DE CUMBRE EN CUMBRE
Montaña en estado puro
Una ruta circular permite hollar dos ‘dosmiles’ sin demasiada dificultad y con magníficas vistas
La estación de esquí de San Isidro atrae todos los inviernos a miles de personas provenientes fundamentalmente de Asturias y Castilla y León para disfrutar de las maravillas del deporte blanco. Sin embargo, más allá del importante reclamo que supone el esquí, existen en esta comarca del Alto Porma un sinfín de oportunidades para poder disfrutar de la montaña y la naturaleza.
Y es que, mientras que el esquí alpino limita en gran medida su terreno a aquellas laderas cuyo acceso facilitan los remontes y que se encuentran acondicionadas para ese uso, cuando se trata de disfrutar caminando, corriendo o en bicicleta, las posibilidades que ofrece este territorio situado junto al puerto de San Isidro son casi infinitas, tanto en la vertiente asturiana como en la leonesa.
En esta ocasión vamos a decantarnos por una excursión que no reviste una especial dificultad desde un punto de vista técnico y que nos va a permitir disfrutar de una agradable jornada de montaña. Para ello, desde el mismo puerto de San Isidro vamos a tomar la carretera que nos conduce hacia las pistas de esquí hasta llegar al aparcamiento del Circo Cebolledo. Dejaremos el coche al inicio del parking, ya que justo en ese punto, a nuestra izquierda, veremos una ancha pista que allí comienza y por la que iniciaremos nuestra marcha.
En el mismo arranque encontraremos un cartel que nos indica que de allí parte el sendero PR LE 26, panel que ya nos dará una información bastante detallada de la zona. Seguiremos la ancha y cómoda pista el tiempo justo para que nuestras piernas vayan entrado en calor, pues cuando hayamos recorrido los primeros mil metros tendremos que abandonarla para tomar desvío que sale a nuestra derecha, en busca del cordal de la Sierra de Sentiles, nombre que recibe la sucesión de cumbres que se extiende a nuestra derecha.
La opción de continuar la buena pista nos hubiera llevado al Lago Ausente, pero eso no tiene que importarnos pues nuestra intención es recorrer primero las cumbres que se levantan por encima del lago para así verlo primero desde arriba, con el firme propósito de descender más tarde a sus orillas donde ya tendremos tiempo de relajarnos cuando nuestra excursión este llegando a su fin.
De este modo, seguiremos ahora el empinado sendero que nos conduce hacia el cordal, y que nos llevará hasta el collado Requejines (1.898 metros). En el caso de que todavía no se hubiera retirado totalmente la nieve caída en invierno habría que prestar atención en la zona más próxima al collado, pues la orientación norte de la ladera hace que esa nieve pueda estar aún helada. En ese caso será obligatorio calzarse los crampones y echar mano del piolet para evitar cualquier susto. Es esta la única dificultad técnica que puede revestir la ruta, dificultad que obviamente desaparecerá si el manto blanco ya ha sucumbido tras las lluvias y temperaturas de la primavera.
Una vez en el collado ya veremos muy asequible y próxima la cumbre del Requejines, para lo cual simplemente deberemos remontar la ladera a nuestra izquierda siguiendo la crestería, dejando a nuestras espaldas las impresionantes cumbres del Pico Agujas, La Cuerna y Redondo, que conforman un precioso circo. No se puede decir que nos haya costado mucho esfuerzo, ni tampoco demasiado tiempo ascender a esta bella cumbre para disfrutar de sus hermosas vistas, con lo que no nos debería dar pereza continuar hacia el sur la cresta y así alcanzar la cumbre del pico Ausente, situada justo encima del precioso lago que lleva el mismo nombre. Podremos ver la cumbre del Susarón y, si el día está despejado, no debería haber problema para poder identificar otras montañas muy queridas: las de Mampodre y, por detrás, en un plano algo más alejado, las más elevadas del universo de Picos de Europa.
Si bajamos la vista, veremos, casi trescientos metros más abajo de nuestros pies, en una profunda cubeta el lago Ausente. Se trata de uno de los tres lagos de origen glaciar de la comarca de Isoba (El Presente o lago de Isoba, El Ausente y la Laguna de los Hazas). Como casi todos los lagos de montaña, su existencia está asociada a infinidad de leyendas. En este caso, cuentan que sucedió hace muchos años que una labradora se dirigió con su carro de bueyes a la orilla del lago para que éstos pudieran beber de sus aguas, acaeciendo entonces la fatalidad, al hundirse el carro con la muchacha encima en el fango.
Según la historia, la labradora estiró su brazo para intentar asirse a algo y así no perecer. En su vano intento arañó con tal fuerza la tierra con su mano que dio origen a la fuente con los cinco manantiales que brota al otro lado de la tierra, escuchándose todavía en las noches de luna llena –según dicen– los lamentos de aquella pobre mujer ahogada.
Tampoco faltan quienes cuentan que la historia real del lago es la de una vieja avara y egoísta que vivía en un poblado que aquí se localizaba. Sus vecinos, hartos de soportar las manías de la anciana, acabaron por abandonarla en el pueblo. Según esta historia, una fuerte tormenta de nieve sorprendió una noche a la anciana, sucumbiendo en este lugar a pesar de sus gritos pidiendo ayuda y quedando el pueblo sepultado en el fondo de la montaña.
Las historias y leyendas nos servirán de aliciente para descender hacia el lago, para lo cual deberemos seguir la cresta un breve tramo –ahora ya en ligera bajada– hasta encontrar a nuestra izquierda un marcado sendero que dibuja sus vueltas y revueltas por la empinada pendiente y que poco a poco irá perdiendo altura hasta conducirnos junto al nivel de las aguas. Allí podremos descansar y relajarnos un rato siempre y cuando no nos sobresalten los gritos de auxilio que relatan las leyendas.
Cuando recuperemos la marcha ya solo nos quedarán dos mil metros para llegar de nuevo a nuestro punto de partida por un recorrido muy cómodo y bien balizado.