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CRÓNICA GASTRONÓMICA - RESTAURANTE RIOLUZ (VALLADOLID)

Espacio único, cocina canalla

Detalle de uno de los rincones de este céntrico restaurante, ubicado en la vanguardista Cúpula del Milenio.-I.M.

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Valladolid

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Rioluz es un restaurante atípico. Primero, por su aspecto, una especie de acogedora nave espacial dentro de un espacio polivalente de arquitectura modernista situado en la Cúpula del Milenio, una construcción sostenible que fue trasladada desde la Expo de Zaragoza en 2011 y que da nombre a una plaza de la capital vallisoletana, situada junto al río Pisuerga. Y, segundo, por su cocina: se presenta como tradicional pero combina desde platos clásicos a otros con cierto desparpajo y aires viajeros.

La esencia de la casa es el producto, tratado juiciosamente y donde se apuesta por sabores refinados y sustanciosos, que transmiten un sinfín de sensaciones sobre la base de una materia prima notable y perfectamente reconocible. Platos sorprendentes que, desde la sencillez, revelan un buen dominio técnico y un trabajo con el que se persigue –y consigue– estimular los sentidos.

Una cocina que parte de la base del recetario tradicional pero actualizado con una delicadeza que se percibe desde unas croquetas de cecina fundentes y repletas de manjarosidad hasta sus croquetitas de chuletón de buey. La carta presenta también platos canallas y divertidos como unos fingers de pollo y patatas con salsa brava y mostaza de miel; una contundente ración de ribs, un costillar completo servido con salsa barbacoa;o hamburguesas de vacuno mayor en diferentes y contundentes versiones.

Pero hay más:convencen unas sencillas gambas fritas con una lograda mostaza de miel, y las rabas son un ejemplo perfecto de una cocina en la que se apuesta por una buena materia prima tratada sin artificios.

La carta ofrece un interesante apartado de arroces (paella o fideuá vegetariana, valenciana, de cordero lechal y gambas...) y entre los principales convence su magnífico steak tartar de solomillo de buey, que preparan y aderezan junto a la mesa al gusto del cliente, con un resultado de gran finura; además de buenos cortes de carne roja o preparaciones más viajeras como un wok de secreto con salsa teriyaki, o un tataki de entrecot sobre verduras al estilo asiático.

El capítulo de pescados es breve (espléndido pixín), buenos postres, servicio acertado y carta de vinos algo breve aunque con referencias interesantes. Un restaurante para disfrutar sin complejos que, a diario, cuenta además con un trabajado y asequible menú ejecutivo.

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