MIS FAVORITOS: LA GOYA (VALLADOLID)
A fondo con la cocina estacional
Ha pasado parte de su vida a la carrera. Y «por gusto», añade Isaac Carlos Viciosa Plaza. Nació en Cervatos de la Cueza (Palencia), pero su carrera, la deportiva y la vital, la ha desarrollado en Valladolid.
El afán por ir más deprisa que los demás le llevó a colgarse la plata en los Campeonatos de Europa de Atletismo de Helsinki 1994, en la prueba de los 1.500 y el oro en los de Budapest 1998, en los 5.000 metros.
En esos años también obtuvo el título de Campeón de España en los 1.500 metros en 1994 y 1995, cuatro veces ha sido récord de España e Iberoamérica. Cuarto en el Campeonato del Mundo en los 3.000 metros en 1998 y récord de Europa... Plusmarca europea en los 3.000 metros en pista cubierta en Sevilla 1994...
«Han sido 20 años corriendo y 10 en el dique seco», comenta. «Correr, a veces es difícil de explicar, parece un deporte aburrido al no tener ese componente de juego que tiene otros, como el fútbol...». «Compites contra ti mismo y el cronómetro... y contra grandes rivales como Reyes Estévez, Fermín Cacho, Martín Fiz, Abel Antón...», reflexiona.
Una vida a la carrera, pero «¿qué ocurre cuando se abandona la competición? Que te sientes como un jubilado. La gente te saluda, te recuerda los buenos momentos y te quedas un poco vacío con 36 años», se sincera.
Isaac Viciosa es uno de los grandes de la historia del atletismo español. Su palmarés lo ha conseguido con una máquina perfecta: su cuerpo. Y para mantenerlo solo ha hecho falta buena alimentación y entrenamiento, y mucho, por supuesto.
«Para medio fondo he entrenado unos 130–140 kilómetros semanales». «Conozco todas las cuestas de Parquesol (barrio de Valladolid), el Pinar de Antequera, Ribera de Castilla, Simancas...», señala riendo.
Para mantener en perfecto estado esa máquina, Viciosa reconoce haber tenido que llevar una dieta ‘cuidada’. «No es fácil elaborar una dieta en casa que reporte todo lo que necesita el cuerpo», motivo por el cual, explica, «es necesario reforzar la alimentación con complementos vitamínicos». «Cuando empecé el médico me hizo un plan con unos alimentos determinados, por ejemplo, lunes lentejas y pollo, martes macarrones y filete.... y así todos los días. Era una dieta que se repetía durante años». Un cuidado en la alimentación que le ha limitado el consumo de algunos platos y productos. Así, reconoce que tenía mucho cuidado con los fritos y no comía embutidos, por ejemplo.
«A los primeros campeonatos internacionales que fui, a los Mundiales y los Europeos, cuando íbamos a países que tenían una gastronomía propia, nos chocaba la forma de preparar las comidas, los condimentos que utilizaban... A partir de Atlanta 96 los comedores eran multiculturales y se podía comer bien y alternar comidas de distintos sitios y culturas. Un día comida mediterránea, otro de Centroeuropa, otro asiática...».
En esta línea, el medio fondista recuerda también, con cierta resignación, que cuando acudían a reuniones internacionales y les llevaban «a hoteles de gran categoría, con estrellas» comían lo mismo: «pasta y pollo vuelta y vuelta». «Siempre digo que he comido en grandes hoteles y no he probado su cocina».
Tampoco es ‘cocinillas’, «solo en sustituciones» porque es su mujer quien cocina en casa. «¡Con ocho hijos no veas que ollas de alubias, garbanzos, lentejas...!», exclama.
Nacido en un pueblo, es precisamente «el ambiente» de La Goya, junto con la cocina de mercado y sus platos tradicionales, lo que le gusta del restaurante situado a orillas del Pisuerga. «Lo conozco desde que tenía 19 años, hace 24, en una reunión de 10–12 personas del equipo deportivo, y recuerdo que nos pusieron una carne que no había comido nunca: de ciervo. Estaba muy buena». «Y el ambiente, que es como si te transportaras a una zona rural. Es un sitio muy acogedor, distendido, donde no hay que guardar excesivamente las formas, con dos ambientes muy agradables, tanto en el comedor de la chimenea como en la terraza del patio», opina.
La Goya es el restaurante centenario de Valladolid. Abrió sus puertas un lejano día de 1902 pero no como se le conoce ahora. Era un merendero con caballeriza. Parte de la finca de labranza Biarritz que compró Gregoria Rodríguez, ‘Goya’. Sus sobrinas y sobrinas y sobrinos nietos son quienes mantienen el latido de este lugar donde «nadie es más que nadie», según relataba a LA POSADA Aurora Rodríguez.
Su carta está cuajada de platos de temporada, de caza, verduras, carnes y pescados elaborados con recetas tradicionales. Es obligado recordar que en su cocina los guisos se cuecen en la bilbaína.
Otro tanto ocurre con la carta: más de un centenar de referencias entre las que sobresalen las de Valladolid y La Rioja.
Isaac, que confiesa ser «más de carne que de pescado», «totalmente de carne», se reafirma, prefiere pedir pescados cuando sale. «En casa no lo pongo», dice, y así sabe que se lo van a presentar en su punto. Y para acompañar, prefiere el tinto. «Si alguien se adelanta a pedir el vino, mejor», añade.
Así, relajado y sin prisas, charlando de la carne de caza y de lo apetecibles que están los cangrejos con tomate, Isaac recuerda los años en los que comenzó a correr:«destacaba en educación física y cuando estudiaba electrónica en el Cristo Rey, aquí en Valladolid, Sebastián Francés, el profesor de la asignatura, me puso en contacto con Eladio Barredo, y así empecé, en el Club de Atletismo Melgar, también estuve en F.C. Barcelona, en el Larios...». «Empecé con 17 años. Lo primero eran carreras pedestres gratuitas, pruebas en pista en 800 y 1.500 metros y luego en pruebas regionales para poder competir en nacionales.».
Ahora corre como aficionado ‘dominguero’ y dirige la Escuela de Atletismo Isaac Viciosa y un centro de fisioterapia deportiva. «El boom del running también se ha notado en las escuelas de atletismo, lo que pasa es que hasta los 12 años es iniciación No se empieza a hacer atletismo de verdad hasta los 14–16 y es entonces, cuando hay que planificar la temporada y entrenar cinco días por semana, cuando lo dejan», lamenta.