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PERIQUETE (VALLADOLID)

El hermano pequeño del Molino Rojo

Situado en una de las principales arterias de la capital vallisoletana, el local ofrece una versión renovada de la mítica brasería

Los hermanos Cristina (i) y Jorge (d) San Juan Calleja muestran algunos de los platos del establecimiento, donde destaca la tortilla al estilo ‘Las Canteras’ y la tarta de queso cremosa.-J.M. LOSTAU

Publicado por
Henar Martín Puentes

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Lleva quince días abierto y ya ha conquistado el paladar del público vallisoletano. Quizá porque los sabores que ofrecen no son desconocidos. El restaurante Periquete toma el nombre del apodo ‘Perico’ por el que se conoce a Ángel San Juan, el padre de los actuales dueños. «Desde los 15 años me llamaban así de forma cariñosa», comenta con gracia el hostelero, que cuenta con una larga trayectoria de más de 40 años regentando la Brasería Molino Rojo, ubicada a escasos metros de éste. «El Molino Rojo lo creé con mis hermanos. Éste es un regalo a todos esos años de profesión. Quería que mis hijos pudieran aportar algo diferente conservando la cocina tradicional e introduciendo algunos platos nuevos en un ambiente moderno».

Cristina y Jorge San Juan Calleja han tomado así el relevo para ofrecer una versión renovada del establecimiento familiar donde han ‘mamado’ desde la cuna la receta de un local que ha sabido mantener un nombre de referencia durante décadas. «Nuestra filosofía se basa en intentar aprovechar cada día al máximo, vivimos con pasión nuestro oficio», reza el menú en el que invitan a los clientes «a disfrutar de la vida».

«El concepto que queremos transmitir es no dejar de lado la tradición que tanto éxito ha tenido en la Brasería y abrir las puertas a una clientela más joven», señala Cristina.

En su carta han apostado por ofrecer los platos que muchos ya conocen del Molino como los famosos torreznillos, una perfecta combinación de magro y corteza crujiente cuya receta solo ellos saben realizar. «Es un homenaje a mi hermano que se esforzó mucho en conseguir un buen producto», apunta Ángel.

También han conservado la tortilla de patatas ‘Las Canteras’ que rinde tributo al nombre del restaurante que hasta hace pocos meses ha estado ocupando el mismo lugar y que, debido a la jubilación de sus dueños, cerró sus puertas.

«Pili, la antigua dueña de Las Canteras, nos dio unas clases para hacer la tortilla que hemos querido mantener». La buena fama de éste manjar ha sido una de sus mejores cartas de presentación. De hecho, en uno de sus primeros días de apertura, recuerdan cómo se tuvo que cocinar cerca de 90 tortillas de patata.

La carta ha apostado por la regla de que ‘menos es más’ ofreciendo los platos ya conocidos por la clientela. Las mollejas de lechazo a la plancha, la cecina del Bierzo, las patatas bravas o la pizarra de quesos conforman algunas de las propuestas para los entrantes.

Como plato principal el visitante se puede encontrar la carne de vaca y el secreto de ibérico a la parrilla además de un tartar de atún. Una suculenta comida que pueden acompañar con una sencilla ensalada de tomate o de requesón y tomate cherry.

Junto a las recetas de siempre han introducido nuevos platos como los palitos de berenjena con miel de caña. «Mi nuera es de Córdoba y cada vez que íbamos de visita nos gustaba pedirlo, por lo que nos planteamos incorporarlo como una de nuestras sugerencias. Estamos muy contentos de la buena acogida que está teniendo», explica el padre de esta saga de hosteleros que también ha ‘cogido’ de la ciudad andaluza el clásico salmorejo.

La aceptación de estas dos primeras semanas de vida no ha podido ser mejor, con ‘lleno’ en muchos de los días de feria. Y es que su emplazamiento, en pleno Paseo de Zorrilla, próximo a la plaza de toros, es uno de sus valores añadidos. «Es una de las razones por las que decidimos apostar por este local», esgrime Cristina.

«Es un sitio donde te puedes encontrar como en casa», señala su hermano Jorge. «Si en el otro local nos hemos centrado en las comidas, aquí ofrecemos disfrutar tanto de un buen desayuno como de una copa entre horas o bien entrada la noche».

En su terraza se distribuyen 25 mesas donde se ofertan las raciones del restaurante, aunque también podemos degustar sus ‘peripicos’, un pan de aceite relleno de pepito de ternera, morcón con setas o pollo en mayonesa a 3,50 euros.

Dicen que el éxito empresarial se basa en mantener lo que ya te ha dado resultado. Con esta premisa que han tomado como mantra, se han aventurado a abrir un espacio del que huyen de calificativos como ‘gastrobar’.

Su bodega cuenta con las principales referencias de vino tanto de Ribera del Duero como de Rioja.

Entre los postres, se puede elegir entre cinco elaboraciones que realizan de forma «totalmente casera». Entre ellos destaca la tarta de tres chocolates y la de queso cremosa que sirven en vaso.

EL SERVICIO, LO PRIMERO

Una de las enseñanzas que tiene grabada ’a fuego’ el patricarca de esta familia de restauradores es que lo primordial es ofrecer una cuidada atención a los comensales.

Para ello cuentan con un equipo de profesionales formado por 10 personas con las que esperan ofrecer un trato cercano al cliente. «Hemos tratado de rodearnos de una plantilla de confianza porque para nosotros el servicio es fundamental. Queremos que el cliente que venga se vaya satisfecho no sólo por los platos sino por el buen servicio».

Con casi medio siglo de historia entre los fogones, la familia del Molino Rojo se amplía con un nuevo espacio de decoración minimalista pero con los sabores a la cocina de siempre.