Diario de Valladolid

PEÑA REDONDA, 1.996 METROS (PALENCIA)

El cresterío de Tosande

Un recorrido por las cumbres que coronan la tejeda milenaria bajo la atenta mirada del Curavacas

La recompensa es la cumbre y el panorama que se divisa desde ella.-N.S.

La recompensa es la cumbre y el panorama que se divisa desde ella.-N.S.

Publicado por
NACHO SAEZ
Valladolid

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Los rigores del invierno comienzan a hacer acto de presencia en nuestras montañas. Los días son más cortos, grises y fríos, con lo que nuestras cumbres empiezan a mimetizarse con el ambiente, luciendo ya las más altas algunas brinzas de nieve. Sin embargo, aunque el panorama se pueda presentar desde casa algo desapacible siempre existen buenas excusas para vencer la pereza y hacer una buena ruta montañera.

La que proponemos hoy es larga y exigente, pero nos permitirá conocer uno de los lugares más emblemáticos y con más encanto de la Montaña Palentina, como es la Tejeda de Tosande, recorriendo además toda la línea de cumbres que culmina en Peña Redonda, una de las montañas más queridas por los palentinos.

Puesto que nos va a llevar unas cuantas horas, será bueno que madruguemos para llegar a nuestro punto de partida, que se localiza el aparcamiento situado junto al kilómetro 2 de la carretera CL–626, entre Cervera de Pisuerga y Cantoral de la Peña. La ruta parte en acusado descenso hacia el noroeste por una pista que en pocos metros se desliza por debajo de la vía de ferrocarril Bilbao–La Robla hasta llegar a un pequeño claro, junto a los restos de una escombrera de una mina de carbón abandonada.

A partir de este punto giraremos hacia la izquierda –oeste–, remontando por una encajonada zona rocosa excavada hace años por el arroyo de Tosande y que nos deja, poco más tarde, en un buen camino que se dirige valle arriba. Pronto encontraremos, a nuestra izquierda, un desvío hacia un sendero balizado y bien acondicionado que asciende por un precioso bosque de robles y hayas. Estamos en la ruta de los tejos milenarios, tejos de troncos retorcidos que dibujan formas caprichosas conformando un mágico rincón de un grandioso valor biológico y que por sí solo ya merece una visita.

Tras algunas rampas fuertes, llegaremos a un mirador donde el bosque empieza a desaparecer. Desde ahí nuestra progresión se hará en dirección sur–suroeste, en busca de la línea de cumbres sin un sendero claro hasta llegar a la base de Peña Cantoral, cuya cumbre podremos conquistar tras una sencilla trepada. Desde lo más alto ya se divisa el paisaje que nos acompañará a lo largo de toda nuestra jornada: Hacia el sur se abre en toda su extensión la palentina comarca de la Ojeda, mientras que, si nos giramos, hacia el noroeste veremos un horizonte montañoso presidido por el colosal Curavacas.

No hemos hecho más que empezar nuestro recorrido de cumbres, con lo que sin perder tiempo deberemos encaminarnos hacia el oeste en un continuo sube y baja de cotas montañosas transitando entre zonas rocosas de blanca caliza.

La siguiente cumbre en nuestra ruta será la Peña Oracada –u Horadada–, a la que seguirán las de Los Collazos, el Campillo, la Silla Grande y la Silla Pequeña en un cresterío que, aunque no reviste complicaciones técnicas, nos exigirá hacer gala de nuestra experiencia montañera, pues no existe un sendero claramente marcado.

Aproximadamente a los nueve kilómetros de marcha estaremos muy cerca del pico Burrián, el cual entornaremos por su vertiente norte para colocarnos al pie de nuestro último objetivo del día, la Peña Redonda (1.996 m.). Trescientos metros de desnivel nos separan desde el collado hasta la cumbre en una dura pendiente, con lo que mejor será que nos lo tomemos con tranquilidad. En su punto culminante nos espera una gigantesca cruz metálica de 14 metros de altura que se levantó en 1984 en el mismo lugar donde, desde principios de siglo, parece que hubo otra –eso sí, de mucha menor envergadura–. Junto a esta estructura encontraremos también una más discreta construcción que sirve de refugio para la Virgen de las Cumbres, que es visitada cada primer domingo de agosto en una celebración multitudinaria que une la tradición religiosa con el placer de conquistar esta bella cima.

Después de recuperar fuerzas –que buena falta nos hará–, bajaremos de ‘la Peña’ por la misma ruta de subida, para luego dirigirnos hacia el norte. Se trata, en este momento, de buscar, con intuición montañera y sentido común, el itinerario más cómodo que nos permita colocarnos en el collado que representa la cabecera del Valle de Tosande.

Desde aquí ya encontraremos pronto una senda, claramente marcada, que poco a poco nos lleva hacia los verdes prados que se localizan en el fondo del valle, junto a la majada del mismo nombre, y que servían de pasto al ganado de muchos pueblos de la zona y a los grandes rebaños de ovejas que todos los veranos llegaban desde las lejanas tierras extremeñas.

La senda del fondo del valle pronto se convertirá en el camino más ancho que ya transitamos a primera hora de la mañana, con lo que simplemente con volver por él llegaremos al punto de partida después de una buena jornada montañera.

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