muros fronterizos
El drama de los latinoamericanos pobres en su intento por llegar al país de Trump
El Gobierno mexicano se somete al presidente estadounidense ante la presión para frenar un flujo de personas que sumado al éxodo venezolano da muestra de la falta de cohesión en la región
La tos de los niños acompaña cada paso entre las centenares de tiendas de campaña en el puente fronterizo de Matamoros, ciudad mexicana colindante a Estados Unidos, donde desde hace meses acampan a la intemperie unos 2.000 migrantes. El galopante frío en el noreste enferma por igual a centroamericanos, cubanos, también mexicanos y hasta africanos, pero sobre todo a los más pequeños. “Antes cruzaban hombres jóvenes solos, pero ahora llegan familias enteras o madres con hijos. Nadie se quiere mover de aquí por miedo a que los detengan, roben o secuestren”, cuenta la activista local Gladys Cañas.
Las autoridades estadounidenses contabilizan un millón de migrantes que han tratado de alcanzar su suelo en lo que va de año a través de México, que ha recrudecido su política migratoria para contentar a Washington.
El tránsito de migrantes por territorio mexicano, habitual desde comienzos de siglo, se incrementó un 230% respecto a todo el 2018. Las caravanas de unos 20.000 centroamericanos de finales del pasado año “apenas fue un porcentaje pequeño del total, pero sirvió de punto de inflexión para visibilizar el fenómeno y sacarlo de la clandestinidad”, indica el periodista navarro Alberto Pradilla, autor del libro ‘Caravana’. Aunque también dio al presidente Donald Trump “la imagen de avalancha que buscaba para criminalizar la migración”.
RECRUDECIMIENTO MIGRATORIO
El inquilino de la Casa Blanca presionó a México para frenar ese flujo hasta el punto de amenazar con la aplicación de aranceles. El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (Amlo), que había mostrado un discurso aperturista, militarizó las fronteras con un fuerte despliegue de 25.000 elementos de la Guardia Nacional: la culminación de una política migratoria represiva que triplicó las detenciones de extranjeros en la primera mitad del año.
Asimismo, México aceptó que los demandantes de asilo aguardaran los varios meses de ese trámite en su territorio. Esto ha provocado un embudo en las ciudades fronterizas donde han quedado atrapados también los africanos, haitianos y cubanos, que desde la derogación de las facilidades de acceso por parte de Barack Obama a comienzos de 2017 se han visto obligados a emplear rutas alternativas por varios países.
“Debido al endurecimiento de EEUU los solicitantes (de asilo) deban esperar en ciudades fronterizas inseguras, las más peligrosas del país, desprotegidos, sin suficiente información y sin apoyo institucional”, reclama a este diario Silvia Garduño, portavoz de la agencia de la ONU para refugiados (Acnur) en México, ante la creciente vulnerabilidad y violencia a la que se enfrentan ahora.
SIN SOLUCIÓN DE FONDO
Trump felicitó a Amlo por reducir la llegada de personas del Triángulo Norte (Salvador, Honduras, Guatemala), aunque sigue desoyendo la propuesta del Ejecutivo azteca de unirse a un ambicioso plan de inversiones para el desarrollo en esos países. “Es una iniciativa paliativa, pero no resuelve el problema de fondo, que son los gobiernos corruptos y criminales, por lo que su implementación también está siendo débil”, considera Mariana Zaragoza, profesora de la Universidad Latinoamericana.
Esta falta de voluntad política se refleja también en el éxodo de unos 7.5 millones de venezolanos, según estimaciones para el 2020, obligados a abandonar su país debido a la acuciante crisis y que ha tenido un impacto desestabilizador en la región. Los países receptores, sobre todo Colombia, Brasil, Perú, Ecuador y Chile “han sido incapaces de dar una respuesta coordinada ante las necesidades de atención”, según Zaragoza, “lo que da muestra de la falta de cohesión en Latinoamérica”.