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DE VINOS

Pioneros del tinto Rodense

La bodega de Valdestillas hizo el camino inverso y levantó remolacha para plantar cepas hasta llegar a cultivar 45 hectáreas. Elabora 450.000 botellas de blanco, espumoso brut y tinto

Vicente Sanz entre las cepas de sus viñedos.-M. T.

Publicado por
MAR TORRES
Valladolid

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Comenzaron a plantar viña en los años 70. Fueron cofundadores de la Asociación de Vinos Tierra de Medina de Campo que en los 90 promovía una denominación para los tintos de la misma comarca amparada por Rueda. Poco a poco continuaron su camino de blancos, tintos y espumosos. Ahora poseen 45 hectáreas de viñedo y una producción de 450.000 botellas con seis referencias a laS que se sumará una séptima, de la que solo comercializará 5.000 botellas. Es Vicente Sanz Rodilana.

El proyecto de plantación comenzó hace 40 años, cuando su padre plantó cuatro hectáreas dentro de la finca agrícola que cultivaba. «Durante dos, tres años, se elaboró así, parte de la uva se vendía y parte de elaboraba», señala Vicente Sanz.

«No estuvimos en denominación hasta que en 1991 nos acogimos a la DORueda. Desde entonces se fue incrementando la plantación de viñedo hasta llegar las 45 actuales que se extienden por los términos de Valdestillas y Serrada. Están situadas en una zona llana, de suelos franco arcillosos, a 750 metros de altitud, con buena aireación durante todo el día. Por variedades, son las blancas las que ocupan la mayor superficie. «Hay 30 hectáreas de verdejo, tres de sauvignon blanc y otras tres de viura», detalla Vicente Sanz. El resto son tintas: «cuatro de tempranillo y algo de cabernet sauvignon».

La conducción de la viña se realiza en espaldera, aunque «lo primero se puso en vaso y se reconvirtió a espaldera», según indica. Aplica riego por goteo, parte enterrado y parte aéreo. Las castas blancas tienen una producción de 8.000–9.000 kilos por hectárea y las tintas 7.000.

La familia Sanz reconoce que ha recorrido el camino opuesto al que se ‘generalizó’ en los 70 y levantaron remolacha y otros regadíos para poner viña. De igual forma, la casa agrícola que ocupaban en el pueblo se fue adaptando a las necesidades de la bodega, aunque la producción de vino ha tenido que limitarse a ese espacio físico.

«La bodega ocupa 2.500 metros cuadrados de los que 500 se dedican a la zona de elaboración, a la destinada a almacén y producto terminado otros 500 y 250 al espacio de embotellado y etiquetado. Además está el patio en torno al que se desarrolla la actividad». Está equipada con 23 depósitos de diferente tamaño, desde los 25.000 a los 5.000 litros, con una capacidad total de 500.000 litros.

Ante la necesidad de disponer de más espacio y ‘más cómodo’, la firma trabaja en el traslado de las instalaciones. Desde 2015 hay un proyecto para construir una nueva bodega, con capacidad para llegar al millón de botellas y duplicar la producción. «Se necesitan entre 1,5 y 2 hectáreas, tendrá una nave de 1.500 metros cuadrados, con otra pareada de almacén y una tercera, aislada para sala de catas y oficinas». Sin embargo, el inicio de las obras se complica y dilata en el tiempo. «Lo intentamos en el término de Valdestillas pero ante las dificultades que encontramos tendremos que trasladarnos a Serrada», afirma.

Realizan una vendimia nocturna y mecanizada. Según indica Sanz, nada más entrar la uva en bodega, tras ser despalillada por la vendimiadora, se enfría a una temperatura de 8 o 10 grados mediante un intercambiador de frío. «La pasta pasa por un serpentín a cero grados, después, o se macera con control de temperatura o se pasa a depósito», explica y asegura que, aproximadamente, se macera el 50% para que «aporte más aroma y estructura al vino».

«Hemos buscado la diferencia [respecto a otros vinos] y la encuentras en el viñedo, es la garantía para diferenciar el producto». «Luego trabajas con los métodos y herramientas que hay en la actualidad», afirma y mantiene que para las pequeñas bodegas lo más importante es ofrecer calidad. «No se puede competir con bodegas de 20 millones de botellas, pero hay que competir con ellas en precio, con lo que tenemos que salir al mercado exterior». Su bodega exporta el 10% de la producción con la vista puesta en un crecimiento progresivo y constante, «no con acciones puntuales».

La primera marca que pusieron en el mercado fue un verdejo, Vicaral, en 1991. A los dos o tres años el tinto Cañada Real. Al tiempo, según recuerda el bodeguero, elaboraron el espumoso Alberto Sanz, un verdejo brut que se embotella con la maquinaria de una bodega artesanal comprada en Sant Sadurní d’Anoia.

Las siguientes dos referencias, Ihsus y Miralalba, «hace dos años y medio o tres». «El primero es un vino para sushi, con un 40% de sauvignon blanc, un 30% de verdejo y otro 30% de viura y Miralalba es un tinto de tempranillo (85%) y cabernet (15%) con 14 meses de barrica francesa y americana y dos años en botella». El último en salir al mercado será el Vicaral Gran Selección, 5.000 botellas de un verdejo fermentado con sus levaduras y que ha permanecido cinco meses con las lías.

Para Vicente Sanz las pequeñas bodegas se encuentran con «problemas económicos para hacer campañas publicitarias como hacen las bodegas grandes», algo que, sin embargo, les llega a través de los premios que por su calidad ellos obtienen en concursos reconocidos como el Mundial de Bruselas o Baco.