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DE VINOS

Garnachas sin maquillar

La elaboradora que nació como cooperativa en los años 50 produce vinos tradicionales que se caracterizan por su personalidad, pureza y alma y hablan del terruño en esta zona del Alberche

Vista de una viña recién podada, situada a 1.000 metros de altitud, en una ladera del sistema Central.-E. M.

Publicado por
Antonio García

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La comarca abulense del Alberche, situada en la zona más próxima a la Comunidad de Madrid, vive momentos de ilusión y expectación, ante un futuro que se presenta esperanzador. Al menos, teniendo en cuenta el reverdecer de una uva garnacha que forma parte de la idiosincrasia de esa tierra.

Se trata de una variedad que ha marcado el devenir de una zona que ahora espera como agua de mayo el reconocimiento con la Denominación de Origen para sus vinos. Y ello, tras unos años de trabajo en la sombra por parte de productores que han apostado por la calidad de unos viñedos cargados de historia.

Es el caso de la Bodega don Juan del Águila, situada en El Barraco, que tras nacer en la década de los 50 como cooperativa vitivinícola que vendía el vino a granel, se convirtió en sociedad privada con la participación de los antiguos cooperativistas en los 90, antes de consolidar a partir de 2007 su verdadera transformación.

Es en ese momento cuando sus responsables apuestan por dar un paso más y, observando el potencial de esta zona en la que predominan las pequeñas fincas de viñedos, deciden iniciar la producción de vino embotellado, tomando a la variedad garnacha como «el hilo conductor que tome protagonismo», explica uno de los miembros del equipo de la bodega, David Bustos.

Ese «gran cambio» coincide con una especie de «vorágine» y «gran interés» que empieza a surgir por los vinos de esta comarca situada a unos 1.000 metros de altitud, cuyos suelos se caracterizan por ser de arena granínica, con algunas vetas pizarrosas que aportan al vino una «marcada mineralidad», haciéndolos «más finos, elegantes» y de expresión floral, no tan afrutados.

Además de los suelos, las características del vino Don Juan del Águila y de los vinos correspondientes al proyecto Gaznata se caracterizan igualmente por su elaboración artesanal a partir de unos viñedos antiguos, la mayoría de los cuales se sitúan en torno a los cien años, y con una extensión que no va más allá de las dos hectáreas.

Todas estas características contribuyen a dibujar unos vinos distintos, que también se diferencian del resto por tener un sistema de plantación y recogida artesanal y a la antigua usanza, dada la dificultad de acceso a las pequeñas parcelas en las que se encuentran las viñas.

De forma gráfica, David Bustos apunta que las técnicas de viticultura son «las de siempre», ya que sólo se puede acceder a estos recintos mediante «tracción animal a dos y cuatro patas».

Aunque admite que esta forma de trabajar encarece la producción, también sostiene que «beneficia al producto», ya que la cercanía de esas elaboraciones hace tener vinos «con la personalidad y el alma de cada vitivinicultor», tal y como comenta Bustos, quien sostiene que dichos vinos transmiten, por ello, «pureza y honestidad». En su opinión, ‘hablan’ del terruño de El Barraco «sin maquillaje».

Suspendidos de las laderas de los valles adyacentes, los viñedos se encuentran en manos de cerca de 80 socios, que son los que se encargan de gestionar las parcelas con la ayuda del enólogo y de realizar la recolección cuando llega el momento.

El reducido tamaño de las fincas y el bajo rendimiento de las garnachas hacen que la producción no pueda ser demasiado abundante para cada propietario, que obtiene de esta actividad unos ingresos extra a su renta principal.

David Bustos explica que desde la bodega se procura pagar la uva a un «precio justo», algo que hasta no hace demasiado tiempo no sucedía, lo que provocó el abandono de viñedos o que sus propietarios vendieran sus derechos.

Afortunadamente, ahora eso no ocurre, debido al interés desesperado por esta zona en la que los responsables de la Bodega don Juan del Águila tratan de que los viticultores tomen conciencia de la alta calidad del producto que tienen entre manos y de la capacidad para elaborar vinos de alta expresión a partir de las garnachas de la zona.

Para ello, en las instalaciones de la antigua cooperativa se procede a la recepción, pesaje, etiquetado y selección de las mejores uvas, antes de que la fermentación y la crianza se produzcan en los cerca de 30 depósitos estructurales de hormigón que hay en la bodega. La mayoría de ellos tiene una capacidad de 16.000 litros.

Pero para «vinos más especiales» la crianza se realiza en barricas de roble francés, como en el caso del proyecto Gaznata, que ya cuenta con el reconocimiento Vinos de la Tierra de Castilla.