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HERMANOS DEL VILLAR

La bodega de los metales colgantes

El enólogo Alberto Martínez (en primer término) y Pablo del Villar, en el interior del lagar de piedra, bajo la obra del artista Andrés Coello.-ARGICOMUNICACIÓN

Publicado por
Javier Pérez Andrés

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Cuando recibe a los enoturistas y antes de hablar de sus vinos, de sus raíces y del viejo edificio de la bodega, Pablo del Villar comienza la conversación explicando que, lo que tienen delante de ellos, son «estructuras colgantes de aluminio forjado». Vuelan por encima de la pila que antaño fue objeto de mil prensadas. Los visitantes conocen entonces el valor de los metales: por un lado el Oro de Castilla y, por el otro, las coloridas plataformas que se sostienen en el aire, sobre el lagar construido en piedra de sillería. La firma del artista y ceramista Andrés Coello se suma así a la proyección cultural de esta bodega, propiedad de la familia Del Villar, ligada a la villa de Rueda desde hace varias generaciones.

La bodega Hermanos del Villar se abrió camino en la DO Rueda a mediados de los 90 del siglo pasado, seis años después de la plantación de las 40 hectáreas de viñedo. Esta fecha es difícil de olvidar, pues supuso su salto al mercado. Con la añada del 95, su vino blanco de uva verdejo Oro de Castilla logró la máxima condecoración en los Premios Zarcillo, que muchos denominaron el ‘doble oro’: un Oro para el Oro de Castilla.

Desde entonces, Pablo del Villar está al frente de la bodega familiar. Dos décadas después, la firma produce una media de un millón de botellas al año, de las que exporta un 60%. Cuenta con 140 hectáreas propias de viñedo, de las que el 90% son de uva verdejo, y todas están conducidas en espaldera, de ahí que la vendimia nocturna sea una práctica habitual. Con el Oro de Castilla se comercializan los verdejos jóvenes y los monovarietales de sauvignon blanc. Una partida se destina al envejecimiento en barrica y, en especial, la que sale como Finca Los Hornos, cuyas uvas proceden, exclusivamente, de un majuelo de cerca de tres hectáreas de uva verdejo, plantado en la añada de 1939.

Junto a Pablo del Villar, el enólogo palentino Alberto Martínez se encarga del diseño de los vinos. El vino procedente de los vasos viejos se somete a criterios de fermentación en barrica diferentes, pues se utilizan toneles de 850 litros con tostados muy bajos, lo que garantiza un mayor periodo de evolución, prolongando el componente frutal, tanto en nariz como en boca, y una buena evolución en botella. La bodega también comercializa otras marcas y otras tipologías, como los célebres frizzantes. Pero una peculiaridad de los vinos de la familia Del Villar es que produce también un tinto amparado con la DO Ribera del Duero, Gaudeamus, que procede de las 30 hectáreas de tempranillo que tienen en Aranda de Duero, Poyales de Roa y Castrillo de Duero.

La bodega pertenece a un segmento de producción medio en el conjunto de las bodegas de la DO Rueda. Su ubicación en el casco urbano y la construcción en los edificios de la célebre firma Maldonado acentúan sus rasgos locales. Uno de los valores culturales de su arquitectura es que las actuales instalaciones se adaptan al edificio de las antiguas bodegas de la familia Maldonado, que se remontan al siglo XVII.

El origen del proyecto está en la aventura de la familia Del Villar en Rueda, cuando el abuelo Pablo del Villar Escudero compró, en 1955, las fincas a doña Sara Pimentel. Más tarde, sería Félix del Villar quien se pondría al frente del negocio y, sin abandonar el cereal, inició las primeras plantaciones de verdejo en los pagos Valdelapinta, La Morejona, Montico y Los Hornos. Solo las de uva sauvignon se plantaron en La Oliva y una parte de tempranillo en La Nava. En las plantaciones iniciales se utilizó el material de la selección clonal de la Finca de Zamadueñas.