COLECCIONISMO
El pasado late en una botella
El restaurante Rekondo (San Sebastián) atesora una botella de blanco de Nava del Rey de finales del XIX del ‘exportador’ Benito Duque
Llegó allí hace tiempo. Ni Txomin recordaba cuándo y eso que su memoria, sobre todo para el vino, es enciclopédica y cronológica. Guarda detalles de cada añada y de cada bodega como si él mismo hubiese elaborado los vinos. «Fue un regalo... no me acuerdo cuándo llegó», comenta Rekondo.
Pero allí está. Una auténtica máquina del tiempo. En su interior guarda un vino, un ‘ser vivo’ para muchos, que nació en el floreciente siglo XIXde Nava del Rey (Valladolid).
Su etiqueta, relativamente bien conservada, identifica el tipo de vino, la bodega elaboradora con su correspondiente registro de embotellado, y el origen del vino.
Se trata de un vino ‘blanco fino’ elaborado por Viuda de Benito Duque Cosechero Exportador, en la villa navarresa. Su registro de embotellado, el número 816, denota la pujanza del sector vinícola en el último cuarto de siglo del XIX en la zona.
La documentación histórica así lo refiere. Los viñedos y el vino blanco de Nava, núcleo de la comarca de Villa y Tierra de Medina del Campo, se beneficiaron del prestigio que alcanzaron ya en la corte de Isabel I de Castilla.
En el XVI su calidad también era reconocida en el mercado exterior, como sucedió en Flandes y Tirso de Molina los llamó ‘monarcas de Castilla’, recogen los textos.
El comercio y la distribución de blancos de Nava del Rey se realizó a través de carretas hasta que en 1864 llegó el ferrocarril al pueblo.
En el siglo XVIII estos vinos se vendían por la cornisa cantábrica. Especialmente en las poblaciones de mayor importancia de Cantabria y Asturias. La progresiva expansión del ferrocarril facilitó la ‘rapidez’ del comercio hacia estos puntos de distribución, a los que comenzaba a retornar el dinero de los indianos, sobre todo a finales de siglo y principios del XX.
Según refieren las crónicas del momento, la fama vitivinícola y la importancia económica de alcanzó Nava a finales del XIX impulsaron la visita del rey Alfonso XII al municipio en 1877 y, tras su paso por las bodegas Marqués de Viesca, propiedad del entonces titular de la cartera de Agricultura, el monarca concedió al pueblo el título de ‘ciudad’ por Real Decreto de 7 de diciembre de 1877, «teniendo en consideración la importancia y desarrollo creciente de la villa de Nava del Rey».
Benito Duque contribuyó a esta pujanza. Era ‘cosechero’ y ‘exportador’. Hay que entender por tal un productor que comercializaba sus vinos y no solo los elaboraba para consumo doméstico, hábito común y arraigado en la mayor parte de las comarcas del país donde la vid ha arraigado, casi siempre, por motivos litúrgicos.
Duque elaboraba vinos blancos finos. Así se denominaba a los vinos de verdejo, viura y palomino que tras la fermentación se sometían a crianza oxidativa.
Para ello se utilizan recipientes de vidrio (damajuanas) que se exponen al sol, o también se empleaban cubas o depósitos, que guardaban parte del vino de la cosecha anterior.
Posiblemente utilizó este método ya que en la etiqueta de la botella se intuye el término [p]o ocera o [s]o[l]era –depósito o sistema de crianza en cuba– 1872. Esto es, el vino base de esa cuba sería del año señalado y sobre él se ‘criaría’ el de la siguinete vendimia.
Por otra parte, y en otro ámbito, se debió recurrir a la expericiencia agrícola de este viticultor ya que su nombre aparece en una publicación de la Universidad de Santiago de Compostela en la que se recogen remedios contra la temida yesca de la viña.
No creo que lleguemos a conocer el estado de ese vino. Lo que sí es cierto es que abrir la botella y probar su contenido sería como viajar en una máquina del tiempo.