Diario de Valladolid

RAINBOWWEAR

Bañadores únicos de campeonato mundial

Henar Alonso-Pimentel, la ‘sirena’ del palmarés castellano y leonés, saltó a la piscina de la empresa hace 16 años en Valladolid con Rainbowwear. Confecciona 2.000 trajes de baño personalizados a la semana, que viajan a los cinco continentes, especialmente a EEUU. Su DNI: la alta innovación

Henar Alonso-Pimentel muestra algunos de los bañadores de Rainbowwear.-Pablo Requejo

Henar Alonso-Pimentel muestra algunos de los bañadores de Rainbowwear.-Pablo Requejo

Publicado por
Mar Peláez

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Nadie mejor que ella para saber qué necesita un nadador bajo el agua. Las piscinas del país se rindieron a sus brazadas en la década de los 80. En veintiuna ocasiones se dio un baño de ‘oro’ en 100 o en 200 metros braza, coronó catorce récords nacionales, vistió el bañador español cincuenta veces y continúa, aún hoy, siendo la ‘reina’ del palmarés castellano y leonés. Ninguno ha logrado más títulos absolutos de España. Ella es la vallisoletana Henar Alonso-Pimentel. Ayer, sirena de elite. Hoy, empresaria de éxito.

La natación ‘caló’ su vida con tan sólo doce años y, gota a gota, fue arañando segundos al ‘crono’. Primero en España; después en Estados Unidos, a donde llegó con 17 años y con una beca de la Federación de Natación bajo el brazo que le abrió puertas al mundo académico americano; puertas que aprovechó para estudiar la carrera de Biología, hacer un máster, un doctorado y dos postdoctorados.

Nadaba con la misma soltura con la que luego investigaría en el desierto de Sonora, y con la que ahora dirige, desde su empresa Rainbowwear, la confección de trajes de baño para equipos de competición, totalmente personalizados y que vuelan a diario desde el polígono de la Cistérniga (Valladolid) a cinco continentes, pero especialmente a EEUU. También a Japón, a Australia, a Sudáfrica y minoritariamente a Europa. Y ya van 16 años.

Henar nunca soñó, tras abandonar su sobresaliente carrera, con emprender y sí con investigar el mundo animal y proseguir en el mundo docente americano. Pero un accidente se cruzó en su ‘carril’. Fue en ese momento cuando un compañero de selección, el ex campeón Rafael Escalas, con quien tejió una férrea amistad en Arizona, le convenció de que utilizara su año de recuperación en España para saltar, junto a él, a la piscina de la empresa. Ella en Valladolid confeccionaría los bañadores. Él, desde EEUU, los comercializaría. Y así, con ciertas reticencias y no menos contratiempos, se convirtió Henar en «empresaria por accidente».

Sin conocimientos previos en diseño, ni en tejidos, ni en ventas, la ex nadadora sólo tenía claro cómo debía de ser un traje de baño. Se formó, y mucho, se dejó asesorar y encontró en la investigación su ‘salvavidas’. Fue de las pioneras en utilizar la técnica de la estampación por sublimación en sus productos, y utilizarla «sabiendo científicamente» lo que eso significa.

Ese proceso consiste en transferir el diseño impreso previamente en láminas al tejido, que «siempre ha de ser blanco y de base poliéster», explica con entusiasmo. Mediante una presión y unas temperaturas muy altas, «las tintas de base agua pasan de sólido a gaseoso, sin pasar por líquido». Y el resultado: «el dibujo no se borra nunca y es imposible distinguir con los ojos cerrados dónde empieza y termina el diseño».

Desde que en el año 2000 Henar diera la salida a Rainbowwear, con un equipo de seis personas, la sublimación es su DNI, como también lo son «tiradas muy cortas, muy rápidas, productos duraderos y de gran calidad».

Sus clientes son los clubes, de adultos o de niños, de mujeres o de hombres, colegios, institutos, que quieren contar con una equipación, con un color, con un logo, una «mascota que les dé identidad». Natación, waterpolo, triatlón... cualquier deporte acuático. Bañadores, toallas, gorros, albornoces y hasta bolsas y banderines para la piscina.

«Recibimos los pedidos online, que pueden ser 100, 200 o uno sólo, imprimimos los diseños que el cliente elige, los sublimamos, cortamos la tela, confeccionamos los bañadores, los forramos, estampamos nuestros logos en el forro, los empaquetamos y en dos días incluso el pedido está listo», explica, mientras comenta que su éxito radica precisamente en que la empresa está preparada para «casos de urgencia».

«Un equipo o cualquiera del equipo a título individual puede hacer un pedido por ejemplo un viernes, elegir la fórmula rápida, y el lunes ya sale para EEUU», comenta. De hecho, Henar conversa mientras mira la pantalla del ordenador. «Acaba de entrar un pedido de Japón y hay que enviarlo en dos días».

Su plantilla, ahora formada por 18 trabajadoras y dos trabajadores, confecciona a razón de 2.000 trajes de baño a la semana (400 al día), con los que factura al año cerca de un millón de euros. El 78% de su producción viaja a USA; otro 20% a Canadá, Nueva Zelanda, Sudáfrica y a Japón, y tan sólo el 2% restante a Europa. De ese mínimo porcentaje, la mitad se queda en España, y casi todo en Valladolid». Y es que, como explica Henar, la empresa «nació para exportar, no al revés».

«Fabricamos un producto muy americano porque a ellos sí les gusta tener una imagen de club, un color y una mascota que les identifique». Aunque reconoce que «los españoles van entrando, pero muy poco a poco», lamenta que a los equipos de natación de España no les preocupa carecer de imagen corporativa».

Henar no se sirve de su nombre para vender (de hecho, ella no vende directamente) y se muestra tímida si se le recuerda que una piscina vallisoletana se llama en su honor. Pero pronto recobra el vigor cuando se dirige hacia el rincón preferido de la empresa: el laboratorio, su refugio, el lugar donde se cruza su pasión por la natación con su vena investigadora.

Allí somete al tejido a ‘test de estrés’. Varía temperaturas, tiempos, presiones, parámetros. Analiza la elasticidad, la impermeabilidad, la absorción del agua, la resistencia a las bolitas. «Yo quiero saber qué cambia, cómo se modifica el tejido en cada prueba», apunta con la curiosidad de aquella persona que ha sabido moverse como pez en el agua en el ecosistema deportivo, en el académico-investigador y ahora en el empresarial. Y entre prueba y prueba, Henar persigue su sueño de innovar para seguir ofreciendo bañadores de campeonato y para mantener esa «elevada cuota de fidelidad» con la que le premian sus clientes estadounidense.

LA FICHA DE LA EMPRESA

Historia. Hace 16 años nacía en Valladolid Rainbowwear. El campeón de natación Rafael Escalas convenció a Henar Alonso-Pimentel de crear una empresa de fabricación de bañadores de competición personalizados.

Exportación. Se creó la empresa para exportar. El 98% de su producción viaja fuera de Europa.

Facturación. Factura un millón de euros al año aproximadamente.

Plantilla. De los seis trabajadores iniciales se pasó a 20. De ellos, 18 son mujeres. Su apuesta por el empleo femenino le valió un premio

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