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RESTAURANTE CASTREJÓN (CEBREROS, ÁVILA)

Terneras y garnachas

José Luis Velayos, a la entrada del establecimiento cebrereño, con un chuletón de Carne de Ávila.-ARGICOMUNICACIÓN

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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Empezó como un pequeño hotel rural en el casco urbano de Cebreros a principios de 2000. Más tarde, el restaurante El Castrejón comenzó a destacar en la oferta de la cocina cebrereña. Hoy, José Luis Velayos define una comanda que, sin renunciar a los iconos de la gastronomía abulense, ha sabido mantenerse con platos tradicionales, aunque con las obligadas actualizaciones. Por eso, las carnes rojas de Ávila siguen destacando, al igual que las legumbres barcenses en invierno y una buena presencia de quesos de cabra, incluido el pionero Monte Enebro.

En este lugar se puede comer por 30–35 euros a la carta. Lo mejor es que un plato de lubina, un carpacho de bacalao, un chuletón de ternera de Ávila –con este matiz tan importante–, unas ensaladas bien trabajadas –canónigos, pimientos y ventresca o el tartar de tomate– comparten espacio en la mesa con una sepia, un plato de boletus, unas patatas revolconas, la carne de cabrito o un buen plato de jamón.

Sus generosas elaboraciones han logrado mantener la regularidad y el comensal se reencuentra con sabores de siempre, algo difícil en los tiempos que corren, teniendo en cuenta esa corriente tan extendida de modificar permanentemente los platos. Pero el verdadero éxito del establecimiento de los Velayos Burguillo ha sido no perder el carácter familiar, el trato cercano y la mano de la cocinera Pilar del Río, mujer curtida en los fogones, con mucho oficio y décadas de experiencia en la cocina abulense, la mayor parte en el restaurante de José Luis y José Gallego.

Otro acierto del restaurante del hotel rural El Castrejón es que ha sabido responder a la actualidad en materia de vinos, pues una veintena de marcas están elaboradas con la emergente tinta garnacha, revelándose como dignas representantes del auge de vinos y bodegas de la novísima DO Vino de Cebreros. Por otro lado, aquí el comensal disfruta de una decoración rústica muy agradable, con un pequeño jardín y una terraza, y un guiño a los famosos destilados que se producían en este lugar. Sin duda, un hotel rural que también convence en la mesa.