Vino hecho de silencio e historia
Bodegas Castillejo de Robledo surgió para aprovechar el potencial vinícola de la Ribera soriana. Hoy gestiona todo el ciclo, desde la uva hasta la exportación
Castillejo de Robledo, el pueblo más al oeste de Soria y a menos de cinco kilómetros de las provincias de Burgos y Segovia, es conocido por su buen comer, la caza, la afrenta de Corpes... y desde hace unos años por sus vinos. Las vides forman parte del paisaje desde hace siglos, pero no fue hasta finales del siglo XX cuando se apostó por aprovechar ese potencial de cara al exterior. Así surgió Bodegas Castillejo de Robledo, una iniciativa ya consolidada pero que se plantea novedades en presencia internacional, presentación de sus caldos e incluso remates para triunfar en mercados exteriores.
«Bodegas Castillejo es un proyecto muy largo que se remonta a 32 años», relata su gerente, Jerónimo Contreras. «Empezó por una Asociación de Tratamiento Integrado en Agricultura (Atria). Siguió con una concentración y una reconversión del viñedo. Esa reconversión de hizo en 1994 con la nueva plantación y en 1999 hicimos nuestra primera elaboración».
Para ello, a la entrada del pueblo se levantó una nueva construcción preparada para elaborar los vinos del siglo XXI pero manteniendo la esencia tradicional de la zona. No en vano las pequeñas bodegas particulares y una recoleta ermita delimitan la zona de aparcamiento que da paso a las instalaciones.
Allí, una monumental sala de cubas permite crear el vino joven y dar los primeros pasos de otra elaboraciones. La bodega propiamente dicha, con unas condiciones bien controladas, se divide en dos espacios. A la izquierda, un muro de ladrillo rompe la geometría de las paredes de barricas de roble, que dan al espacio un aroma inconfundible que después se transferirá a los vinos. A la izquierda, las botellas rematan el afinado de los caldos en pilas que llegan hasta el techo. Luz tenue, una temperatura fresca y sobre todo silencio hacen su trabajo.
A pesar de la relativa juventud de la bodega, la historia de amor de Castillejo y sus viñedos viene de muy atrás. «En la Edad Media necesitabas unos fueros especiales para poder comercializar el vino y aquí parece que está datado en el siglo XVII». Pero todo cambia. «Ahora la evolución tiene que ser hacia variar el mix de producto y darle un mayor valor añadido», prosigue el gerente. «Seguimos haciendo dos líneas de vino, la Silentium, en el que hacemos toda la gama desde el rosado hasta un Expresión; y después la línea Robledal, en la que hacemos vinos más destinados a alimentación y gran superficie».
Silentium, su línea más conocida, se compone de un tinto joven, un crianza (12 meses en barrica de roble 60% francés y 40% americano más 10 meses de afinado en botella) y un reserva (16 meses en barrica y 20 en botellero), a los que se suma Expresión –también tinto pero con un toque de autor– y el Roble (cinco meses en barrica y tres de afinado), manteniendo así una de las señas de identidad de este rincón de la Denominación de Origen. Son vinos potentes en los que se combinan frutas y maderas.
En la línea Robledal se presentan tintos como el Corpes, con tres meses en barrica y tres de afinado; o Robledal de Corpes en su variedad joven o en la de crianza, con un año en roble francés y medio de afinado. En todos los casos se trata de monovarietales de tempranillo, la variedad que mejor se adapta a las 138 hectáreas propias y que brinda graduaciones en torno a los 13–13,5 grados cargadas de fuerza pero también de matices.
Una de cada cinco botellas se exporta y la previsión es redoblar la apuesta. «En los últimos cuatro años no hemos ido a los concursos, pero sí hemos tenido en algunos de nuestros vinos 90–92 puntos Parker, nos movemos en estos entornos. A partir de esta campaña vamos a volver a presentarnos» y Estados Unidos está en el punto de Mira.
«Es un paladar completamente distinto. Es curioso porque los acabados de los vinos no gustan igual aquí que allí. Muchas veces tienes que hacer un vino en función del mercado al que va destinado», reflexiona Contreras. La receta a base de silencio y tradición, eso sí, es invariable... y exitosa.