Diario de Valladolid

RESTAURNTE BOCOCO (ÁVILA)

Abulense con sonido africano

En poco más de dos años se ha convertido en una referencia para aquellos que aprecian la calidad a buen precio

Miguel Lanza en un rincón del restaurante Bococo de  Ávila.-A. GARCÍA

Miguel Lanza en un rincón del restaurante Bococo de Ávila.-A. GARCÍA

Publicado por
Antonio García

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El Bococo se ha convertido en poco más de dos años en toda una referencia para los abulenses. De hecho, son los vecinos de Ávila sus principales clientes, aunque con el paso del tiempo el boca–oído está haciendo que este establecimiento sea cada vez más conocido fuera de la capital.

El mismo día en el que este periódico acudió a hablar con sus dueños, una pareja francesa accedió a su recepción para reservar una mesa para comer, después de que otra persona que quería ser previsora preguntara si tenían mesa para el 8 de diciembre y ya no era posible.

Los propietarios, el matrimonio integrado por Sehila San Segundo y Miguel Lanza, se muestran satisfechos de la acogida que está teniendo Bococo, pese a las dificultades que tuvieron para lanzarse a la piscina y embarcarse en una aventura propia, después de trabajar durante años para otros.

En los primeros días de la semana, aunque con dificultades, es posible reservar para la misma jornada. Sin embargo, a partir del jueves todo se complica de tal forma que, según indica San Segundo, es preciso ser previsor y llamar con hasta un mes de antelación.

El éxito no es fruto de la casualidad, sino del riesgo, el compromiso y el trabajo incansable de este matrimonio que sólo descansa los días de Nochebuena, Navidad, Nochevieja y Año Nuevo. Esta circunstancia hace complicada la conciliación de la vida familiar y laboral, así como el hecho de que puedan ver todo lo que quisieran a su hija Elena, de siete años.

Según relata su madre, la pequeña también ‘trabajó’ en el anterior restaurante que tuvieron alquilado, Los Candiles, cuando San Segundo salía de cuentas en mayo de 2010. Por eso no es extraño que la pequeña, cuando se pasa por el establecimiento «quiera coger comandas».

Después de aquella dura etapa, el matrimonio se planteó en plena crisis lanzarse a la piscina y embarcarse en un negocio propio al que han llamado Bococo, a propuesta de Miguel Lanza, tomando como referencia la experiencia familiar de sus abuelos, que emigraron a Guinea Ecuatorial, donde nacieron su padre y sus tíos.

En aquel país, la plantación se llamaba Bococo, al igual que la entonces capital de la isla, según relata Lanza, quien junto a su esposa, se decantó por este nombre para el restaurante teniendo en cuenta, además de esta historia, su sonoridad y el hecho de que «tenga muchas vocales», ya que «resultan más fácil de recordar para la mente humana».

Otro motivo de «miedo» fue la elección de un lugar que, aunque situado junto a la céntrica Plaza del Mercado Grande, se encuentra fuera del recinto amurallado; sin embargo, las suspicacias iniciales quedaron poco a poco disipadas hasta hacerse con un sitio entre las preferencias de los abulenses.

Ambos recuerdan cómo se conocieron cuando Sheila San Segundo trabajaba en la recepción de un hotel de Ávila hace 14 años y Miguel Lanza lo hacía en el mismo lugar, pero en la cocina. «Iba a parar en Ávila tres meses y ya llevo 14 años», bromea este cocinero que ha pasado por numerosas cocinas de establecimientos de Madrid, Bilbao, Burdeos, Mallorca y su Cantabria natal.

A Ávila llegó desde el Grupo Lezama, de ahí que afirme que su cocina tiene una «base vasco-francesa», adaptada a la castellana y con toques cántabros, tal y como se observa en platos como la caldereta de rape o la quesada pasiega.

Además de destacar las diferentes salsas y una elaboración más cuidada en sus platos, Lanza trabaja en su cocina con otros seis compañeros para elaborar pescados que van desde merluza a bacalao, pasando por el rodaballo, el lenguado, el pulpo con patatas revolconas… Y un trampantojo de arroz, elaborado con chipirón, langostino y un pilpil de cocochas.

Entre las carnes no podía faltar el chuletón de avileño y el solomillo, además de magret de pato en dos cocciones con guarnición de remolacha fermentada con vinagreta de setas y salsa de perigornini. En sus guisos también figura un ragut de ciervo, rabo de toro, carrillera al calimocho con puré de cardamomo o cochinillo laqueado.

Y de postres, la carta cuenta con una deliciosa tarta fina de manzana, tiramisú, espuma de mango con fruta y helado, tarta Sacher o canutillos de Avilés.

El cliente tiene la posibilidad de elegir los platos que desee, pero también hay un menú por 28 euros, que incluye un primer y un segundo plato a elegir, además de un postre o un café. Además, existe otro de degustación por 35 euros, que con armonización de vinos se convierte en 40. Incluye siete platos y seis vinos diferentes.

Además de la calidad de la cocina, Bococo también se distingue por «el buen servicio», según presume entre risas Sheila San Segundo, que junto a otras cuatro personas, se encarga de una sala amplia y acogedora, con 120 metros cuadrados y capacidad para 80 comensales en 17 mesas, alrededor de un precioso patio que deja entrar la luz natural.

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