Diario de Valladolid

LAGUNA CEBOLLERA

El glaciar secreto

La última frontera entre Castilla y León y La Rioja atesora una laguna virgen en la que el hielo y la nieve han moldeado el paisaje. La llegada del otoño hace imprescindible descubrirla

Vista de la Laguna Cebollera, con sus laderas de roca disgregada.-ANTONIO CARRILLO

Vista de la Laguna Cebollera, con sus laderas de roca disgregada.-ANTONIO CARRILLO

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ANTONIO CARRILLO
Valladolid

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Castilla y León atesora algunas de las lagunas más emblemáticas de España, como la Negra (Soria), las de Neila (Burgos) o el lago de Sanabria (Zamora). Sin embargo, también existe otra joya oculta por lo general al gran público pero que cautiva a quien se acerca para siempre.

La Laguna Cebollera se alza a 1.820 metros sobre el nivel del mar como testimonio vivo de los últimos glaciares. De hecho, en toda la sierra se calcula que hay más de una veintena pero en pocos se aprecia de una forma tan clara la acción de la nieve y el hielo. De octubre hasta mayo es habitual verlos en su circo, por el que se aprecia cómo las rocas sueltas han bajado gracias al empuje de la naturaleza. Curiosamente está orientado hacia el sur, con temperaturas cálidas y un sol perenne, lo que añade aún más singularidad a un enclave en el que la nieve pasa más de medio año cómodamente instalada.

Sus aguas cristalinas desbordan dando la vida al arroyo de la Laguna, un punto desde el que el paisaje se abre hacia la comarca del Valle con sus bosques de ensueño. De hecho, el otoño hace de este territorio algo mágico con su tapiz de colores. Hayas, pinos, serbales o brezos siguen el ritmo que les dicta la estación y conforman una imagen repleta de matices desde el verde hasta el dorado.

Las orillas aportan además mucho más de lo que parece a simple vista. Nada más llegar, hacia la derecha se abre una zona cómoda para caminar y llegar hasta las paredes del glaciar. Desde la izquierda, los bloques de piedra ponen más ‘picante’ a la ruta. Y al fondo, la mole pétrea invita a subir para coronar con el premio de las mejores vistas imaginables.

Tampoco faltan atractivos animales. La laguna atesora cientos de truchas y durante unos escasos meses primaverales se puede practicar la pesca sin muerte, aunque cueste lo suyo subir con todo el equipamiento. Ahora, también se añade la berrea de una amplia colonia de ciervos. Los gritos de apareamiento retumbando por los valles y recovecos añaden otro punto onírico a la visita otoñal.

Para acceder de la forma más sencilla hay que llegar hasta Molinos de Razón, en pleno Valle de la Mantequilla, lo que brinda una excusa más para prolongar la estancia en la zona. Desde el pueblo se toma una pista forestal bastante cómoda para ir acercándose a la sierra. Posteriormente el camino se endurece con escorrentías y algunas piedras sueltas, lo que hace recomendable subir en vehículo todoterreno o andando.

Finalmente se llega a una explanada en la que está prohibido el paso de vehículos. Un último kilómetro a pie, de fuerte pendiente, permite disfrutar de unas vistas impresionantes hasta llegar a la Laguna Cebollera para terminar de perder el habla. También están pautadas numerosas rutas senderistas para disfrutar de cada palmo del terreno, aunque siempre sin olvidar que la parte alta del enclave rebasa los 2.000 metros de altitud y la media montaña exige precaución, preparación y material.

Más allá de la innegable belleza virgen del paraje, la comarca del Valle espera más abajo para dar cobijo y pitanza al visitante. Las casas pintadas de blanco con sus esquinas, jambas y dinteles de piedra, o la iniciativa del Valle de la Mantequilla en la que se interpreta este producto con denominación de origen justifican el apelativo de ‘La Suiza Soriana’. Brasas y guisos de caza, micología, asados... la oferta gastronómica es amplia y la de alojamientos en coquetas casas rurales e incluso de acampada acompaña para reencontrarse con la tranquilidad absoluta.

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