Diario de Valladolid

NATURALEZA

Tiempo de humedales

Palencia y Zamora se convierten en un lugar privilegiado para el descanso de miles de aves de invierno que muestran orgullosas sus hábitos al visitante

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ALMUDENA ÁLVAREZ / JOSÉ L. CABRERO
Valladolid

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El frío intenso del invierno en Tierra de Campos. Los días claros y azules. Los graznidos, aleteos y chapoteos en el agua. El silbido del viento y el crujir de la tierra a cada paso. Respirar hondo y disfrutar del aire fresco, del paisaje y del silencio. Reconocer y conocer otras especies de aves. Dejar que el tiempo se pare. Es tiempo de humedales y las provincias de Palencia y Zamora se convierten en un lugar privilegiado para el descanso de miles de aves de invierno que muestran orgullosas sus hábitos al visitante.

LA NAVA, BOADA Y PEDRAZA

El rosario de lagunas que se extiende por la Tierra de Campos palentina, con los humedales de La Nava, Boada y Pedraza, regala en invierno una oportunidad única para divisar y observar miles de gansos en su viaje migratorio, ánades reales, avefrías, azulones, cercetas, cigüeñas y grullas, que repiten hábitos cíclicos entre tierras de labranza, palomares y pueblos de adobe y tapial.

Es recomendable madrugar para iniciar una visita que arranca en la Laguna de La Nava, en Fuentes de Nava. Un destino que señala, desde la carretera N–610 (Benavente–Palencia), la torre campanario de la iglesia de San Pedro, conocida como ‘la estrella de campos’ porque anuncia como un faro el mar de campos que un día fue una enorme laguna. Hoy apenas queda el 10% de aquella superficie antigua, pero suficiente para que las aves elijan este paraje como un auténtico balneario de invierno y ofrecer al curioso la oportunidad de seguirlas con la vista y disfrutar del paisaje. Un paisaje formado por grandes láminas de agua, más o menos profundas, entre estepas cerealistas, en las que se refugian hasta 238 especies de aves.

Cinco puntos de observación ordenan la visita y la vista ante la que desfilan, si tenemos paciencia, patos silbones, frisos, cercetas, azulones y cucharas, garzas imperiales, cuellinegros y avetoros, aguiluchos laguneros y gansos, muchos gansos, sobre todo gansos.

Podemos dejar el coche en cualquiera de los tres aparcamientos y realizar parte del recorrido andando, a lo largo de poco más de dos kilómetros en los que cruzaremos la pasarela El Prado, entre árboles y carrizal; nos detendremos un buen rato en el observatorio de La Colada, un edificio de dos plantas desde el que se divisa toda la laguna y completaremos sensaciones apostados en el punto de observación de La Cogolla, una plataforma desde la que se observa una zona casi desnuda de agua en invierno en la que descansan gansos, limícolas y aves de pastizales y junqueras. Aunque es el Observatorio de Corralillos, que además es accesible para personas con discapacidad, el que ofrece una panorámica más amplia de la laguna y enfoca hacia una de las zonas más profundas y más apropiadas para observar a las aves acuáticas casi sin ser vistos.

Ya en el pueblo, en Fuentes de Nava, merece la pena admirar la arquitectura tradicional de sus casas, entrar en sus iglesias para descubrir a Berruguete o admirar el más puro mudéjar. Y detenerse un buen rato en el Centro de Visitantes de la Casa del Parque La Nava y Campos. Una antigua casa señorial del siglo XVII donde seis salas con paneles interactivos, mapas y folletos fijarán los conocimientos sobre la laguna, su historia de gran mar primero, tierra seca después y humedal artificial que ahora alimenta el Canal de Castilla; su vegetación de junquillos, espadañas y hierbas laguneras; y su fauna de especies acuáticas tan habituales ya como los gansos, los patos que se cuentan por miles y los aguiluchos laguneros, que mantienen en La Nava uno de los dormideros más importantes de esta especie a escala A lo largo del año se organizan visitas guiadas y talleres de observación y anillamiento de aves.

La siguiente parada nos lleva al Mirador de Tierra de Campos en Autilla del Pino, ‘el balcón de Campos’, para contemplar desde lo alto la inmensidad de esta comarca geométrica y plana salpicada de torres de iglesia y palomares. En un día claro podremos señalar con la mirada hasta 26 localidades, representadas ahora en el enorme grafiti que lo decora. Villaumbrales y Grijota partidos por las aguas del Canal de Castilla; Frechilla y Guaza de Campos, donde se pueden avistar avutardas, aguiluchos y bisbitas campestres; Villarramiel rodeado de palomares que sirven de refugio a palomas y pichones, pero también a cernícalos, mochuelos, gorriones y estorninos; o Pedraza y Boada de Campos, donde nos lleva el aleteo de las aves que en formación se dirigen a su descanso.

Es en estos humedales de Boada y Pedraza donde la luz del atardecer nos brinda la oportunidad de disfrutar de unos instantes únicos y diferentes. Es el momento de mayor actividad de las aves, la hora de organizarse para descansar en grupo, y un observatorio proporciona una posición privilegiada para contemplar el espectáculo.

Muy cerca de la laguna en la Casa Museo de Boada se desvela todo lo relativo a los ciclos migratorios y las especies que anidan en esta laguna, e incluso se pueden observar, en tiempo real, diferentes puntos del humedal y a sus habitantes.

Ya de vuelta a Palencia, y si la luz del invierno todavía lo permite, merece la pena volver a las alturas y subir a la torre observatorio que hay en Mazariegos, enclavada en plena Vía Verde, que transcurre paralela al humedal de La Nava gran parte de su recorrido. Desde lo alto de esta torre se puede dibujar con la mirada la línea que marca este sendero recientemente acondicionado para recorrer andando, en bicicleta, o a caballo, que parte de la Dársena del Canal de Castilla en Palencia y llega hasta Castromocho, siguiendo el recorrido que antes marcó el trayecto del Tren Burra. Y contemplar desde las alturas el descanso de las aves que durante el día aleteaban nerviosas regalándo bailes y piruetas, graznidos y silencio.

VILLAFÁFILA, LA ROSA, PANERAS

Merece la pena descubrir el amanecer en la reserva natural de las Lagunas de Villafáfila (Zamora). Durante los meses de invierno, las primeras luces dejan ver no sólo el paisaje sino también las numerosas aves que salen de las lagunas para buscar alimento durante el día en la estepa cerealista que se extiende por toda la comarca.

El ánsar común, la especie que reúne mayor número de ejemplares para pasar el invierno en Villafáfila, es también la más espectacular en el momento de salir de las lagunas y de volver a ellas, cuando el sol se pone, para pasar la noche. Esta especie al moverse en grandes bandos, de carácter muy ruidoso, es la que da mayor espectacularidad a la reserva.

Pero en las más de 32.500 hectáreas protegidas se pueden ver otras muchas especies. Las diferentes lagunas albergan durante esta época del año un gran contingente de aves, unas sedentarias y otras que acuden en la época invernal. A pesar de que la falta de lluvias ha provocado que buena parte de las lagunas hayan estado secas durante el primer periodo del invierno, la riqueza de la zona ha seguido haciendo posible la contemplación de especies como el ánade real (azulón), pato cuchara, cerceta común, ánade silbón, focha, cormorán común, avefrías, porrón común, porrón moñudo, gaviotas y ánade friso. También, aunque en menor número, garceta, zampullín, correlinos común, archibebe común, aguja colinegra, avoceta, garza real y garcilla bueyera.

Las máximas concentraciones de aves, en años que se consideran favorables para la hibernación, se alcanzan entre noviembre y febrero porque junto a esta gran variedad de aves asociada al agua, se encuentra todo el año una comunidad de aves diferente, colonizadora de los amplios espacios abiertos y secos; se trata de la avutarda, que mantiene en la zona la mayor población del mundo, ya que algunos años se han llegado a contar más de 3.000 ejemplares, de los 25.000 que se estima que hay en toda Europa, cerca de 19.000 en España.

Como ocurre con el resto de las aves, es conveniente utilizar prismáticos para poder verla en las llanuras, desde los diferentes caminos que recorren la reserva enlazando los once municipios incluidos en ella.

Todas ellas hacen de este humedal un lugar ideal para los amantes de la naturaleza por su valor ornitológico y paisajístico, un espacio visitado el año pasado por más de 18.000 personas, que tiene el reconocimiento como Zona de Especial Protección para las Aves, Lugar de Interés Comunitario y Humedal Ramsar, por la importancia internacional del complejo lagunar.

La complejidad de la reserva aconseja, antes de hacer cualquier recorrido, visitar la Casa del Parque, situada en la carretera que une Villafáfila con Tapioles para tener una visión global de la riqueza natural y cultural de la zona. Desde el centro se accede al parque de fauna, formado por tres lagunas artificiales en las que se reproduce el ecosistema lagunar. Se ha establecido un paseo de poco más de un kilómetro y medio desde el que se llega a varios miradores situados sobre las lagunas para poder ver las aves que permanecen durante todo el año en esta área.

En el centro de interpretación se puede conseguir también información para realizar diferentes itinerarios y visitar las lagunas naturales, ya sea a pie, en bicicleta o utilizando el coche.

En la reserva se han construido tres observatorios desde los que se pueden ver zonas diferentes. El de la Salina Grande es el más visitado, pero sólo se puede utilizar en invierno. Se encuentra en Otero de Sariegos. El observatorio de la laguna de Barillos, en la carretera de Villafáfila a Villalpando, permite ver tres lagunas al mismo tiempo, la Rosa, Paneras y Barillos. Finalmente, el de la laguna de San Pedro, se encuentra junto a la masa de agua más pequeña de la reserva pero, como contrapartida, es el observatorio que permite ver más de cerca las aves.

Estos dos últimos observatorios se encuentran junto a la carretera, lo que permite parar sin tener que utilizar caminos que, en ocasiones, se encuentran embarrados.

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