Bodegas Malacuera
Un vino de la Ribera del Botijas
Carlos Rodríguez es de Castrillo de Duero, un pueblo vallisoletano que tiene claras dos cosas: que el barrio de bodegas subterráneas llamado Malacuera es la huella más fidedigna de la cultura del vino, y que casi todos sus paisanos –él mismo también– han heredado de sus antepasados una tradición elaboradora de vinos que nació en las pequeñas riberas del río Botijas. Por otro lado, este joven bodeguero ribereño tiene una especial admiración –que comparte con todos los vecinos de la localidad– por su ilustre paisano, Juan Martín Díez, el Empecinado, que ocupa desde hace dos siglos algunas páginas de la historia contemporánea española.
Prueba de todo esto es que su bodega y el nombre de sus vinos –rosados y tintos con Denominación Origen– llevan el nombre del topónimo que señala la zona de bodegas del pueblo: Malacuera. Además, en breve saldrá al mercado un ribera que hará un guiño en la etiqueta al ilustre vecino y guerrillero de la Guerra de la Independencia. No fue casual que la inauguración de la bodega –situada en el casco urbano de Castrillo de Duero, apenas a unos metros de la casa natal de célebre guerrillero– tuviese lugar un 13 de septiembre del año 2008, coincidiendo con la fecha de nacimiento de Juan Martín Díez.
Para Carlos Rodríguez, la apuesta por el vino fue algo pensado y madurado durante mucho tiempo, hasta que finalmente se tomó la decisión de construir la bodega y entrar en la Denominación de Origen Ribera de Duero. Junto a su hermano David y César Salvador, también pariente, iniciaron la andadura hace casi diez años.
La bodega acaba de dar los primeros pasos en materia de exportación, a través de pequeñas partidas, pues solo comercializan 55.000 botellas de media al año, el 5% de vinos rosados y, el resto, de tinto roble y de crianza. El rosado se elabora con uvas tintas y una porción de uva blanca albillo, recordando así los viejos claretes de la zona, mientras que el tinto selectivo está elaborado, según Carlos, con uvas de viñas viejas centenarias de las vecinas localidades de Quintana del Pidio y Moradillo de Roa.
Malacuera nació con la intención de recuperar la elaboración de vinos en el mismo pueblo, pero lo hace con una clara vocación elaboradora, pues solo cuenta con cuatro hectáreas de viña propia. El resto de la uva se adquiere en pagos del entorno: «Alguien tiene que comprar las uvas a los viticultores», señala Carlos Rodríguez, que es el encargado de las tareas de la bodega. El asesoramiento del enólogo Ángel Luis Margüello garantiza que los vinos mantengan un diseño sensorial competitivo y actual.
A los tres, César, Carlos y David, les pesa mucho la tradición. Los hermanos Rodríguez no olvidan la herencia recibida de sus abuelos, Elías y Mariano, viticultores y elaboradores de vino en Castrillo de Duero. Pero los tres son conscientes –y se enorgullecen de ello– de que sus raíces con el vino tienen más de tres siglos de tradición. De ahí que conserven en buen estado las bodegas subterráneas familiares y que, en ocasiones, este siga siendo lugar de encuentro y almuerzo para las visitas que reciben con frecuencia. En una de estas cavas subterráneas, situada en un corredor lleno de bodegas, nació la fuente de inspiración, en torno a una jarra de vino. Así llegó a buen puerto el proyecto de la bodega y del vino Malacuera, que hoy está presente en los mercados llevando el nombre de Castrillo de Duero en la etiqueta.