Diario de Valladolid
De izquierda a derecha, los hermanos Gaspar, Fernando y Javier Benito, a la entrada de la bodega de Fompedraza.-ARGICOMUNICACIÓN

De izquierda a derecha, los hermanos Gaspar, Fernando y Javier Benito, a la entrada de la bodega de Fompedraza.-ARGICOMUNICACIÓN

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Javier Pérez Andrés

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La bodega de los hermanos Benito –Fernando, Javier y Gaspar–- ha cumplido un cuarto de siglo, algo que la sitúa entre las firmas consolidadas de la DO Ribera del Duero. Cuando apenas quedaban un par de majuelos en su pueblo, a finales de los años 80 del siglo pasado, los hijos de Gaspar Benito decidieron devolver –y apostar– por la vitivinicultura en su pueblo, Fompedraza. Hoy, esta localidad de la comarca vallisoletana de La Churrería –anclada en los páramos del Duero– ha recuperado el paisaje del vino y la viña. Tres bodegas elaboradoras, plantaciones de viñedo y mucha actividad en el mundo del vino han sido claves para crear una importante fuente de riqueza.

Pero fueron los Benito quienes encendieron la mecha de la recuperación vitivinícola, generadora de riqueza en su pueblo. Para conseguirlo «hemos tenido que bregar mucho», aseguran los tres hermanos, de ahí que el nombre de la bodega y sus vinos se hayan consolidado en los mercados de calidad con la marca Briego. Este año no solo se cumplen 25 añadas en la bodega, sino que también será cuando se inauguren las nuevas instalaciones, con una inversión de más de dos millones de euros y 3.500 metros construidos. Están situadas junto a la bodega primitiva, en el pago denominado La Almendralera, en Fompedraza. En los próximos meses se rematarán, definitivamente, las últimas fases, relativas a la sala de recepción y oficinas.

Junto a la nueva bodega, sigue sorprendiendo cómo comparten paisaje las plantaciones de viñedo en espaldera y las de encina micorrizada, a 900 metros de altitud y sobre un suelo cascajoso. La trufa, que ya ha empezado a aparecer en las dos últimas campañas, se va a convertir en el segundo reto de los hermanos Benito en el Duero. Todo empezó hace siete años, cuando plantaron 2.000 encinas micorrizadas sobre suelos calizos y cascajosos, con un marco de plantación de 6 por 6 metros.

Ha pasado el tiempo y ya se están obteniendo muestras que auguran un impresionante potencial aromático en la producción de trufa negra, la cotizada tuber melanosporum. Muy pronto, los enoturistas, sumilleres y otros profesionales del vino podrán disfrutar, en sus visitas a la bodega Briego, de una tabla de análisis sensorial insólita en el Duero, catando trufas y vinos de tempranillo producidos en el mismo terruño de la bodega. Será todo un reto poder degustar, al mismo tiempo, las cualidades organolépticas de un vino tinto ribereño y el punzante aroma de una trufa. Definitivamente, los hermanos Benito han conseguido que trufas y taninos compartan espacio en La Churrería.

La bodega elabora una media de 550.000 botellas de vino al año, aunque el techo de producción podría alcanzar el millón de botellas con las nuevas instalaciones a pleno rendimiento. Briego cuenta con 90 hectáreas de viñedo, todo en espaldera, con medias de edad de 20–25 años, localizado en Fompedraza, Curiel de Duero y Peñafiel. Cerca de la bodega hay cuatro hectáreas de la variedad merlot y tres de cabernet sauvignon. Toda la producción de la bodega se traslada a las etiquetas Briego en sus distintas categorías: vendimia seleccionada, Tiempo crianza, Adalid reserva, gran reserva, Fiel, Infiel y Oyada. Este último vino, procedente del pago del mismo nombre, en Fompedraza, un tempranillo plantado a 900 metros de altitud.

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