Diario de Valladolid

DESTINO / AGUILAFUENTE (SEGOVIA)

Del puzzle de Teselas a la imprenta

La villa que introdujo la imprenta en España, exhibe el mejor conjunto de mosaicos romanos de la provincia segoviana

Laura Frías señala una tesela de un mosaico. Abajo, parte de la exposición y maqueta de la villa romana.-T.S.T.

Laura Frías señala una tesela de un mosaico. Abajo, parte de la exposición y maqueta de la villa romana.-T.S.T.

Publicado por
TERESA SANZ TEJERO
Valladolid

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Cinco rombos, un hexágono. Cuatro hexágonos, un octógono; en el centro, un nudo de Salomón y, entre cuatro nudos, una estrella formada por ocho rombos.

Esta es solo una de las composiciones que forma uno de los mosaicos romanos construidos, tesela a tesela, hace 17 siglos.

Aquella villae rústica romana contaba con una construcción de más de 2.200 metros en un vasto campo agrícola y permanece enterrada a dos kilómetros de Aguilafuente, afamada por ser la cuna de la imprenta en España y haber propiciado aquel Sínodo que daría lugar al primer libro impreso a finales del siglo XV por Juan Párix.

Entre las carreteras de Aldeareal y Escalona del Prado, una reconstruida iglesia –la de la torre más baja de las dos que asoman en el pueblo– contiene «la mejor colección de mosaicos romanos de la provincia de Segovia».

Lo dice con orgullo de patria chica, Laura Frías Alonso, gestora del Aula arqueológica; una historiadora y guía apasionada de su localidad, sabedora de que el nombre Aula Arqueológica llama poco la atención, por eso insiste en la categoría de los mosaicos que exhibe este pequeño museo vivo, que recuperó parte del pavimento de la villa romana de Santa Lucía, próxima al casco urbano, estudiada, excavada en una pequeña parte y vuelto a enterrar su contenido.

Recuerda Laura que el yacimiento salió a la luz en 1968 con aquella Misión Rescate que popularizó la televisión.

El primer descubrimiento se había producido un siglo antes, en 1868, pero hasta cien años después no tendrían lugar las excavaciones que llevaron a cabo dos profesores de la Universidad de Madrid, Rosario Lucas y Vicente Viñas. Los años de estudio entre 1968 y 1972 descubrieron una parte de la villa romana del siglo IV d.C. y una posterior necrópolis visigoda de finales del siglo VI, así como los restos de una ermita medieval desparecida.

Aquellos mosaicos restaurados son los que componen el gran atractivo del proyecto museográfico de la iglesia de San Juan, que estos días recibe numerosas visitas, tras el acierto de anunciarse desde la exposición de Las Edades de Hombre, en el cercano Cuéllar.

«En aproximadamente 80 metros cuadrados de mosaicos romanos no hay un casetón igual a otro», dice su guía.

Dominan los ocres, amarillos y grises que, con variadas formas, van construyendo las teselas, inspiradoras de buena parte de las alfombras clásicas actuales.

Desde que el milenio cambió las pesetas por euros, la Iglesia de San Juan se reconstruyó y exhibe estas composiciones que se diseminan, bien explicadas y en algunos casos protegidas por suelos de cristal, por las dependencias de la vieja iglesia.

El recorrido comienza en el siglo XXI, explicando las tareas de reconstrucción de estos pavimentos y se retrotrae hasta el siglo IV, cuando el caserón agrícola (reproducido en una maqueta) decoraba su interior con el conjunto de mosaicos visibles, dando pie a ilustrar sobre la forma de vida romana en las clásicas villas que, como en esta, disfrutaban de sistema de calefacción (leña) y agua corriente proveniente del arroyo Malucas y la fuente de Santa Lucía.

Para los expertos se trata de un conjunto de mosaicos de gran importancia, plenamente bajoimperiales y con influencias de la iconografía de los mosaicos romano–africanos.

En la exposición, en lugar destacado, figura el denominado Los Caballos, cuyo emblema central constaba en origen de cuatro caballos atados a dos árboles, de los que se conservan restos de dos figuras con los nombres de Eúfrata y Tacus.

Las hipótesis se han apoderado del porqué de los nombres que para unos tienen que ver con la procedencia (Eúfrates y Tajo), para otros indican el origen de las razas equinas (caballo hispano y árabe) y no faltan tampoco las supersticiones que hablan de caballos nobles y potentes.

El Aula Arqueológica explica en realidad el yacimiento arqueológico del que salieron los mosaicos, a dos kilómetros de la villa y añade elementos del emplazamiento visigodo, como un sarcófago tallado en piedra caliza, fechado en época paleocristiana, encontrado durante los trabajos de reconstrucción de una vivienda en los años 70 y cuyos propietarios lo donaron al museo a principios de este año.

Terminado el recorrido romano (y visigodo), las dimensiones de la villa (647 habitantes) invitan a acercarse a la plaza principal, donde su iglesia de Santa María –de las pocas que disfrutan de culto diario en la provincia– exhibe una exposición explicativa de la primera imprenta en España y los incunables, además de lucir su ábside mudéjar.

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