MIS FAVORITOS. ANA ZAMORA: EL SOCORRO (SEGOVIA)
Teatro delicatessen y paladar todoterreno
Para esta directora de teatro y dramaturga de prestigio internacional, El Socorro, un bar de toda la vida, regentado por Poli, es su ‘segunda casa’; «el punto de encuentro» para la compañía, que trabaja medio año en Segovia y el otro medio por teatros del mundo. Nao d’amores, su compañía, celebra en 2016 quince años y diez espectáculos, con más de una veintena de premios y reconocimientos.
Su sede se halla en la pequeña casa de la muralla, ubicada en el Arco del Socorro. De ahí que el bar del mismo nombre les preste socorro geográfico: «es el punto de encuentro de la compañía con la ciudad»; socorro gastronómico: «sirve la mejor tortilla y cerveza de grifo bien tirada»; y socorro logístico: «Para cualquier cosa contamos con Poli, que siempre echa una mano», señala esta experta en teatro medieval y renacentista.
Además, desde esa misma Casa del Arco del Socorro, que ellos aprovechan como si fuera grande, realiza la compañía cada Jueves Santo el recibimiento al Cristo y a la Virgen de los Maristas, cuyos pasos suben hasta la Catedral por la empinada cuesta. Poli’s Bar, (como se apoda) se llena de gente y el ambiente de Semana Santa no distingue la cuarta pared: Gentío, Casa de la Muralla y Nao d’amores se vuelven todo uno.
Ana Zamora Canellada, exquisita en dramaturgias, centra su refinamiento en el hecho teatral y se reconoce, sin tapujos, como «una mujer con gustos de batalla en el comer». «Muchos años comiendo bocadillos no crían paladar», asegura. «Soy de cerveza, más que de vinos y donde esté un botellín de los de toda la vida, que se quiten las cervezas sofisticadas, tan de moda», señala. «¡Salvo la San Frutos!», apela; «¡para eso es de Segovia y queda en el barrio!», dice la directora señalando a sus vecinos, que fabrican esta cerveza con alas de santo patrón segoviano.
«La cocina no me relaja; soy más de picar; paladar todo terreno y pinchos de tortilla», dice quien se alimenta de textos prebarrocos y, desde 2013, de teatro contemporáneo como la archipremiada Penal de Ocaña.
Confiesa la teatrera que el tentempié tan español ordena, incluso, los tiempos de trabajo. Las muchas horas de oficio han ido ordenando ensayos matutinos que se detienen a una hora sensata: «Como paremos tarde, ya no queda tortilla». Ya sea en Madrid o en ‘El Poli’, cuya plaza preside la estatua de Agapito Marazuela, fotografiada por los turistas al olor de los pinchos de este bar de tapas y huevos fritos.
Primero creó Comedia llamada Metamorfosea, de Romero de Cepeda, que estrenaron en 2001, en el XXIV Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. Recibió el Premio José Luis Alonso, de la Asociación de Directores de Escena de España a la mejor dirección novel. Desde entonces, los premios no han cesado, reconociendo la esencia de su dramaturgia que apuesta por divulgar a los clásicos hasta hacerlos atractivos.
Con su Penal de Ocaña llegó la contemporaneidad. Poco después volvió a los orígenes con Triunfo del Amor y, mediado este 2016, llegará el montaje número diez. «Siempre los números nos persiguen, para festejar, para crear y para realizar lo que nos proponemos», apunta.
Su teatro es de máximos resultados con mínimos presupuestos, salvo algunas coproducciones con grandes como el Centro Dramático Nacional. Digamos que los de Nao d’amores están curtidos en obstáculos y, como la Nao que les da imagen, pueden con todo.
Eligieron hace 15 años este nombre porque Ana decidió divulgar al poeta más lírico del Renacimiento peninsular: Gil Vicente, y la Nao es suya. Además era un símbolo del viaje artístico que iniciaban entonces.
Además, nunca olvida las similitudes con su ciudad natal y esta Nao se asemeja al Alcázar de Segovia al que historia y turistas arrancan paralelismos con una nave varada en el paisaje de la ciudad vieja. Es en este recinto amurallado, donde Ana encuentra otro rincón favorito, que sortea el circuito común: El Mesón de Patricia. «A diario menús económicos que Pascual sirve rápidos para volver al trabajo enseguida», relata.
Pero la compañía hace años que reconvirtió una nave de Revenga en centro de montaje para escenografías grandes y entonces su restaurante favorito es El Chaparral, muy cerca de la Plaza Mayor y de la nave donde Nao coteja con el público los preensayos.
La forma de trabajar de esta peculiar compañía reúne en muchas ocasiones medio centenar de personas, muchos de los cuales vienen de fuera. Para esta trouppe de músicos, actores e investigadores, El Bar Santana se alza como punto de referencia. «No hay que quedar; nos vamos encontrando en un espacio tan versátil que sirve celebraciones nocturnas o el vermú del mediodía».
No olvida Ana Zamora un restaurante peculiar que ofrece «la alternativa perfecta a mucha gente de la farándula, especial con la comida porque hay mucho macrobiótico y vegetariano», dice. La Almuzara, entre hamburguesas verdes, tofus, ensaladas y pizzas, se hace con todos ellos, con una carta que hace varios decenios desafió lo habitual, en plena capital del cochinillo.
A pocos metros, en la calle más fría de Segovia, en la que cuentan que a los canónigos se les volaban las sotanas por el vendaval que siempre corre entre la Catedral y San Esteban, señala Ana Zamora un bar con intencionada falta de ortografía. La Oja Blanca, en la plaza Mayor, con aire de café clásico, rememora a la vecina que –cuentan– tenía un ojo blanco. Las apóstrofes del castellano hablado dejaron que la señora del ojo blanco fuera resumida –antes del economicista lenguaje de twitter y whatsapp– en la oja blanca.
La farándula carga con el sanbenito de practicar vida de alterne, pero según cuenta Ana Zamora «no es verdad, o no siempre». Y filosofando sobre este alterne y los bares que le dan cobijo establece la dramaturga una relación directa entre el mundillo gastronómico y el teatro: «la relación real entre actores y hostelería se produce porque, tal y como andan las cosas en el gremio, ¡qué actor no ha hecho de camarero para poder vivir!».