Diario de Valladolid

BODEGAS buen camino (dop ribera del duero)

Del Esgueva al Duero

Esta bodega familiar trabaja viñedos de altura en el extremo más septentrional de la Ribera delDuero, en un cruce de caminos y parajes en el que han apostado por exprimir la esencia de un terruño notable

Javier Vallejo, padre e hijo, en el viñedo del pago de Guademella, con Tórtoles de Esgueva al fondo. En las fotos pequeñas, casona que acoge la bodega, sala de crianza y otra de los viñas familiares-I. M.

Javier Vallejo, padre e hijo, en el viñedo del pago de Guademella, con Tórtoles de Esgueva al fondo. En las fotos pequeñas, casona que acoge la bodega, sala de crianza y otra de los viñas familiares-I. M.

Publicado por
F. LÁZARO
Valladolid

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El municipio de Tórtoles de Esgueva es una encrucijada donde confluyen parajes del Cerrato y del Esgueva, de Ribera del Duero y delArlanza, en tierras burgalesas pero a escasos metros de pagos vallisoletanos y palentinos. Un cruce de caminos donde la familia Vallejo cultiva la vid desde hace varias generaciones y donde, tirando de herencia vitícola, han comenzado a transformar el fruto de un viñedo singular que hasta hace poco cultivaba para alguna de las grandes bodegas de Ribera.

Y lo ha hecho por el Buen Camino, como han bautizado a su de momento único vino en un guiño al Camino de Santiago, aprovechando el fruto de sus ocho hectáreas de viñedo de tempranillo, repartidas en cuatro parcelas y con un cultivo rigurosamente ecológico por convicción.

La parcela más grande, con cuatro hectáreas, está hincada desde hace casi dos décadas en el pago de Guademella, en el límite más septentrional de denominación de origen Ribera delDuero –a un paso, literal, de las tierras de Castrillo de Don Juan, ya fuera de la DO–, una ladera de orientación sur donde el viento siempre sopla fuerte (el gentilicio de los vecinos de Tórtoles es ‘pelaires’) y que permite divisar el valle del Esgueva en toda su amplitud.

Un paisaje de gran belleza con un suelo calizo con margas situado a una altitud considerable –850 metros sobre el nivel del mar–, lo que, unido, a su situación al norte del Duero hace que las temperaturas sean bastante bajas durante todo el año, lo que se traduce en que el ciclo vegetativo de las viñas sea más lento y el fruto presente más acidez, frescura y carácter frutal.

Además, la diferencia de temperatura entre el día y la noche es notable, incluida la época estival, una amplitud térmica que contribuye a que las uvas mantengan un adecuado nivel de acidez –y que los vinos estén mejor dotados para su crianza y envejecimiento–, tengan buen nivel de azúcar y retengan sus componentes aromáticos y de color.

La suma de altitud, suelo, clima y orientación ofrece una ecuación perfecta para que su tempranillo se exprese plenamente con una personalidad que habla sin tapujos del terruño. Y con rendimientos limitados y una exhaustiva selección de su fruto, la familia Vallejo decidió comenzar a transformar el fruto –una parte, al menos, el reto lo siguen vendiendo– de sus viñedos en 2013.

Los Vallejo eligieron una cosecha muy complicada en Ribera del Duero, una añada de buenos viticultores, para dar vida a una partida de 6.700 botellas de su Buen Camino (la producción aumentó a 10.000 en 2014 y 2015 y este año prevén llegar a 15.000) y demostraron que, mimando sus cepas y la tierra de cuyo fruto se nutren, es posible elaborar vinos únicos en condiciones adversas: frutales, puros y que representen fidedignamente el terruño y el paisaje en el que se cultivan.

La elaboración de los vinos es responsabilidad de Juan Ayuso, un enólogo en cuyo portafolio figura el asesoramiento de algunos de los grandes riberas. Este 2013 se muestra ahora repleto de fruta, con cierta austeridad (hay que darle tiempo) por un lado, buena estructura, energía y profundidad por el otro. Es de esos pocos vinos que emanan grandeza también en esa difícil añada.

Un vino para los amantes de elaboraciones sin maquillajes, que a cada sorbo exhibe el paisaje en el que nace, con la ecología y la pureza por bandera. Para su elaboración, la familia ha rehabilitado una vieja casona familiar de 1887 situada en el centro de Tórtoles y donde reposan las barricas (un tercio nuevas, con tendencia a ir disminuyendo su porcentaje para respetar la pureza que llega del campo) y las botellas de la que será su nueva referencia:Guademeya (aquí con ‘y’), 1.300 botellas de 2013 (y 2.500 de 2014) que completa la familia de vinos de esta bodega que se dirige por el buen camino. ¡Ultreia!

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