Diario de Valladolid

SAN MARTÍN DEL CASTAÑAR (SALAMANCA )

El hombre, uno más en la naturaleza

El Castillo de la Biosfera es un atractivo recurso que explica los motivos por los que la Sierra de Francia es Reserva de la Biosfera

Panel que explica el paisaje.-M.T.

Panel que explica el paisaje.-M.T.

Publicado por
MAR TORRES
Valladolid

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Rocas, paisaje, tradiciones. Vida. Trabajo del campo, ganadería, artesanía. Respeto. Leyendas, ritos, historias. Porque la comarca de Las Batuecas–Sierra de Francia es algo más que La Alberca y el santuario mariano. Cerca, a unos 13 kilómetros, se encuentra otro de los municipios ‘conocidos’ de ese rico y bello entorno: San Martín del Castañar. Y, allí, en una pequeña elevación, en un extremo del pueblo, se alza su fortaleza, un castillo del siglo XV que desde hace cuatro años, con interrupciones de por medio, alberga el Centro de Interpretación de la Reserva de la Biosfera de la Sierras de Francia y Béjar.

El proyecto fue impulsado por la Fundación del Patrimonio Histórico, la Asociación Salmantina de Agricultura de Montaña y el Ayuntamiento de San Martín. Su rehabilitación y adaptación supuso 725.000 euros.

Según la Unesco, una reserva de la biosfera es un espacio, un ámbito en el que la población es capaz de mantener un nivel de vida de ‘bienestar’ y, al tiempo, se logre la conservación en equilibrio del medio en el que su vida se desarrolla.

La Sierra de Francia merece por numerosos motivos no una, repetidas visitas. Paisajes ‘de cine’, un aprovechamiento agrario equilibrado y el carácter acogedor de sus gentes, actúan como imanes del turismo de interior.

Y para entender qué hay detrás de los entramados de madera de sus casas, de los bancales de viñas, de los castaños y frutales, del rumor de sus fuentes, de los bordados y filigranas de sus aderezos, se abrió al público, en 2013 un centro en el que se explica este territorio. Aún es un recurso poco conocido entre los visitantes de la comarca, que no ocultan su grata sorpresa tras recorrer el interior del castillo y descubrir el montaje expositivo.

Según Marta Lázaro, guía del centro, las visitas que cada año pasan por las instalaciones se sitúan entre las 8.000 y 10.000. El público, mayoritariamente de carácter familiar y personas mayores, procede de la provincia salmantina, de la Comunidad de Madrid, País Vasco, resto de Castilla y León y de Extremadura.

Está gestionado por el Ayuntamiento de San Martín. La institución se hizo cargo de la iniciativa el pasado mes de abril tras unos meses de cierre.

La visita comprende el conjunto del castillo. El acceso se realiza tras pasar junto al cementerio municipal, cuyas muros están decorados con poemas de diversos autores. Antes de iniciar el recorrido se puede disfrutar del paseo por la pasarela que circunda la fortaleza. Desde ella se contempla, entre otros picos, el de la Peña de Francia y la sierra de las Quilamas. Hacia abajo, tres atrios que, según se explica en la vista, son «los lugares que mejor representan su vínculo con la naturaleza y su carácter de castillo ‘nacido de la tierra’: el atrio del roble, el del castaño, cuya divulgación, señalan, se debió a los romanos; y el del olivo, igualmente unido a Roma y con gran presencia en la zona.

Salvado el acceso del centro de interpretación se inicia el recorrido por El Pasadizo de los Porqués. Cinco puntos que explican y justifican la declaración de la comarca Reserva de la Biosfera por la Unesco, que culminan en la Sala del Mundo en la que se proyecta, en tres pantallas, un audiovisual con atractivas imágenes, la mayoría a vista de pájaro, a lo largo de las estaciones del año.

El primero de los porqués es la formación geológica y la diversidad de materiales rocosos de su geomorfología. Granitos, cuarzos, pizarras, oro, cinc, volframio... Las rocas que sustentan la vida sobre la que crece el segundo porqué: el paisaje.

Un paisaje no entendido como «postal», sino como elemento vivo. Un paisaje en el que crecen y evolucionan las especies vegetales, más o menos domesticadas en forma de agricultura, en el que se desarrolla la actividad ganadera y que alienta leyendas y tradiciones.

El tercer aspecto es la diversidad, «no es solo fauna y flora, sino cielos, microclimas [...] gentes, calendarios y ríos que se reinventan». «Aquí reivindicamos el ‘matiz’. No hay solo un vino, una receta o un dulce, sino que cada población atesora uno», explican en la muestra. Para ilustrar, el recorrido dispone de paneles fotográficos animados con luz y sonido en los que se recoge esta diversidad de rocas, cubierta vegetal, paisajes agrarios y actividades económicas y culturales.

Y como todo requiere una causa, el cuarto porqué se dedica a las narraciones orales, las leyendas, desde la de la reina Quilama, hija de Alarico, hasta los romances de moros, los hombres de musgo o los romances de ciegos, entre otros.

Por último, la gente protagoniza el quinto porqué. Gente que entiende «su territorio como una gran narración mosaico» y que cada día «firma un pacto con la naturaleza para ‘volver a casa’».

La fortaleza dispone, además, de una sala de exposiciones temporales, Bolosea. Hasta el 1 de octubre se exhiben las esculturas Islas donde Naufragar, de Morán Sociedad Artística.

En el exterior espera el mirador de la torre del homenaje.

LAUREANO.

Comenzó a contar sus días al tiempo la II República. «Tengo 86 años. Nací el 9 de abril y me bautizaron el 14». Laureano Martín sonríe al recordar las fechas. Laureano conoce la sierra de Francia como las palmas de sus manos. Cae la tarde y sentado en un murete de protección de la carretera, ve pasar a los turistas que se van perdiendo por una de las calles de su pueblo: San Martín del Castañar.

Hace un rato que dejó de trabajar. Martín, que fue ganadero de caprino, es el único artesano de la comarca que construye instrumentos de percusión, castañuelas y palos para las danzas de paloteo, trabajando maderas duras como el boj, el moral y, en ocasiones, enebro. Y lo hace con las puertas de su taller abiertas, facilitando que los visitantes de San Martín curioseen desde el umbral.

Laureano forma parte del paisaje y el paisanaje de San Martín y el paso por su taller es visita obligada para foráneos curiosos como lo es el castillo, el puente, la ermita, la plaza de toros, la iglesia y los restos visigodos. Vendía la leche de las cabras a una central y tenía algo de labor –agrícola–, hasta que, poco a poco comenzó a ocupar el tiempo con las castañuelas. «Es un embaimiento que tengo... y en invierno, con la calefacción.... –se le pasa el tiempo–».

Aprendió poco a poco. «Hacía los badajos de las campanillas de las cabras por afición», recuerda y así, 50 años después, es el único que los elabora.

«Duran toda la vida», explica orgulloso. Las únicas herramientas que utiliza son la azuela y la escofina. Su precio: «el par 40 euros», responde.

La conversación se interrumpe un momento. A un par de metros una familia le pregunta, sin bajar del coche, por La Posada. Hace un gesto dirigiendo la mano a la oreja y se repite la pregunta. «Todo recto hasta la plaza», indica. «¡Estoy un poco sordo!», sonríe.

Los compradores llegan de toda la provincia. El único problema es la escasez de madera. Según detalla, el boj (de madera amarilla) es una especie protegida por lo que no se puede cortar y utiliza las ramas que se tronchan por la carga de nieve que soportan en invierno. «Hay mucha madera pero no vale toda. Tiene que tener sonido antes de hacer el vacío de la pieza», señala.

La madera del moral (de color más tostado y con rayas blanquecinas) la obtiene de ejemplares abandonados.

Un par de estas castañuelas forma parte de la colección de instrumentos que exhibe la Fundación Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid). Según la ficha que las acompaña están construidas con madera de boj y decoradas con hojas sueltas en forma de roseta. Se unen con una cinta roja y miden 8 x 6,2 x 2,1 centímetros.

San Martín es más que casas con entramado de madera. Más que edificios históricos. Más que un entorno natural privilegiado donde cerezos, cepas y olivos gozan de buena vecindad. Guarda tradiciones como también se mantienen en la cercana población de La Alberca, donde, además del cebo comunal de un cerdo que se sacrificará por San Antón, se puede ver al atardecer a una vecina que, al toque de la campanilla que lleva en la mano, ruega con bisbiseo monocorde por las ánimas del purgatorio mientras recorre las calles. Es la Moza de Ánimas.

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