseras de siempre como los guisos, la merluza rebozada, la menestra de verduras y el consomé. «Somos un restaurante de cocina sencilla», resumen estos hosteleros.

Entre los postres, todos ellos realizados de forma casera, se puede elegir entre canutillos de crema (el que más éxito tiene), pastel ruso que les provee a diario la confitería Maru Valles, natillas y arroz con leche.

Entre semana dan café de puchero. El fin de semana lo omiten por tener dos turnos de comidas y cenas.

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