Un río que es camino
Un proyecto de turismo activo propone descender 200 kilómetros del río Duero en kayak, entre Zamora y Oporto (Portugal), en cuatro días
No se ven de la misma manera los paisajes que hay en torno al Duero cuando se aprecian desde la orilla o se descubren desde el agua. No es el mismo el silencio que transmiten los arribes, ni los atardeceres, ni las playas descubiertas casi a traición entre los viñedos, ni los puentes, ni las rocas imponentes; nada tienen que ver las esclusas para salvar los desniveles del río, vistas desde la orilla, con la sensación de formar parte del agua que se escapa hasta el Atlántico. Aunque sea conocido, nada es igual cuando se ve desde el río.
Hace ya 13 años que la empresa Zamora Natural, dirigida por Antonio Campesino, puso en marcha la primera expedición para bajar en kayak el río Duero, desde Zamora hasta la desembocadura en Oporto y, tras muchas experiencias, la aventura, que se repite varias veces cada año, ha conseguido ser reconocida como el mejor producto de turismo activo natural de España.
La expedición, que se desarrolla como mínimo durante cuatro días y se puede extender hasta ocho jornadas navegando por el río y atravesando el Parque Natural de los Arribes del Duero y el Parque Natural del Douro Internacional, propone un constante encuentro con la naturaleza, no sólo a través del kayak con el que se navega, que permite, por ejemplo, acercarse a la fauna de una manera espontánea, sino también a través de las pernoctaciones que se realizan en la orilla, bien sea en tiendas de campaña o en vivac, una fórmula esta última cada vez más demandada, explican los promotores, porque «es más auténtica» y lo que buscan quienes participan en una aventura de este tipo. «Quienes hacen con nosotros la expedición dicen que algunas de las vivencias que se llevan es la sensación de libertad, de aislamiento, de desconexión total, de perder la noción del tiempo», señala Antonio Campesino.
Pero, además, el viaje ofrece la posibilidad de conocer la cultura y la identidad de los pueblos que se atraviesan, recorriendo antiguas minas de oro como las recuperadas en Villadepera, realizando catas de vino en las bodegas situadas en las laderas del Douro portugués, en el Alto Douro Vinhateiro, visitando un parque arqueológico como el ubicado en el valle del Coa, conocido como la Altamira portuguesa y declarado Patrimonio de la Humanidad, acercándose a la historia de la primera mujer que se dedicó al viñedo en Portugal, conociendo el arte Románico que se conserva en los pueblos del valle, visitando las temas de Caldas D’Aregos o incluso realizando talleres de elaboración de jabón de forma tradicional, si así lo demandan los participantes.
El viaje se inicia con la recogida de los viajeros en la estación del Ave de la capital zamorana para trasladarse después hasta el punto de salida elegido, normalmente la zona de los Arribes del Duero situada a la altura de Pino del Oro, Villadepera, Torregamones o Fermoselle, dependiendo de la fecha elegida para realizar la expedición.
La ruta concluye invariablemente en la desembocadura del Duero en el Atlántico, tras pasar bajo el puente Luis I, que conecta Oporto con Vila Nova de Gaia, mientras se comparte espacio con los tradicionales rabelos.
En medio, explica Antonio Campesino, está la aventura «porque cada día es una historia y siempre diferente». El Duero no es un embalse ni un lago en el que puedes tenerlo todo controlado, el río «serpentea, te mete en los arribes y entre viñedos, te descubre paisajes de cerezos y bosques de eucaliptus, de playas casi urbanas y de rincones solitarios donde paras a darte un baño si te apetece, te hace atravesar zonas de tráfico con grandes barcos, te obliga a remar con lluvia o a enfrentarte al reto del viento en contra, pasas del silencio al ruido de las zonas más pobladas».
A lo largo del recorrido, de más de 200 kilómetros en el itinerario largo, «aunque la distancia o el tiempo que se pasa remando es lo de menos», se hace uso de las cinco esclusas que existen en el tramo portugués para salvar los desniveles del río: Pocinho, Valeira, Regua, Carrapatelo, la más alta, y Crestuma, hasta donde llegan las mareas y la que separa el agua dulce del río de la masa atlántica ya cercana. «Es una experiencia impresionante la primera vez que te metes en una esclusa y ves cómo se va vaciando y cómo se abre la compuerta para dejarte salir».
La expedición en kayak por el Duero no es «una excursión turística con horarios fijos» ni con actividades cerradas sino que se va diseñando en función de lo que quieren los participantes, de sus intereses y sus capacidades. Tampoco es un lugar en el que buscar «lujos, grandes hoteles o restaurantes». Tiene muchos momentos agradables, «muchísimos, pero también sus ratos duros y sin ese equilibrio no se sentiría lo que es realmente una expedición».
Las rutas en kayak a través del Duero se organizan durante los meses de verano, aunque Zamora Natural ha realizado también alguna expedición invernal, la última con el aventurero y presentador de ‘Aquí la tierra’, Quico Taronjí, el pasado mes de diciembre.
No se necesita preparación física, ni conocimientos previos, «sólo ganas para vivir una aventura recorriendo un camino diferente». Antonio Campesino invita a descubrir el Duero «que no acaba el Oporto, allí sólo se hace más grande».