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MIS FAVORITOS: EL COLMADO (ZAMORA)

Comer con la gente que quieres

El piragüista EmilioMerchán (d) comparte caña y jamón con el propietario de la cervecería-restaurante El Colmado, de Zamora, José ManuelPrieto.-M. DENEIVA

Publicado por
Jose Luis Cabrero

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Recién llegado de Alemania, donde ha disputado el campeonato del mundo en la categoría K1 senior, se puede permitir unas lascas de jamón bien entreverado y una caña de cerveza «en copa», una petición que realiza en el restaurante cervecería El Colmado, junto a la Plaza Mayor de Zamora. Es algo excepcional, que reconoce que disfruta, porque durante las temporadas de entrenamiento intenso la comida, como deportista de élite que es, se vuelve bastante más monótona y comedida.

Emilio Merchán incluido en esa rara estadística de uno entre mil al que le tocó nacer un 29 de febrero, concretamente en el año 1976, es el deportista zamorano más laureado. La primera vez que montó en una piragua lo hizo aprovechando el verano, con apenas once años y en compañía de los amigos del barrio de la Horta, una zona tradicional de Zamora situada junto al río Duero.

Visto con la perspectiva que da el tiempo, se podría pensar que estaba destinado a acumular medallas con un remo en las manos porque apenas dos años más tarde ya empezó a competir participando en concentraciones nacionales de la Operación 92, «y algún verano la gané», recuerda. En 1990 se sacó la licencia federativa, que todavía conserva aunque sea a través de una fotografía enviada por whatsapp, y desde entonces y durante muchos años el piragüismo pasó a ser «la prioridad» en su vida.

Reconoce que ya no lo es. «Ahora el deporte me quita más de lo que me da, ya no necesito medallas o resultados», dice con una cierta nostalgia quien logró en 2009 en Canadá el Campeonato del Mundo en K2 1.000 metros, el quinto puesto en los Juegos Olímpicos de Atlanta con un K4, cinco medallas de oro en diversos mundiales o participar en las finales de Sidney. Por eso, se plantea abandonar la competición después de este 2016 en el que, señala, «he disfrutado mucho».

Y si la deja, añade, tendrá que ser del todo porque no es hombre de medias tintas. «Para estar hay que hacerlo con el cuerpo a tope y con la cabeza centrada, si no entreno de forma seria y me sale bien voy a querer que salga mejor y eso significará volver a lo mismo, y si lo hago mal me va a quedar un mal sabor de boca con el que tampoco estaré a gusto y yo mismo me obligaría a volver, así que la solución es dejarlo del todo».

Quienes han estado a su lado durante todos estos años reconocen que es disciplinado, con una fortísima voluntad, metódico sin llegar a ser maniático, necesita sentirse arropado por familia y amigos, que le siguen a todas las competiciones, aunque haya que recorrer media Europa.

«Es verdad que los amigos y la familia», el núcleo duro de Emilio Merchán, son «fundamentales» para el deportista y también para la persona.

Quizá, dice, «porque me fui de casa con 15 años y he pasado mucho tiempo concentrado con el equipo nacional, lo que significaba que estabas fuera un mes y medio y volvías una semana con la familia».

Amigos y familia son también fundamentales cuando habla de su gusto por la buena mesa. «Disfrutar de la comida significa necesariamente comer con gente a la que quieres», sentencia.

Por eso, «con una lumbre y amigos» está casi todo hecho. Con un buen chuletón en su punto o una panceta churruscada es feliz, como lo es también con el «arroz a la Carranza» que oficia su amigo Alberto Carrillo, un aficionado «que domina el arroz a la zamorana pero con un toque propio».

Le pierde la carne, «mucho más que el pescado» y se deja sobornar con cualquier dulce, pero sobre todo «con la tarta de moka» que su tía acaba de hacerle y que lleva celosamente en una bolsa.

Llega al Colmado, un bar ubicado tras la iglesia de San Juan, junto a su pareja y su segundo hijo, de apenas diez meses, que pacientemente esperan en la terraza.

Nada más verle llegar, Juan Manuel Prieto, el propietario del local con el que mantiene una buena amistad desde hace 10 años, le pone un platito con jamón y pan del bueno, del que cuesta romper la corteza y tiene la miga alveolada. Lo completa al poco tiempo con unos picos de queso zamorano curado.

«Como a casi todos los sitios, voy por el trato, pero aquí merece la pena probar los embutidos y las tapas que elaboran al momento».

Se confiesa hombre de gustos dispares, «en la comida igual que en la música» y cuando tapea por la capital zamorana se acerca hasta la calle Los Herreros para parar en La Sal, donde reclama a Rubén Becker unas aceitunas encurtidas en la casa, o en Bayadoliz, un local popular siempre lleno en el que la plancha no deja de funcionar para ofrecer los famosos cuadrados conocidos por todas las generaciones.

Si se pone formal o hay que celebrar algo, el restaurante Sancho 2–La Marina es su lugar de parada habitual, donde se decanta por unas carrilleras guisadas.

El pollo con nata y champiñón, el lomo a la naranja o la mousse de limón son algunas de las especialidades que prepara en casa cuando se mete en la cocina «y cuando hay tiempo», el que le deja su trabajo en el Parque Municipal de Bomberos de Zamora o las seis horas que emplea a diario en el piragüismo en plena temporada. 

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