BODEGA VOLVORETA (DOP TORO)
En lo más alto de la comarca
La bodega cumple 20 años y enfila el futuro manteniendo las prácticas biodinámicas, rendimientos bajos en la viña y nuevas instalaciones
A 800 metros de altitud, en el terreno más alto que la denominación de origen Toro tiene en la provincia de Zamora, rodeadas por monte bajo y fundidas con el paisaje.
Así viven las viñas de las que se alimenta el vino que cada año produce Finca Volvoreta, vinos «salvajes más que ecológicos», dice María Alonso, directora y enóloga de la bodega y miembro de la segunda generación al frente de un negocio que su padre puso en marcha en Sanzoles hace veinte años.
María reconoce que ha crecido al mismo tiempo que la bodega y las viñas que ha ido plantando la familia en el marco de la denominación y lo ha hecho asumiendo punto por punto la filosofía con la que se puso en marcha la actividad: el respeto por el terreno, la apuesta por la calidad, el mantenimiento de los métodos artesanales y la recuperación de antiguas tradiciones, como la utilización de ánforas de barro para la crianza de algunos de sus vinos.
El objetivo de la nueva generación que se ha hecho cargo de la actividad iniciada por Antonio Alfonso es seguir produciendo «vinos saludables»y de calidad. Por eso, explica María, se mantiene también la apuesta por la agricultura ecológica y la filosofía biodinámica, lo que le permitió ser la primera bodega de Castilla y León con certificación ecológica. En el año 2011 obtuvieron el premio al mejor productor ecológico de la región.
Las 30 hectáreas de viñedo distribuidas en cinco parcelas diferentes, con edades comprendidas entre los 30 y los 80 años, se miman «desde el respeto», añade. Se respeta la cubierta vegetal «que es fundamental para el buen desarrollo de las cepas», se respeta la capacidad de regeneración de la propia planta, se respeta la fauna autóctona y el entorno, una práctica que en 2009 les permitió ser reconocidos con el premio nacional Biodiversidad que del Ministerio de Medio Ambiente.
A pesar de haber alcanzado ya una producción anual de 150.000 botellas, la bodega mantiene la idea de que se debe trabajar como lo hacen los pequeños productores: buscando rendimientos bajos, realizando una exhaustiva selección en el viñedo y en bodega, recogiendo la uva en pequeñas cajas para garantizar la integridad del grano, aprovechando el frío de la noche para preservar los racimos y con maceraciones largas a baja temperatura.
Trabajar mirando los detalles, como lo hizo en un principio Antonio y como lo hace ahora María, permitió a Volvoreta ser en 2005 la primera bodega de la zona en elaborar vinos sin sulfitos, una práctica que todavía mantienen «cuando la viña lo permite», señala Antonio.
Finca Volvoreta se encuentra en pleno proceso de expansión. La bodega inicial, que cuenta con una cava excavada en la roca hace más de 400 años donde se asienta el parque de barricas, «se estaba quedando pequeña» y la familia Alfonso ha decidido seguir establecida en Sanzoles pero en una nueva ubicación. «Se van a mejorar las condiciones, sobre todo porque contaremos con más espacio para trabajar cómodamente y se podrá unificar el espacio para la elaboración de los vinos, el embotellado, la expedición y la zona de almacenaje», explica María Alfonso.
Las nuevas instalaciones cuentan también con una bodega subterránea en la que ya trabajan con algunas barricas y con las ánforas de barro en las que se realiza la crianza de parte de los vinos.
Además, la nueva finca, añade María, permitirá seguir incidiendo en el enoturismo y poner en marcha no sólo una huerta sino otros proyectos inspirados por la filosofía de Volvoreta.
Aunque 2017 llega con proyectos nuevos, experimentando con nuevas formas de elaboración y con la intención de sacar al mercado nuevas referencias a corto plazo, tres siguen siendo los grandes vinos de la casa. Volvoreta es «la razón de ser» de la actividad vinícola de la familia Alfonso: elaborado con cepas viejas prefiloxéricas, fermentado con levaduras salvajes que se encuentran en el propio viñedo y con un largo periodo de maduración de al menos seis meses en ánfora de barro y otros doce en barrica de roble francés. El Vino del Buen Amor procede de los viñedos con mayor altitud de Finca Volvoreta, una creación que ha dado a la bodega grandes alegrías, como las que está ofreciendo también Flores de Cerezo, el más joven de la casa.
María Alfonso reconoce que su búsqueda personal es que exista «afinidad» entre el consumidor y los vinos que hace Volvoreta, que sea fácil acceder a ellos, que se puedan disfrutar en cualquier lugar y en cualquier momento, que «sienten bien y sean saludables». En ese empeño andan desde hace ya 20 años.