2.316 metros
Moncayo: El gigante soriano
La cumbre más alta del Sistema Ibérico se localiza en el extremo noreste de la provincia. El ascenso a la cima discurre por un terreno relativamente cómodo
Según la Real Academia de la Lengua un tópico es una idea u opinión que se usa y se repite con mucha frecuencia en determinadas circunstancias. Ocurre, a menudo, que tanto se repite esa idea que puede llegar a confundirse con la realidad.
Algo así ha ocurrido con el tópico de las extensas llanuras castellanas, que fue tan profusamente empleado por parte de los poetas de la Generación del 98 para destacar una parte muy importante de la identidad de esta tierra, que hizo olvidar otra realidad, la de las altas cumbres. Ya lo advirtió, sin embargo, Don Miguel de Unamuno: «aquellos que hablan de Castilla y León como si no fuesen más que pelados páramos, desnudos de árboles, abrasados por los soles y los hielos, áridos y tristes, no han visto estas tierras sino al correr del tren y muy parcialmente». En realidad, la grandeza de esta tierra es que ambas realidades no compiten entre sí; más bien al contrario, los terrenos llanos y altas cumbres castellanas se enriquecen para engrandecerse mutuamente.
Uno de los ejemplos más significativos de lo que aquí pretendemos expresar lo entramos en la provincia de Soria, en cuyo extremo noreste se levantan el imponente pico Moncayo. Estamos hablando de la cumbre más alta de todo el Sistema Ibérico, cuya elegante y altiva silueta resulta bien visible desde cientos de kilómetros a su alrededor. No en vano son más de dos mil metros los que se alza su cumbre sobre el lecho del valle del Ebro. Desde la vertiente sur, la cumbre también resulta perfectamente visible, presidiendo el horizonte por encima de los campos sorianos.
Es precisamente, desde esta vertiente soriana, desde la que hoy vamos a plantear nuestra excursión, tomando como punto de partida la localidad de Cueva de Ágreda, situada a casi 1.300 metros sobre el nivel del mar. A pesar de que tenemos por delante mil metros de desnivel, esto no nos ha de asustar, pues la ascensión discurre por un terreno relativamente cómodo y apto para cualquiera acostumbrado a caminar por montaña.
Nuestro punto de partida lo situaremos en las últimas casas del pueblo, en la salida de la carretera que se dirige a la vecina localidad de Beratón (dirección este). Allí encontraremos señalizada y acondicionada una zona de aparcamiento donde dejar nuestro vehículo y ponernos la mochila a la espalda. La pista, en buen estado en estos primeros metros, se dirige hacia el norte, para luego ir girando poco a poco hacia el este. Pronto veremos cómo su trazado se ve interrumpido por una cadena que impide el paso para los vehículos, desde donde seguiremos por la pista que se adentra en un precioso bosquecillo de robles y rebollos. El sonido de las aguas del río Transmoncayo, que corretea a nuestra derecha acompañan en este tramo nuestros pasos.
Llegando a los 1.450 metros de altitud la pista cruza por el lecho del río, en dirección a la fuente del Nacedero. En este punto, sin embargo, nosotros deberemos estar atentos para abandonar la pista y tomar un sendero que se mantiene a la izquierda del curso de las aguas, cogiendo progresivamente altura en dirección noreste. El bosquecillo va desapareciendo, dando paso a una vegetación más pobre a medida que vamos ganando altura. Las pendientes al cabo de un rato comienzan a ser más empinadas, lo que será el signo inequívoco de que entramos en el Barranco del Colladillo. El caos de piedras y rocas entre la vegetación de escobas nos conduce en el tramo más incómodo de la excursión hasta un alto collado, situado ya por encima de los 2.250 metros y que con frecuencia está cubierto de nieve hasta finales de la primavera. Se trata del collado del Alto de las Piedras, en el cordal que une fraternalmente los territorios de Aragón y Castilla y León.
Hacia el sureste, unos 30 metros por encima de nosotros tenemos ya el Cerro de San Juan (2.279), mientras que hacia el noroeste el cordal continúa unos metros más, dando vista, hacia el norte al impresionante circo de San Miguel, a cuyos pies se extiende toda la planicie del valle del Ebro. Un breve tramo más, acompañados de estas maravillosas vistas, nos separa del punto culminante de nuestra excursión: la cumbre del Moncayo. (2.316 metros sobre el nivel del mar), desde la cual en los días claros se alcanzan a ver muchas de las más altas cumbres de los Pirineos.