TRAJES ANTONAGA
Cinco sastrecillos valientes
Comenzaron en 2012 a ‘zurcir’ Trajes Antonaga sobre los ‘descosidos’ de la empresa Cardenal. Hoy lideran el sector de la sastrería a medida, confeccionan 6.000 trajes al año, venden en 300 tiendas y desfilarán en las pasarelas de Europa
Érase una vez... cinco sastrecillos valientes que un mal día tuvieron que reescribir, punto a punto, la historia de un nuevo cuento. La empresa Cardenal, para la que llevaban toda la vida trabajando, dejó de confeccionar en 2011 en la localidad burgalesa de Briviesca. Duro revés para un centenar de empleados con mucho oficio entre sus manos, pero nulo beneficio.
A uno de ellos, a José Antonio Brunet, se le encendió entonces la luz. Si la empresa deja de darte trabajo, por qué no modelar la tuya propia. Y así, sobre los ‘descosidos’ de Cardenal, los cinco (el propio Brunet, Jorge y Ángel Ruiz, Alberto Pérez y José Antonio Aparicio) unieron sus áreas de experiencia en sastrería, patronaje, materias primas y ventas, para ‘hilvanar’ la idea de crear Trajes Antonaga.
«No sabíamos hacer otra cosa más que trajes» recuerda Jorge Ruiz, jefe de ventas y responsable de la atención al cliente. Dejaron las agujas y cogieron la calculadora para analizar si el negocio sería viable. «Y lo era». Había hueco en la confección de trajes a medida de alta gama en el mercado español. «Conocíamos muy bien el sector y lo que hacíamos era muy reconocido. Nuestro arraigo a esta tierra y el hecho de contar con trabajadores que saben el oficio nos hizo apostar por mantener la tradición textil de Briviesca», subraya Ruiz, para quien el principal valor de sus trajes es «la mano de obra cualificada» que cose, hilvana, zurce o da pespuntes.
Tenían el conocimiento, pero les faltaban los avales. Se dejaron sus ahorros, su finiquito e hipotecaron sus propiedades para abrir su nuevo taller en la misma localidad y comprar a su antigua empresa la maquinaria embargada.
600.000 euros invertidos. «Estaban sobrevaloradas, pero es que ya no hay máquinas como las de entonces», afirma. Pelearon con el administrador concursal, con la Administración, con los bancos. Se enfrentaron a la burocracia y tocaron «todos los palos» sin más ayuda que la de un pueblo de 7.500 habitantes que se volcó» con ellos.
Y por los resultados obtenidos cuatro años después de que el 3 de abril de 2012 partiera su primer traje ‘exprés’ (lo confeccionaron en tan sólo ocho horas) para vestir a medida a un novio de Toledo, parece que ‘bordaron’ la idea.
Es una marca de referencia hoy en España en la sastrería masculina a medida y de alta calidad, que emplea a 25 de sus ex compañeros, confecciona 6.000 trajes al año, que vende en 300 tiendas de España y Portugal, y sumando, y está a punto de desfilar en Suiza, Países Bajos y Francia.
Su éxito radica, según confiesa, en «controlar la confección del traje de principio a fin para que sea el perfecto. Sólo así podemos dar una respuesta rápida, flexible, personalizada y atender pedidos urgentes de un cliente, algo que no pueden hacer aquellos que llevan sus talleres de producción fuera de España».
Adquieren las telas, toman las medidas, marcan, cortan, ensamblan, planchan... y venden. En la ‘entretela’ de la fábrica, sus trabajadores no dan puntada sin hilo. Y están contadas. Dan 9.725 puntadas de hilo por cada traje sobre 4,5 metros cuadrados de paños, de medio centenar de tipos de telas, llegadas principalmente de Italia, en un 80%, y de España o Inglaterra en el 20% restante. En total: 127 procesos realizados a mano y once controles de calidad.
A ese ritmo confeccionan de media cada día entre 20 y 25 trajes de caballero artesanos. Dos semanas dura el proceso de fabricación, aunque el tiempo realmente lo marca el tipo de traje que realizan: de ceremonia, de calle, a medida. El 50% de su producción es de trajes a medida, tal y como comenta Ruiz. Y por su experiencia, asegura que «todos los hombres pueden encontrar su traje perfecto», y si no que se lo pregunten a aquel malagueño al que le ‘modelaron’ un traje de la talla 95.
«Los pedidos no faltan». Sus trajes se pasean por algunos de los eventos más importantes del país. Sus ‘perchas’ son políticos, empresarios, industriales, deportistas en mayúsculas, futbolistas de la ‘Premier League’ inglesa, actores..., pero también ciudadanos de a pie. Y ¿algún actor ha desfilado en la alfombra roja de Hollywood con un traje Antonaga? «Aún no, pero por qué no», sueña su jefe de ventas, quien apuesta por la discrección y por no poner nombre a sus clientes. «Nosotros con una simple ojeada sí sabemos que estamos ante un traje Antonaga, por su caída, por sus solapas, y con eso nos basta», apunta.
No compite con el gigante Inditex. Tampoco con el ‘made in China’. «No son nuestra competencia porque quien elige uno de nuestros trajes, sabe bien lo que busca». Y lo que buscan sus clientes, en la mayoría de entre 35 y 50 años, es «un traje de calidad a buen precio». «Vestimos a aquellos que no quieren ir de serie». Sus prendas se mueven en una ‘pinza’ entre «los 500 euros hasta los 2.000 euros», aunque todo depende del tejido, del acabado y hasta del grado de personalización que desee el cliente. Un cliente fiel, que repite «en el 90% de los casos», y que valora la innovación que experimentan sus modelos. Hasta seis variaciones ha experimentado el patrón de Antonaga en sus cuatro años escasos de vida.
Aunque vive del mercado español, la firma dio hace dos años el salto a Portugal, vendiendo inicialmente en cinco tiendas que se han ampliado ya a 15. «Con esta experiencia perdimos el miedo a salir al exterior», señala Ruiz.
Y sin miedo se plantarán en las pasarelas de Centroeuropa con su nueva colección de novios en el mes de septiembre. Su fama ya ha traspasado fronteras. Son para la televisión alemana y para el diario Spiegel un «ejemplo de superación de la crisis» y el periódico Expansión les distinguió el pasado año como mejor pyme de España en la categoría de creación de empleo.
Pero estos reconocimientos no les hacen perder el hilo. La empresa mantiene su apuesta de «crecer de forma sostenida, como hasta ahora, controlando el producto». Ese control y los 100.000 euros de inversión que realizan cada año les ha llevado a facturar un millón de euros en 2015. Aún así no se plantean abrir tiendas propias, prefieren ir «puntada a puntada» y continuar vendiendo sus trajes en tiendas multimarcas.
Estos últimos sastres españoles, ‘hijos de la crisis’, llevan muchos metros cosidos, pero se consideran una «empresa joven» que ansía perdurar tanto como sus trajes.