TONELERÍA BURGOS
La última saga de cuberos navarreses
El roble y la barrica están estrechamente ligados al vino y la vid. Sin la aportación del envase de roble para transportar, envejecer, criar y domesticar los vinos, difícilmente se podría entender el sector, que tanta expectación genera en la sociedad actual. Si bien es cierto que, en esta región, andamos sobrados de bodegas, plantaciones de viña, majuelos octogenarios, zonas de vino, técnicas de vanguardia, criterios enológicos avanzados y oferta enoturística, en materia de tonelería apenas un par de empresas trabajan la duela en toda la región y alguna bodega las fabrica en sus propias instalaciones. Entre estos escasos ejemplos destaca la Tonelería Burgos de Nava del Rey; está situada en plena DO Rueda y es una referencia para los bodegueros de la región. La familia Burgos es la última saga de cuberos en activo en Castilla y León. Es una de las pocas tonelerías de corte familiar, con varias generaciones detrás, que quedan en España, donde son los miembros de una misma familia quienes se encargan de confeccionar las barricas.
Hubo un tiempo en el que cubas, toneles, carrales y enormes fudres para trasladar el vino por ferrocarril eran construidos en Nava del Rey por un gremio muy activo que perduró hasta finales del XX. Cuenta la historia que mucho antes del ferrocarril, centenares de carros transportaban vino desde este pueblo hacia el norte. Nava del Rey fue centro neurálgico del comercio del vino blanco de la entonces denominada Tierra de Medina. Tanta fuerza llegó a tener que la demanda hizo que el vino de la zona se denominara ‘de la Tierra de Nava’ en varios periodos de su historia.
Todo esto explica la intensa actividad de los cuberos en esta localidad. Dos de los últimos cuberos navarreses, Mariano Clavito y Victorino, fueron los maestros cuberos que enseñaron el oficio a Benito Burgos en los años 30, nacido en la añada del 1920 y fallecido en 2015. Fundó la tonelería que lleva su nombre en Nava del Rey, la única que ha permanecido activa en la zona. Por lo tanto, los Burgos vieron nacer la DO Rueda y, como dato curioso, siguen comercializando vinos blancos con esta denominación como ‘complemento sentimental’ de la tonelería.
En sus últimos años, Benito, ya retirado del oficio, paseaba por la tonelería cada mañana mientras su hijo Mariano y sus nietos domaban las duelas a fuego y construían las barricas de 225 litros, las célebres bordelesas que empezaban a demandarse en los años 90 con auténtico furor. Hoy, la estampa se repite y es el mismo Mariano Burgos, algo aquejado por la salud, el que visita cada mañana su tonelería para ver al mayor de sus hijos, Juan Antonio, al frente del taller junto a sus hermanos, David y Rosa, y los dos nietos, Guillermo Burgos y Marcos del Río. La estampa se repite, aunque hoy los corrales próximos estén llenos de madera de roble –que se seca al aire procedente de Estados Unidos, Francia y Hungría– y se construyan en torno a 5.000 barricas bordelesas de media al año.
Los Burgos centran prácticamente su trabajo en los formatos de barricas bordelesas (225 litros), pero también atienden la demanda de envases superiores de 300 y 500 litros.
Como curiosidad, de la tonelería de la familia Benito salen todos los años centenares de barriles para la célebre tamborrada de las fiestas de San Sebastián, donde miembros de esta familia tonelera participan en el simpático desfile de los cocineros. También miles de barricas –que son barricas usadas– que se utilizan como mesa a la puerta de los establecimientos de hostelería se construyen aquí. Y un último apunte, pues en el viejo lagar con acceso a la bodega subterránea, los Burgos han creado un pequeño museo familiar donde enseñan útiles y herramientas relacionadas con el vino.