VIÑA ALONDRA (LANGA, ÁVILA)
El vino que emerge de un pantano
Los hermanos Castelló Pérez presentan 250 botellas de tempranillo crianza del 14 tras pasar 10 meses sumergidas en las aguas de Las Cogotas
La pequeña bodega abulense Viña Alondra, ubicada en el municipio abulense de Langa, puede presumir de ser la primera del mundo que saca al mercado la primera añada de vino de agua dulce.
Esta gesta ha sido posible por el empeño de los hermanos Luis, Enrique y Almudena Castelló Pérez, quienes han luchado en los últimos años por conseguir unos vinos de los que se denominan accidentales, elaborados por sus antepasados a partir de las uvas de los viñedos que había en este municipio de La Moraña.
Ahora se trataba de conseguir algo parecido, tras emular lo que hacía el padre de estos tres hermanos, Lucinio, cada vez que iba al huerto durante los veranos.
Para lograr estos vinos ‘marítimos’, introdujeron en las profundidades del embalse Las Cogotas, situado junto a uno de los castros vettones más destacados de Ávila. ,250 botellas de vino de la cosecha 2014 que había permanecido doce meses en barricas de roble francés. Para ello, hace diez meses contaron con la ayuda de tres buzos.
El objetivo era retrotraerse décadas atrás y recordar cómo su padre introducía en un pozo el vino que llevaba al huerto, con el objetivo de mantenerlo fresco en verano. Sin embargo, en determinadas ocasiones algunas botellas caían de forma accidental al fondo del pozo y no se rescataban hasta que medio año después se limpiaba el fondo.
Quienes probaban el vino, medio año después, constataban que habían mejorado. Por eso, los hijos de Lucinio decidieron comprobar si esa aseveración era cierta y pusieron en marcha este proyecto hace un año aproximadamente, aunque ya venían pensando en ello tiempo atrás.
Después de testar otros ríos como el Duero o el Adaja, así como la zona de Sanabria, en Zamora, los hermanos Castelló se decantaron por Las Cogotas. Para su elección tuvieron en cuenta varios aspectos: la presión atmosférica; los 1.030 metros de altitud; la oscuridad; la temperatura –12 grados–, la humedad y el silencio.
Tras un gran esfuerzo, Almudena Castelló se muestra satisfecha y muy emocionada al poder presentar esas 250 botellas etiquetadas de forma manual y numeradas. Además, esta experiencia se suma a otra de la que forman parte otras 510 botellas que, de forma experimental, permanecieron enterradas en la viña a 4 metros de profundidad, 187 días.
El resultado: vinos que «deben ser decantados», especialmente en el caso del sumergido, ya que después de tanto tiempo en la botella, es necesario que «se airee». Según Castelló, el sumergido resulta «más suave y ácido, aunque al respirar se le va», mientras que el enterrado tiene «más toques minerales».