CÁRNICAS
Del campo a la mesa
Embutidos La Hoguera surgió como alternativa a la despoblación. Llega a mercados de todo el mundo con la trazabilidad y la calidad por bandera
Embutidos La Hoguera surgió por una cuestión de fe en medio de un desierto demográfico y hoy sus productos se pueden comprar el Sidney, Hong Kong o Ciudad de México. Cuatro jóvenes de San Pedro Manrique (Soria) veían a principios de la década de los 70 cómo la despoblación arrasaba la comarca de Tierras Altas. Ellos se empeñaron en luchar por quedarse en el pueblo y, si era posible, facilitar trabajo a otros vecinos para plantarle cara de forma activa a la emigración.
Capitaneados por Carlos Martínez Izquierdo decidieron emprender un negocio. En 1972 surgía la SAT San Antón para criar cerdos. «En Tierras Altas hay más de 20 despoblados y vieron que no había alternativa», explica Teo Martínez, segunda generación en la empresa y gerente de la misma.
No tenían experiencia en el sector pero «quizás por haber visto siempre la matanza vieron que aquello podía ser una alternativa». Así, «con mucho sudor y lágrimas, al final consiguieron tirar para adelante». Pero el ser inquieto no se cura con los años y en 1986 decidieron dar un paso más y transformar la carne de sus propios cerdos en embutidos de calidad, de nuevo pensando tanto en lo económico como en lo social.
El principal acicate fue el ver «que ya habían conseguido empleo masculino, pero faltaba el femenino». Hasta entonces se había logrado frenar la despoblación; ahora tocaba avanzar un poco más para intentar revertirla.
«Primero se comenzó con los embutidos clásicos y los jamones como una forma de dar valor añadido» a la carne de sus granjas, haciendo buena la «filosofía del campo a la mesa». Los clientes pronto se dieron cuenta de que aquello sabía a lo que tenía que saber.
De hecho, antes de que se comenzase a hablar de trazabilidad o de que Tierra de Sabor les distinguiese con su sello, La Hoguera iba un paso por delante. «El seguimiento de nuestros productos, es total. Son cerdos criados por nosotros, vigilados al 100%» y elaborados por sus propios trabajadores.
Eso permitió desde un primer momento «hacernos un hueco en el mercado». A ello se sumó una apuesta pionera por comercializar el chorizo de pueblo –esto es, sin aditivo alguno– a gran escala. «Hoy lo hacen muchas compañías y es a lo que se tiende. El futuro está en lo natural», explica Teo Martínez. La cancioncilla de ‘Leche, cacao, avellanas y azúcar’ se transforma en el legendario chorizo en sarta de La hoguera es «carne, pimentón, sal y ajo». Y nada más.
A estas alturas de la historia queda claro que en el diccionario de la empresa la palabra ‘conformismo’ no aparece. «Después nos especializamos en todo tipo de curados» e incluso adobos. Jamones, lomos y chorizos comenzaron a poblar los secaderos, ubicados a 1.200 metros de altitud y con uno de los aires más limpios de Europa. Los mercados probaban y demandaban.
«El siguiente salto fue el de la cría de cerdo Duroc». De nuevo, hoy hay más empresa que se han animado a elaborar sus productos con esta raza, pero en La Hoguera se apostó por él «cuando nadie lo hacía». El cliente se encontró con una carne «que garantiza una calidad mayor, con productos más infiltrados,» con esas sabrosas vetas de grasa y «un mejor sabor. Entre el serrano y el ibérico». El sector aplaudió y siguió la senda.
Y llegó la Marca de Garantía Torrezno de Soria. Es fácil adivinar cuál fue una de las empresas pioneras. De hecho, Teo Martínez es el vicepresidente, así que algo tendrá el agua cuando la bendicen.
Con todos estos mimbres se trenzó una compañía que ya presenta números de ‘grande’. «En siete años casi hemos duplicado la facturación» como receta contra la crisis. Se producen 100.000 cerdos al año. Se venden 350.000 jamones (hay más que cochinos, porque pasan largas curaciones en bodega). La última facturación ronda los 25 millones de euros.
El empleo que buscaban los cuatro socios se ha multiplicado por 18 y ya son 92 los puestos directos entre granjas y transformación. Todo ello, en una comarca en la que hay un habitante por kilómetro cuadrado. La ‘tozudez’ que les llevó a no rendirse en los 70 ha salido adelante a base de fe, esperanza... y calidad.
Al menos, eso es lo que dicen los mercados y ya se sabe que el pueblo es soberano. «Ahora mismo, en España, estamos en toda la gran distribución. El Corte Inglés, Consum, Carrefour, Simply, Ahorramás, Leclerc, Uvesco...». Teo desgrana más de una docena de grandes cadenas que cubren todo el territorio nacional.
A escala continental «estamos en un punto en el que también estamos en toda la gran distribución europea. La gente confía mucho en nosotros», entre otras cosas por la homogeneidad que no todos los elaboradores prácticamente artesanos pueden ofrecer. Portugal, Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos o Escandinavia se encuentran entre los clientes que comen La Hoguera.
Pero claro, lo de quedarse quietos no va con ellos. «Vendemos mucho en Australia. Fuera de Europa podríamos decir que es nuestro principal mercado. También tenemos buena presencia en México, Hong Kong, Filipinas o Ucrania».
De vuelta a la fábrica, ahora están de rejuvenecimiento como apuesta por que el colegio, los comercios y las calles de San Pedro Manrique se sigan llenando. Teo Martínez tiene 31 años y ya es el gerente de una plantilla con una media de edad que no llega a los 40. Más de siete licenciados confirma la intención «de rejuvenecer la plantilla y de hacerlo con calidad».
De hecho, todo se enfoca al mantra de que «no hay secretos para hacer buenos productos, sino gentes comprometidas con un proyecto». Un compromiso que ya lleva 44 años criando ganado en tres granjas –también en el pueblo– y tres décadas elaborando embutidos. El nombre de San Pedro Manrique, Soria y Castilla y León viaja por todo el mundo. Hay gente que tiene sueños. Embutidos La Hoguera, una misión firme.